Por Hernán Felipe Errázuriz
El Mercurio
Denunciar los abusos de Chávez, Castro y de los demás gobiernos de izquierda en América Latina parece estar prohibido. Pocos se atreven a enfrentarlos. Ni siquiera Estados Unidos y Brasil, que podrían hacerlo. A un Obama debilitado no le interesa, y Lula está en campaña para que le suceda su candidata socialista.
Colombia ha proporcionado testimonios irrefutables del santuario que ofrece Venezuela a 1.500 terroristas de las FARC. El resto de los países no reacciona. A diferencia de Europa, Asia y de América del Norte, que califican de terroristas a las FARC, los gobiernos latinoamericanos consideran simples beligerantes a los narcoguerrilleros. Con esa ambigua calificación evitan denunciar en la Corte de La Haya al Presidente venezolano por eludir la Resolución 1373 de Naciones Unidas, que obliga a los estados a abstenerse de proporcionar apoyo, activo o pasivo, a quienes participen en la comisión de actos de terrorismo.
Para tratar estos abusos se reunió Unasur. El encuentro recuerda las reuniones preparatorias del Congreso de Viena, en 1815. Entonces el príncipe de Ligne afirmó: "Le Congrés ne marche pas, mais il danse". Unasur no camina, baila al son de la música de Chávez. Ni siquiera el secretario general de Unasur, Néstor Kirchner, se interesó por asistir a ese encuentro. Por algo Brasil, México, Colombia, Perú y Chile buscan asociaciones fuera de la región, como son los BRIC y APEC.
Tampoco parecería importar que se transgreda el libre comercio y que el proteccionismo vuelva como práctica corriente en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela.
Chávez impuso ya hace varios meses un bloqueo comercial a Colombia. Salvo los reclamos colombianos, los demás gobiernos guardan silencio. La incongruencia es manifiesta: esos mismos gobernantes reclaman por el embargo norteamericano a Cuba y aspiran a que se les rebajen los aranceles en otros mercados.
Venezuela ha impuesto obstáculos a las importaciones provenientes de Centro y Sudamérica. Ecuador también ha introducido barreras a las exportaciones y aumentado sus aranceles. Argentina discrecionalmente está impidiendo el ingreso de alimentos desde el exterior.
El realismo indica que Chile no puede actuar en solitario en contra de los abusos de Chávez: se requiere persistir en una diplomacia prudente para aunar voluntades con otras democracias no populistas. Aunque moleste, Chile tiene la autoridad e independencia suficientes para denunciar abiertamente las violaciones al libre comercio, uno de los principios permanentes de su política exterior. Esas transgresiones afectan a trabajadores y exportadores chilenos y de toda la región e impiden el desarrollo y la integración de América Latina. Para eso no tenemos que recurrir a Unasur: hay otros foros más serios.
Se requiere persistir en una diplomacia prudente para aunar voluntades con otras democracias no populistas.