En el caso de epidemias o pandemias, naturalmente el riesgo de contagio es alto y, por ende, existen grandes posibilidades de lesionar derechos de otras personas a través de virus de diversas naturalezas y grados de peligrosidad. Lo mismo que ocurre con la emisión de monóxido de carbono en los pulmones de terceros o cuando se arroja ácido sulfúrico en el jardín del vecino. La producción y ejecución de normas en el contexto de la sociedad abierta anticipa y castiga conductas de este tipo.
Específicamente en el caso de enfermedades trasmisoras ocurre lo mismo. En la medida en que se disminuye el riesgo de la “tragedia de los comunes” y se asignan derechos de propiedad, cada propietario decidirá si debe o no debe vacunarse como condición para ingresar a su bar, su club, su medio de transporte, su local bailable, su comercio o su colegio. En estos casos, no solo se decidirá sobre la inoculación de marras sino sobre los muy diferentes tipos de vacunas en un proceso de prueba y error (resultados que necesariamente cambian de una instancia a otra) en cuyo contexto se analizan las posibles excepciones para alérgicos u otras situaciones que se contemplen. Esto otorga la necesaria flexibilidad al sistema y abre diversos canales y procedimientos en competencia para enfrentar cada situación, al tiempo que se realiza un balance de los pros y cons de cada una de las vacunas disponibles al momento y se incentiva la investigación y producción de nuevas alternativas en contraste con sistemas cerrados, generalizados e impuestos por el poder político.
Incluso en esta instancia del proceso de evolución cultural, los dominios estatales establecerán sus disposiciones y exigencias pero se impone el peor de los mundos cuando los aparatos estatales deciden extender la politización de un asunto tan delicado y hace obligatoria para todos cierta vacuna aprobada por los burócratas de turno. La información está fraccionada y dispersa, monopolizar y concentrar decisiones en el vértice del poder constituye una arrogancia y una presunción del conocimiento que solo logra concentrar ignorancia.