Por Walter Williams
Libertad Digital, Madrid
George Orwell nos advirtió de que "a veces el primer deber del hombre inteligente es reafirmar lo obvio". ¿Qué pasa con los frecuentes ataques a empresas acusándolas de que sólo existen por el dinero y las ganancias? Tales críticas reflejan una profunda estupidez o una grave incomprensión de la realidad. Wal-Mart tiene 8.300 tiendas, 4.000 de ellas están en 44 países diferentes. Sus ingresos en 2010 serán de unos 500.000 millones de dólares o sea que tendrá ingresos más altos que el producto interno bruto de 163 de los 181 países del mundo. ¿Por qué Wal-Mart tiene tanto éxito? Millones de personas son atraídas por sus tiendas, donde voluntariamente dan su dinero a cambio de los productos y servicios que allí se ofrecen.
Por el contrario, un importante proveedor de servicios sin fines de lucro es la educación pública, tanto a nivel de primaria como de secundaria, a un costo anual de miles de millones de dólares. La calidad de la educación pública es tan mala que constituye un verdadero fraude.
Si Wal-Mart y las millones de empresas que ofrecen bienes y servicios a cambio del dinero que reciben de sus clientes aportaran un servicio de tan baja calidad como lo hacen las escuelas públicas tendrían que cerrar. Pero eso no sucede con las escuelas del gobierno. ¿Por qué? En la educación pública, los funcionarios y maestros reciben sus sueldos, aumentos salariales y demás beneficios estén los estudiantes satisfechos o no con el servicio recibido. No hay motivación de ganancia y tampoco hay ninguna presión para satisfacer a la clientela, sino que se utiliza al gobierno para recibir dinero proveniente de los impuestos.
El correo y demás agencias gubernamentales no tienen en realidad que competir con nadie, razón por la que tampoco tienen motivación alguna para ofrecer un mejor producto o un mejor servicio.
En el mercado, cuando una empresa no satisface a sus clientes no logra obtener beneficios y pronto va a la quiebra; entonces los recursos estarán disponibles para otros que puedan hacerlo mejor. Eso no sucede cuando el gobierno está "salvando" a empresas privadas de la quiebra. Esos llamados "rescates" anuncian que se puede seguir dando un mal servicio a la clientela. Las entidades sin fines de lucro propiedad del gobierno son inmunes a la disciplina del mercado y no hay obligación alguna de complacer a los clientes. Lo mismo puede decirse de las empresas que reciben subsidios del gobierno.
La disciplina del mercado, que obliga a las empresas a complacer a los clientes para poder obtener ganancias y crecer, nos explica la hostilidad que frecuentemente notamos hacia el capitalismo y el libre mercado.
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