GUCIGALPA.- "Necesito un psicólogo para entender este país." El comentario de un aturdido reportero extranjero, tras asistir a un insólito encuentro entre un conocido comunicador zelayista y el jefe de las fuerzas armadas de Honduras, resumía el sentimiento generalizado de los enviados especiales a la crisis de Honduras. El relato que sigue es tan inverosímil que probablemente no haya ocurrido nunca y sólo sea otro sueño caribeño más, como esos que asaltaban las mentes de Carpentier, de Rulfo o de García Márquez.
Hacia las diez de la mañana, en el hotel Intercontinental de Tegucigalpa, "cuartel general" de la prensa extranjera en la capital hondureña, el general Romeo Vásquez, jefe del Estado Mayor Conjunto, lanza un mensaje de diálogo y negociación ante un puñado de reporteros.
Concluida su misión, el militar encargado de sacar del país en pijama a Mel Zelaya el pasado 28 de junio se dispone a subir a su vehículo -una 4x4 polarizada- protegido por sus escoltas de la policía militar. Pero antes de entrar, reconoce a alguien entre la cuadrilla de reporteros. David Romero, director de Radio Globo, la emisora afín a Zelaya cerrada anteayer tras la entrada en vigor del estado de sitio en el país, saluda al general. Y los dos entran en el vehículo. Son viejos amigos. Minutos más tarde, Romero sale relajado, sonriente. "Vásquez se ha ofrecido como mediador para que nos devuelvan los equipos de transmisión que nos quitaron ayer [por anteayer] de la emisora", relata el periodista hondureño.
Romero y Vásquez se conocen desde que jugaban en pantalón corto por las calles polvorientas de Siguatepeque, el pueblo del departamento de Comayagua, en el centro del país, en el que ambos nacieron. Son de la misma generación, esa que hoy peina canas ya entrada en la cincuentena y que ha vivido varios golpes de Estado y una democracia más inconsistente que un flan casero.
"Hemos platicado como amigos", cuenta el hombre que un día antes salió por la puerta de atrás de Radio Globo cuando los militares allanaron la emisora. El cierre de Canal 36, el otro medio zelayista clausurado anteayer por orden del presidente de facto, Roberto Micheletti, fue menos intempestivo.
"Es que a nosotros nos andan hambre", subraya Romero, refiriéndose al encono del régimen contra Radio Globo. Su paisano, el general Vásquez, estaba molesto por el trato que le dan en la emisora. "Me ha dicho que se nos estaba pasando la mano y que somos la voz de la resistencia, pero yo le he contestado que no, que somos la voz del pueblo", precisa Romero.
En el sueño caribeño que quizá nunca ocurrió a las puertas del hotel Intercontinental de esta Tegucigalpa irreal Romero sigue recordando sus tiempos de amistad con Vásquez: "El dejó Siguatepeque y se vino a vivir a la capital; lo volví a ver años más tarde, cuando él era capitán del ejército".
Ahora el general y el periodista ya no intercambian figuritas, como cuando eran niños. Desde trincheras opuestas, representan a las dos Honduras que hoy se enfrentan en la calle por dos modelos de país. Pero eso no es obstáculo para que puedan entablar una conversación distendida si la ocasión lo merece.
Puede que tras el encuentro Romeo sueñe una noche de éstas con esas calles polvorientas de su infancia en Siguatepeque y, dominado por la nostalgia, ordene que le devuelvan a David las "figuritas" que le incautaron en Radio Globo. Así, el aturdido reportero extranjero podrá decirle a su psicólogo que aunque sigue sin entender Honduras, al menos este relato de realismo mágico tiene un final feliz.