Por Pompeyo Márquez
Webarticulista
Esto es una constante, y un tema recurrente. Chávez lo ha acentuado mediante unas relaciones epilépticas que conducen a altos y bajos, con algunos suspensos de por medio. Los estereotipos más comunes son los que se remiten a la presencia de la guerrilla, el narcotráfico, los paramilitares y el hampa común en la zona fronteriza. Atrás quedaron lo que constituyeron bases fundamentales para la elaboración de una política fronteriza de Estado con apoyo nacional. No está demás describirla: la frontera como zona de paz y de cooperación; la integración comienza en la frontera; en la frontera se inicia la Patria; hablar de etnias es hablar de fronteras. Los temas fronterizos no son exclusivamente militares deben ser asumidos como un complejo donde lo militar debe ir complementado con desarrollos económicos, sociales, culturales, educativos, de vialidad, de salud, de viviendas. Sanear la frontera de los elementos de violencia y hamponiles.
Brindarle a los habitantes de frontera calidad de vida para evitar sus éxodos y en su lugar poblarla. Darle un tratamiento especial a los destacamentos militares y a los funcionarios públicos. A los primeros, computarle doble cada año de servicio; a los segundos ser los primeros y no los últimos en cobrar y otorgarle primas especiales en consonancia con la zona. Esta política tenía avances importantes y en lo que respecta a lo militar la creación de los Teatros de Operaciones 1 y 2 significaron un aporte trascendental que favoreció la expulsión de incursiones guerrilleras en la zona, disminución de los secuestros y el cobro de vacunas. Era un proceso que debía continuar. Todo lo contrario, fue desmontado un andamiaje que lo integraban las reuniones binacionales de gobernadores y alcaldes fronterizos, de escenarios legislativos fronterizos, de intensificación del comercio.
Lo sucedido es lamentable para el país. Como en otras esferas se ha producido una involución. El autócrata a menudo lanza rayos y centellas y amenazas de envíos de batallones y coloca el aspecto militar como el determinante. Ahora son batallones de tanques. El abandono de esta política fronteriza, el virtual desmantelamiento de los Teatros de Operaciones, deriva necesariamente en esas amenazas de militarización que se quedan en el grito de alguien que es dominado por una mentalidad cuartelaría y que no tiene otra acción a la vista que el militarismo que, como muy bien lo califica ese erudito historiador, escritor, periodista y profesor universitario Manuel Caballero, es la forma de imaginarse al país como un cuartel. Véase su excelente texto titulado “La Peste Militar”.
Tan estrecha visión se ha multiplicado ante dos hechos que merecen especial mención: 1) La victoria de la disidencia en Zulia y Táchira, a las que acusa de separatista y en lugar de respaldar la actuación de los gobernadores Pérez Vivas y Pablo Pérez lo que hace es reducir sus competencias, crearles conflictos artificiales al señalarlos como separatistas precisamente a quienes redoblan su condición venezolanista. 2) La presencia de bases norteamericanas en el país vecino que no puede ser derrotada sólo con una amenaza militar sino con el reforzamiento del espíritu nacional y de paz. Seguir una carrera armamentista es absurdo y una sangría para una economía que sufre los rigores de la crisis internacional. Es respetar a esos gobiernos regionales una conducta realista.