Por Luciano Álvarez
El País, Montevideo
Las consignas felices no ganan elecciones, aunque favorecen la pereza intelectual de quienes las interpretan o las promueven. Una de las más célebres fue lanzada el 12 de febrero de 1946 por Juan Domingo Perón, doce días antes de las elecciones que le llevarían al poder: "O Braden o Perón"
Spruille Braden, nacido en Montana en 1894, había pasado buena parte de su vida en Chile -según su madre hablaba mejor el castellano que el inglés-. Su padre era propietario de El Teniente, la mina de cobre más grande del mundo. Spruille trabajó allí como ingeniero, se casó con una chilena y en 1920 inició una larga carrera diplomática: jugó un papel clave para lograr la paz en la guerra del Chaco (1935-1939); luego fue embajador de EE.UU. en Colombia y Cuba hasta que fue destinado a la Argentina.
Llegó a Buenos Aires el 19 de mayo de 1945, apenas habían transcurrido diecisiete días de la caída de Berlín y faltaban casi cuatro meses para la rendición de Japón.
"El Senado acaba de soltar un toro en medio de un bazar de porcelana". Así comienza un largo artículo de cinco páginas que publicaría el semanario Time a principios de noviembre de 1945 cuando el Senado de los EE.UU. confirmó a Spruille Braden como Secretario Adjunto de Asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado. La imagen del toro, presentada por Time, aparentemente poco apta para un diplomático, iba bien con su físico y su personalidad.
En aquellos días, convivían en Washington dos líneas políticas: unos ya vislumbraban la Guerra Fría -el término no se utilizaría hasta 1947- y se preparaban para la posible amenaza comunista sobre el continente. Los británicos compartían esa visión y creían que el régimen argentino, que había enviado más del 40% de la carne consumida por los británicos durante la guerra, era menos ideológico que oportunista. Otros se sentían aún comprometidos por las alianzas de la guerra, en particular los acuerdos americano-soviéticos. Spruille Braden era de estos últimos y estaba obsesionado por la influencia nazi en el régimen argentino. Según su colega británico, David Kelly, estaba convencido de ser el elegido por la Providencia para derrocar al régimen de Edelmiro Farrell y Perón. Seguramente estaba al tanto de las actividades de los que se llamarían más tarde "los allegados", un grupo dedicado a recibir fugitivos del Tercer Reich, donde jugaban roles principales el empresario alemán Ludwig Fraude y su hijo Rudi, muy cercanos al ascendente coronel Juan Domingo Perón.
A lo largo de lo que sería su brevísima misión diplomática en Buenos Aires, Braden se reunió varias veces con el coronel Perón. La última vez fue el 5 de julio de 1945 en el Ministerio de Guerra. Los contadores de historia repiten con pocas variaciones la versión del propio Perón, según la cual Braden le aseguró que si aceptaba ciertos acuerdos, los Estados Unidos no interferirían en su posible candidatura, ante lo cual le respondió que había un solo problema para aceptar; que "sólo un hijo de puta aceptaría esas condiciones", que Braden se fue iracundo, olvidando su sombrero, y que "los muchachos de la guardia" se entretuvieron jugando al fútbol con la prenda del diplomático.
Desde ese día Braden dedicó todos los esfuerzos a consolidar un amplio frente opositor. Realizó una gira por el interior del país y a su regreso, el 22 de julio, una multitud le recibió en la estación Retiro. El 19 de septiembre de 1945, la popularidad de Braden tuvo su apogeo, cuando participó de una enorme manifestación de más de 200.000 personas, la Marcha de la Constitución y la Libertad, que reunió a toda la oposición desde conservadores a comunistas.
Cuatro días más tarde Braden se fue definitivamente de la Argentina. La oposición al ascenso de Perón logró una efímera victoria el 12 de octubre, cuando éste fue removido de sus cargos y conducido preso a la isla Martín García. Apenas unos días más tarde, el 17 de octubre de 1945, los suburbios obreros se sublevaron y Perón fue liberado. Había nacido el peronismo y la fecha será conmemorada como el "día de la lealtad".
Pero Braden, ahora Secretario Adjunto de Asuntos Latinoamericanos, no había jugado aún su última carta. El 12 de febrero de 1946 estaba previsto el acto de lanzamiento de la candidatura Perón-Quijano, que enfrentaría la fórmula Tamborini-Mosca, de la Unión Democrática, en las elecciones a realizarse el 24 de ese mismo mes.
El día anterior, el gobierno de los Estados Unidos divulgó un documento de 130 páginas, titulado "Consulta entre las repúblicas americanas sobre la situación argentina" que sería conocido como el libro Azul donde se denunciaban las relaciones de importantes personalidades del gobierno con los nazis.
Perón reaccionó como un rayo y desde la tribuna de la avenida 9 de Julio disparó: "Si por un designio fatal del destino triunfaran las fuerzas regresivas de la oposición, organizadas, alentadas y dirigidas por Spruille Braden […], sepan quienes voten por la fórmula del contubernio oligárquico-comunista que, con este acto entregan, sencillamente, su voto al Sr. Braden. La disyuntiva en esta hora trascendental es ésta: ¡O Braden o Perón!
Esa misma noche la consigna "O Braden o Perón" quedó consagrada en los muros de Buenos Aires. El 24 de febrero de 1946, Perón derrotaba a la Unión Democrática y asumía su primera presidencia constitucional.
El periodista del Time ya había advertido el error de la apuesta y el carácter del dilema que Perón -y otros caudillos latinoamericanos- habrían de sintetizar con felicidad: "los EE.UU., como la mayor de las naciones occidentales, y Braden como su servidor, deben reconocer que la soberanía, sobre todo la soberanía al sur del Río Grande, a veces es más preciosa que la libertad".
Existe, sin embargo otra versión de los hechos que imprime a la historia un giro borgiano, digno de cuentos como "La forma de la espada", "Tema del traidor y del héroe" y "Las tres versiones de Judas", todos publicados en 1944.
La clave se llama Gustavo Durán, un español republicano y comunista -su historia merece un tratamiento aparte-que oficiaba como secretario y hombre de confianza de Braden. Albino Gómez, un diplomático argentino, amigo de Durán relató los detalles de una historia que me limito a enunciar.
El español habría logrado convencer a Braden de que "Perón era un oportunista, sin ideología alguna y ni siquiera fascista" y que al mismo tiempo no era probable que la Unión Democrática estuviera en condiciones de hacer un buen gobierno y mantener la estabilidad; sus candidatos carecían del carisma que le sobraba a su adversario. Entonces, Braden y Perón acordaron que ante el público debían seguir siendo irreconciliables enemigos. No los Estados Unidos y la Argentina, sino ellos, con el fin de mantener un escenario que habría de favorecer inexorablemente a Perón. Entonces, Braden representó el papel de Braden hasta el último día.