Especial para El Instituto Independiente
El 29 del último mes se celebraron las tan esperadas elecciones en Honduras. Paradójicamente -por ser liberal el que estas líneas escribe- podemos decir con inmensa satisfacción que el llamado Partido Liberal hondureño resultó perdidoso. Esta es una de las razones por las que no resulta apropiada aquella denominación para una estructura política. No solo por la desfiguración extrema y el vaciamiento grotesco del caso que nos ocupa, sino porque en el plano político es necesaria la negociación y la componenda según sea el discurso que pueda digerir la opinión pública del momento.
Por más buenas que sean las intenciones y excelsos los propósitos, al día siguiente de constituido un partido que lleve el nombre del liberalismo necesariamente aparecerá una grieta entre los postulados filosóficos liberales y las propuestas y lo articulado por ese partido, con lo que comenzará la confusión. Y ya bastantes remolinos terminológicos y conceptuales y debates tienen lugar para agregarle más picante al alimento de marras ya de por si excesivamente condimentado.
Es mejor entonces preservar la expresión “liberal” para que sirva de guía a principios y valores que, aunque siempre en evolución, se mantendrán así fuera del alcance de los tejes y manejes de la política.
En todo caso, como ya he escrito en repetidas oportunidades sobre los sucesos recientes en Honduras, vale la pena reiterar el coraje y la perseverancia de las autoridades de la Corte Suprema de Justicia, el Tribunal Nacional Electoral y los integrantes del Congreso para mantenerse firmes frente al embate de quienes apuntaron a suscribir el golpe institucional y la abierta violación de la Constitución que pretendió llevar a cabo el hombre del bonete perpetuo, adicto al bufón del Orinoco y otros enemigos acérrimos de la democracia.
En un primer momento, el traslado forzado a otro país del dictador en potencia por parte de militares en lugar de limitarse a detenerlo, ha constituido un procedimiento que se da de bruces con toda la cuidadosa estructura institucional que evita que gobernantes queden atornillados al poder a través las consabidas maniobras de megalómanos para lograr reelecciones.
Afortunadamente la opinión seria de muy diversos lares ha convalidado las elecciones de referencia. Ahora se presenta una ancha y fértil avenida para que el pueblo hondureño pueda transitar hacia la libertad y el respeto recíproco. De más está decir, que esto no sucederá automáticamente. Es menester reforzar los conocimientos de los fundamentos éticos, jurídicos y económicos de una sociedad abierta. Si esto no se realiza en materia educativa con la premura y la profundidad que las circunstancias exigen, se habrá perdido una gran oportunidad de enderezar la frágil situación hondureña y el ejemplo de conducta demostrada se hundirá en la nebulosa del tiempo para caer el las garras implacables de los socialismos trasnochados y empobrecedores.