Prefiero la expresión “liberalismo” que la de “capitalismo” puesto que esta última la acuñó Marx y, además, alude al aspecto puramente crematístico de una filosofía que es mucho más abarcativa. Pero las confusiones son muchas. En primer término, en Estados Unidos, el término liberal ha sido expropiado por los estatistas a pesar de que destacados autores como Milton Friedman y Ludwig von Mises no han renunciado a utilizar la palabra en el significado original de esa noble y fértil corriente de pensamiento, postura que enfáticamente suscribo.
De cualquier manera, ahora aparece Michael Moore con su producción cinematográfica titulada “Capitalismo: un cuento de amor” en la que se asimila esa idea con la rapiña y se confunden políticas tales como los nefastos rescates coactivos con el fruto del trabajo ajeno como si respondieran a la visión capitalista. Ya bastante se han sufrido severos embates injustos e infundados al sostener que la crisis de los años treinta se debió al capitalismo que “había que salvar con estatismo”, que se salió de la depresión merced a las intervenciones de Roosevelt y que la crisis actual también se debe al capitalismo “salvaje”.
La crisis de los años treinta tuvo lugar debido a que los Acuerdos de Génova y Bruselas abandonaron la disciplina monetaria y permitieron que la Reserva Federal acentuara notablemente sus manipulaciones irresponsables de la base monetaria y la tasa de interés al tiempo que Hoover se lanzó al agrandamiento del aparato estatal. Todo esto condujo al boom de los veinte y al crack de finales de esa década y como el dólar a esa altura era la moneda de reserva en sustitución del oro y como ya se había generalizado la instalación de las bancas centrales, la suerte de las otras divisas estaba enlazada a la del dólar, lo cual extendió y generalizó la depresión de marras. A pesar de las reiteradas promesas en contrario realizadas en la campaña electoral sobre la necesidad de poner orden en las finanzas y contener el gasto público, Roosevelt agravó notablemente la crisis al introducir severas intervenciones en el mercado en el área laboral, fiscal, monetario y bancario. La Corte Suprema de Justicia revocó algunas de sus medidas extremas pero finalmente pudo imponerse el estatismo roosveltiano.
A diferencia de lo que se suele sostener, la salida de ese marasmo se debió a que Truman (a regañadientes) despidió a funcionarios de extrema izquierda ubicados en un primer nivel como Harold LeClarie Ickes y Henry Agard Wallace, eliminó los controles de precios, redujo el gasto estatal después de la guerra, la cual destrozó las economías de Japón y Europa, situación que, a su vez, incrementó las demandas de bienes estadounidenses, lo que tuvo lugar en paralelo con una relativa apertura general del comercio internacional una vez concluida la contienda bélica.
Ahora hay quienes mantienen -nuevamente- que la crisis se debe al capitalismo, desatendiendo los hechos que revelan gastos, endeudamiento y déficit alarmantes en Estados Unidos que fue precisamente el epicentro del barquinazo, junto con una maraña de regulaciones crecientes y asfixiantes en el contexto de una colosal monetización de la deuda, manipulación de la tasa de interés y la insistente política de hacer que las instituciones financieras otorguen hipotecas sin las suficientes garantías para después intentar tapar tamaño descalabro con subsidios con los dineros del público para ocultar quebrantos de ineptos, de irresponsables o de ambas cosas a la vez.
Como si las confusiones fueran pocas, en una entrevista a Michael Moore realizada por Jan Hannity se mezclaron conceptos en muy diversos planos. Así, el entrevistador adoptó la posición belicista de defensa de la indefendible patraña de la “invasión preventiva” a Irak y, en lugar de suscribir la necesidad de dar caza a los responsables del ataque criminal a las Torres Gemelas, dio rienda suelta a la necesidad de aumentar las tropas en Afganistán (el nuevo Vietnam). Por otro lado, se mezclaron nociones religiosas del todo inapropiadas en el contexto de la entrevista con lo que, en gran medida, al televidente se le pasó inadvertido el eje central de la posición de Moore en cuanto a su incomprensión de las bases morales del capitalismo y el efecto benefactor que el sistema produce allí donde se lo ha dejado operar, comenzando por los propios Estados Unidos de otras épocas en el que brilló por la enorme prosperidad debido a la energía liberada como consecuencia de la libertad y la correspondiente responsabilidad individual en un ámbito donde se practicaban marcos institucionales de respeto recíproco.
G.W. Bush ha llevado las medidas anticapitalistas a un extremo inaceptable a lo que se agregó la grave lesión a los derechos de las personas en nombre de la seguridad. Su presupuesto proyectado al año 2017 no alcanza a cubrir con todos los impuestos federales ni siquiera el programa de la llamada “seguridad social”. Ahora Obama ha insistido en más de lo mismo y ha pasado en solo siete meses de gestión de un déficit fiscal de cinco puntos sobre el producto a trece, además de sus intentos de acentuar la socialización de la medicina y dar apoyo para el fortalecimiento de entidades tan perjudiciales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Mientras el espíritu de los Michael Moore prevalezca no habrá posibilidades de rectificar el rumbo. No resulta posible pretender aliviar la situación de los más necesitados con medidas que agravan su condición. El Leviatán ha adquirido proporciones alarmantes que incluso sobrepasan las escalofriantes descripciones orwellianas. Es urgente repasar los sabios y oportunos consejos de los Padres Fundadores puesto que de un tiempo a esta parte se está navegando a contracorriente de esos valores y principios.