Por Roberto Cachanosky
En una interesante nota que ayer publicó en este sitio, Orlando Ferreres proporciona un dato muy interesante sobre los presidentes argentinos: desde 1810, 29 de ellos fueron abogados y desde 1983 todos lo fueron. Alfonsín, Menem, De la Rúa, Rodríguez Saa, Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. Este último dato es particularmente interesante porque desde el punto de vista económico a los argentinos no nos ha ido bien. Por el contrario, se aceleró la decadencia económica utilizando cualquier indicador que uno use.
Ahora bien, el dato me anima a formular un punto adicional al que plantea Ferreres, quien acertadamente se pregunta si los presidentes que hemos tenido se han preparado adecuadamente para el cargo. El punto adicional es que siendo todos ellos abogados, el principal problema económico argentino ha sido consecuencia de la ausencia de un marco institucional adecuado para el crecimiento económico. Es curioso que al haber tantos presidentes abogados, uno de nuestros problemas fundamental sea el de la baja calidad en el respeto por los derechos de propiedad, la ausencia de estabilidad en las normas de juego y la falta de límites al Ejecutivo para que no pueda cambiar esas reglas de juego que deben ser estables en el tiempo.
Hoy la mayoría de los economistas sabemos que existe toda una corriente de pensamiento económico denominada la "Economía y las instituciones" o la "Economía Constitucional". Ya Hayek había avanzado mucho en este tema cuando escribió Camino de servidumbre, luego The Constitution of Liberty y posteriormente Derecho, Legislación y Libertad . Pero también Mancur Olson, Douglas North y muchos más advirtieron que para explicar por qué crecen los países tenían que sumergirse en el contexto institucional en que se desenvuelven. Justamente Mancur Olson tiene un libro muy interesante sobre por qué crecen los países que se titula Auge y decadencia de las naciones, donde explora el comportamiento institucional y su impacto en el crecimiento de la economía.
El crecimiento de Occidente no se dio por casualidad sino que fue la constante limitación al poder de las monarquías el factor determinante que permitió generar un marco de certeza sobre las reglas de juego. Primero vino el orden jurídico estable y luego la prosperidad.
Por el contrario, los argentinos, teniendo tantos abogados como presidentes, y esto dicho con todo respeto a esa profesión, no hemos logrado limitar el poder del Estado de manera que los presidentes se subordinen al orden jurídico y al Estado de derecho.
Justamente en este momento se está discutiendo la suspensión de los superpoderes y políticos oficialistas con título de abogados argumentan que la Presidenta tiene que vetar esa ley porque si no es imposible gobernar. Es decir, abogados defienden los superpoderes y consideran que un gobierno no puede administrar eficientemente un país si no dispone de poderes propios de los sistemas autoritarios. Es curiosa la visión que tienen algunos abogados del estado de derecho y su escaso respeto por la democracia republicana. Muchos creen que todo el sistema se limita a ir a votar cada cuatro años un presidente para que luego éste actúe como los sistemas autoritarios o las monarquías, tema que ya trató Karl Popper en su famoso tratado La sociedad abierta y sus enemigos. Es decir, Popper advierte sobre aquellos personajes con inclinaciones autoritarias que usan la democracia para llegar al poder y luego ir destruyéndola hasta transformar el país en una autocracia. En su momento fue Hitler, hoy tenemos a Chávez.
Lo concreto es que a mayor inseguridad jurídica menor cantidad de inversiones. A menores inversiones, salarios reales más bajos y puestos de trabajo en menor cantidad. Es decir, a menor seguridad jurídica, más pobreza y bajas posibilidades de crecimiento.
No me animaría a decir que la causa de nuestra larga decadencia sea culpa de los abogados, pero sí llama la atención que, como lo hace notar Orlando Ferreres, esa decadencia económica se produzca desde 1983 cuando todos los presidentes fueron abogados, período en el cual la ausencia de un orden jurídico previsible ha dominado el contexto del país. Las confiscaciones de ahorros, arbitrarias redistribuciones patrimoniales y de ingresos, sistemas impositivos confiscatorios y caprichosos, atribuciones del ente recaudador que viola derechos elementales y un largo listado de comportamientos antirrepublicanos se han dado bajo gobiernos con presidentes abogados.
Finalmente, me animaría a formular una autocrítica a mi profesión de economista. También es cierto que muchos economistas han llegado en estos años al poder y aceptando el argumento del "no es políticamente posible" han armado planes económicos inconsistentes que estaban destinados al fracaso. Es decir, los economistas terminaron asesorando a los presidentes de la misma forma que estos hubiesen actuado si no hubiesen tenido como asesores a algunos economistas.
Tal vez habría que explorar la posibilidad de establecer políticas públicas de largo plazo que nos permitan crecer en base a estudios interdisciplinarios en que abogados, economistas, filósofos, historiadores, cientistas políticos y educadores, por citar algunos casos, puedan establecer un orden institucional consistente. La economía no es un compartimento estanco del derecho, del orden político y de la cultura que impera en una sociedad. Si bien hay reglas económicas que no pueden violarse impunemente sin luego pagar los costos, también es válido preguntarse por qué la sociedad termina apoyando sistemas populistas que desprecian el estado de derecho, base fundamental del crecimiento económico.
Por dar otro ejemplo, ¿puede la Argentina llegar a tener competitividad sin un sistema educativo que permita asumir el desafío de los cambios tecnológicos a los cuales estamos asistiendo y a la integración económica mundial que cada vez toma más envergadura?
En definitiva, nuestra larga decadencia económica no es fruto solamente de gruesos errores en esta materia, sino que tenemos que poder explicar porqué cometimos esos errores. Y al tratar de explicarlos es que descubriremos que necesitamos relacionar nuestra decadencia económica con las disciplinas anteriormente citadas, tema sobre el cual me ha hecho ver con mayor claridad otra excelente pluma de este diario como lo es Santiago Kovadloff.
Buscar la salida sólo sobre la ciencia económica nos conducirá a otro fracaso. Pensar el país en forma integral, digo interdisciplinariamente, podría volver a ponernos en la senda del crecimiento que, mal que le pese al populismo imperante de hoy, fue lo que hizo la generación del 80 gracias al apoyo intelectual de la generación del 37.