¿Quién hubiera dicho que en Venezuela aparecerían forajidos más extremos que el rufián hoy en el poder? Pues así es. Días pasados un grupúsculo de encapuchados armados hasta los dientes se dirigieron al gobierno exigiendo la renuncia de todo el gabinete al efecto de “retomar la revolución bolivariana que ha sido traicionada para favorecer al imperialismo y a los bribones enquistados en el poder” y una serie de disquisiciones leídas de una computadora por el vocero del pelotón con apodo bastante ridículo que suena a supositorio decimonónico con una especie de escupidera por sombrero y quien tenía sobre la nuca un fusil moderno que ostentaba otro camarada con el dedo en el gatillo (no sabemos si como una medida precautoria por algún desvío eventual que pudiera ocurrir respecto de la fatigosa lectura del discurso convenido o para asegurarse protección). |
Resulta curioso que esto ocurra precisamente en el instante en que Hugo Chávez acaba de pronunciar su larga perorata ante la Asamblea Nacional, otra vez con su abrumadora, farragosa e incontinente verba (el año pasado fue más extensa: siete horas y veinte minutos) donde ahora confiesa que “por vez primera me asumo públicamente como marxista”. En rigor todo este espectáculo montado para escuchar al dictador caribeño fue patético. No solo por lo que vociferó y aulló el caudillo sino por los semblantes y actitudes de los participantes: todos lacayos, serviles y genuflexos de la peor estofa sin el menor sentido de dignidad, aplaudiendo a cada rato y sonriendo nerviosamente frente a las imbecilidades más increíbles del jefe (de lo contrario pierden sus canonjías).
Todo parece extraído de la producción cinematográfica Bananas de Woody Allen pero no, es de la vida real. En un momento dado el que escribe estas líneas había bautizado al gendarme al frente del aparato estatal venezolano como “el ejemplar del Orinoco” pero de un tiempo a esta parte me parece que le cuadra mejor “el bufón del Orinoco” puesto que -aunque peligroso- es un payaso de la más alta escuela circense. Con motivo de la trifulca del año pasado en Honduras, el coronel de marras dijo por cadena nacional de televisión: “que Micheletti ni Goriletti, en este momento le estoy dando instrucciones a mi comando militar que invada Honduras”. Hace ya tiempo cuando vivía en matrimonio, en el día internacional de la mujer el mismo sujeto -siempre por los medios televisivos y radiales- haciendo gala de bravuconadas respecto al sexo débil y grotescas piruetas gramaticales aseguró: “y a ti María Isabel, esta noche te doy lo tuyo” (por otra parte, en este contexto, los amigos íntimos afirman por lo bajo que es un mentiroso). Ahora acaba de sacar del aire a seis canales de televisión y otra radio más porque sus autoridades no consideraron apropiado trasmitir una de las peroratas del mandón.
Todos lo hemos escuchado cantar boleros intercalados en actos protocolares con o sin invitados extranjeros (reconozco que tiene buena voz y sentido del ritmo por lo que siempre he pensado que se desempeñaría bien en un cabaret si es que los contertulios pudieran proteger debidamente sus billeteras de los manotazos desaprensivos y, por cierto, muy desconsiderados que este individuo está acostumbrado a llevar a cabo sin miramientos de ninguna especie).
Ahora, después de una feroz megadevaluación, acaba de anunciar la confiscación (una más) de una importante red de supermercados pues considera que “los precios son muy altos”, lo cual demuestra no tener ni la más pálida idea de lo que significan las transacciones mercantiles. Concentra la ignorancia del megalómano y planificador nato, en lugar de abrir las puertas para que el conocimiento siempre fraccionado y disperso coordine millones de arreglos contractuales en procesos de competencia. Ya las góndolas y los almacenes se encuentran prácticamente vacías y, en un país petrolero, hay severos problemas de energía a los que se le ha agregado una tremenda sequía: el bufón del Orinoco ha respondido por televisión asegurando que “personalmente pilotearé un avión para bombardear las nubes con el producto que corresponda y haré llover en seguida”.
Lamentablemente se pueden exhibir muchos ejemplos, pero el caso venezolano es tal vez el más rotundo en cuanto a la descarada burla de la democracia. El gobernante se hace reelegir y reforma la Constitución cuantas veces le place con porcentajes de votación africanas en medio del atropello constante a todo vestigio de civilización, conducta decente y de los derechos de las minorías. En general, el periodismo venezolano revela un valor ejemplar al hacer frente con coraje e integridad los embates permanentes de este sátrapa con un atractivo irresistible al mal gusto, a la patanería más vulgar y a la corrupción mas desvergonzada. Naturalmente cuenta con admiradores entre los gobernantes de Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y Paraguay que, poco a poco, siguen sus pasos de cerca en las formas y en el fondo.
Reconozco que en un primer momento me suscitó cierta envida la enorme publicidad que recibió uno de los libros activistas de Noam Chomsky (por otra parte un gran lingüista) cuando el bufón del Orinoco lo mostró y recomendó entusiastamente en su discurso de vez pasada en las Naciones Unidas. Claro que semejante espaldarazo proviene de un puntal del totalitarismo a rajatabla y, por tanto, solo los simpatizantes del Gulag se habrán inclinado por adquirir aquella obra.
No se si alcanzará a sobrevivir el antedicho grupúsculo que ahora se rebela contra Chávez hasta que esta nota se publique esta misma semana, pero de todos modos vayan mis no muy sentidas condolencias anticipadas a un calco de lo que serán las purgas stalinistas y castristas en Venezuela. En la medida en que aparezcan líneas internas en esta tremebunda maquinaria socialista de destruir, aplastar y deglutir cualquier manifestación de cultura y progreso, se desatarán carreras desenfrenadas de cacerías humanas para ver quien es más ortodoxo en la crueldad y el desenfado. Es de esperar que se pueda poner coto a tamaño suicido colectivo de una comunidad que se debate entre la pobreza miserable y la inflación descontrolada arrasada por una banda de energúmenos encaramados en el poder…aunque más no sea en nombre de Bolívar quien aseveró el 2 de enero de 1814: “Huid del país donde uno solo ejerza todos los poderes, es un país de esclavos” y el 15 de febrero de 1819: “La propiedad es el derecho de gozar y disponer libremente de sus bienes y del fruto de sus talentos, industria o trabajo”.