Por Paul Adams
Nuevo México. - El estado de Arizona introduce medidas más fuertes y controvertidas para reducir la inmigración ilegal. Su vecino, Nuevo México, por el contrario, adhiere a políticas que son las más permisivas en el país.
En la liberal Santa Fe, que este año celebra cuatro siglos de su instauración como capital de la colonia española de Nuevo México, la gente condena sin vacilar la nueva legislación de Arizona, cuyos acápites más controvertidos son ahora el objeto de una suspensión por mandato de la corte.
"Creo que Arizona, detrás de esa gobernadora y bajo esa legislatura, decidió ir en la dirección incorrecta", comenta el alcalde de Santa Fe, David Coss.
"Creo que nuestras tradiciones demuestran lo que ha sido lo mejor de la historia de Estados Unidos en materia de inmigración. Arizona es una muestra de lo peor".
Una población hispánica ya largamente establecida como la de Nuevo México es la mayor, proporcionalmente hablando, de cualquier estado, un 45%, y es la más influyente.
Como resultado, el estado hace alarde de dos leyes que facilitan que los inmigrantes indocumentados prosperen.
La licencias de conducir, un apreciado documento de identificación, están ampliamente disponibles, mientras que los estudiantes indocumentados pueden tener acceso a financiación estatal para estudios y loterías de becas.
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Ciudad "refugio"
Algunas ciudades van más allá. Santa Fe es una de decenas de ciudades llamadas "ciudades refugio" en todo el país, las que no denuncian a los inmigrantes indocumentados al gobierno federal y les permiten beneficiarse de los servicios que ofrecen.
Santa Fe incluso les prohíbe a los funcionarios de inmigración que entren al presidio del condado, aduciendo que las autoridades federales llevan a cabo filiaciones de los reclusos de tipo racial.
Sin embargo, los sucesos de Arizona han opacado las celebraciones de Santa Fe.
Mientras les sirve deliciosas carnes a los empapados visitantes del Mercado Español anual de Santa Fe, Roque García apenas puede contener su ira contra la controvertida legislación aprobada en el estado vecino.
"Nos llaman "espaldas mojadas". Pero nosotros estábamos aquí primero", apunta a través de su humeante parrilla. García conoce muy bien su genealogía en Nuevo México, la que abarca cientos de años.
"La gobernadora? ¿Quién diablos se cree?" dice, refiréndose a la máxima autoridad de Arizona, la republicana Jan Brewer.
"Creo que es inconstitucional, prejuiciosa y racista" , interviene su esposa neoyorquina, Mona Cavalli, para aludir a la nueva ley de inmigración de Arizona.
"Y es muy peligrosa para el resto de Estados Unidos".
Inquietud
Entre los inmigrantes indocumentados de Nuevo México está causando una enorme inquietud el furioso debate sobre la nueva legislación de Arizona.
Desde que cruzara la frontera sin papeles, ayudado por un "coyote", un "contrabandista" de personas, hace veinte años, Erasmo (quien le pidió a la BBC no citar su apellido) tiene un muy buen pasar en Nuevo México.
Con una hermosa casa y niños bien educados, tiene mucho de qué enorgullecerse, a pesar de permanecer indocumentado todo este tiempo.
Él y su hermano, ciudadano estadounidense, manejan una exitosa empresa de construcción.
Pero no siente del todo cómodo.
"No me siento seguro viajando por otros estados. Especialmente con la nueva ley de Arizona", afirma.
Erasmo dice que él y su mujer sueñan con convertirse en ciudadanos estadounidenses, como lo son sus hijos, nacidos en el país.
"Amo este país. Hay muchas oportunidades aquí", dice.
Pero su sueño sólo podrá cumplirse con una reforma a la inmigración de largo alcance, lo que es una perspectiva bastante distante.
Aumento de las deportaciones
Los grupos de ayuda a los inmigrantes dan cuenta de un pronunciado aumento en la deportaciones en Nuevo México, parte de una arremetida de mayor alcance por parte del gobierno de Obama.
En todo el país, se prevé que la Agencia para el Cumplimiento de Reglamentos de Inmigración y Aduanas, ICE, por sus siglas en inglés, deporte a unas 400.000 personas este año, un aumento del 25% desde 2007.
"La gente tiene temor de que las familias se separen, de que la policía abuse", dice María Cristina López, de Somos un Pueblo Unido, una organización para los derechos de los inmigrantes de Santa Fe, fundada en 1995.
"Dado que la gente no tiene todos los documentos es que está expuesta a abusos."
Pero no todo el mundo cree que el estado esté siendo demasiado riguroso con su población inmigrante indocumentada.
Keith Gardner, el encargado político de la minoría Republicana de la Cámara de Representantes de Nuevo México, tiene serias dudas sobre el enfoque del problema que tiene su estado.
"Va en contra de toda lógica que motivemos gente a venir a nuestro estado y a nuestro país de manera ilegal", afirma Gardner.
Su distrito incluye la ciudad de Roswell, famosa por otro tipo de inmigrante indocumentado. La creencia popular sostiene que una nave espacial se estrelló cerca de ahí, en el verano de 1947.
Main Street es un homenaje ramplón a toda cosa extraterrestre, donde un letrero críptico cuelga sobre un salón abandonado, ahora utilizado por los activistas en terreno del Partido Republicano.
"Recuerde, sólo usted puede impedir un estallido de histeria".
Gardner no cree caer en la histeria porque piense que algo debe cambiar.
"Los federales quieren lidiar con todos los asuntos en que no deben tener participación", dice, en relación las reformas a las políticas de salud.
"Y no les interesa hacer nada para entendérselas con asuntos que sí les competen".
Gardner opina que Nuevo México debería rechazar sus leyes y concentrarse en asegurar la frontera, un punto de vista compartido por al menos una política hispana de nota, Susanna Martínez, la candidata a gobernadora por el Partido Republicano, para las elecciones del próximo noviembre.
En un nervioso anuncio de campaña, Martínez promete preocuparse de la seguridad en la frontera y terminar con la práctica de entregarles licencias de conducir a los inmigrantes indocumentados.
"Cuando sea gobernadora, eso cambiará", afirma.
Los republicanos piensan que este enfoque sin concesiones a la inmigración puede apelar a vastos sectores conservadores de los hispánicos.
Votantes desilusionados
Sin embargo, una amenaza mayor para los demócratas, en todo el país, es que quizás este poderoso bloque de electores esté demasiado desilusionado para las elecciones de noviembre.
"Los hispanos están frustrados porque se nos prometieron reformas amplias a la inmigración", dice Ralph Arellanes, el director para el estado de Nuevo México de LULAC, la organización de hispánicos más antigua del país.
Arellanes dice que esta vez costará más movilizar a los votantes hispanos, dos tercios de los cuales votaron por Obama, en 2008,.
"La gente no está viendo el tipo de cosas que le entusiasmaban cuando votaron por él", dice.
Tratándose de inmigración, Arizona y Nuevo México son un par de extraños vecinos.