Por Guillermo Arosemena Arosemena
Entre los historiadores ecuatorianos de la primera mitad del siglo XX, al analizar a Eloy Alfaro Delgado, no hay consenso sobre su ideología y relación con el sector privado, pero entre los contemporáneos, la mayoría de pensamiento de izquierda, lo describe como enemigo de los empresarios, llegando al extremo absurdo de sostener que fue el primer socialista ecuatoriano. Nada más alejado de la realidad. Eloy Alfaro fue, sin lugar a dudas, el Presidente más cercano a los empresarios que ha existido en Ecuador, muy por encima de Plaza, Yerovi, Arosemena Gómez, Febres Cordero y Durán Ballén. Alfaro fue pro empresa privada, las evidencias son abrumadoras, se observan a través de todos los actos en su vida.
Su ideología capitalista comienza en sus orígenes. Su padre, el español Manuel Alfaro González, fue empresario exitoso, de aquellos que comienzan como empleados y terminan siendo dueños de negocios. En efecto, Manuel, quien se había establecido en Montecristi alrededor de 1835, fue empleado de Manuel Antonio Luzarraga, español que llegó a Guayaquil como asistente de otro español dueño de goletas, y en menos de cuatro décadas se convirtió en uno de los hombres más ricos de Ecuador. Entre los negocios de Luzarraga se encontraba la exportación de todo lo que se podía vender en el exterior, incluyendo sombreros de paja toquilla. Manuel era quien compraba por cuenta de Luzarraga, estos productos elaborados en Manabí.
Cuando se independizó comercialmente, Manuel decidió seguir en el negocio de exportación de los mencionados sombreros. Llegó a tener una de las casas más elegantes de Montecristi. El propio Eloy afirmó que la casa de su padre fue una de los mejores en su tiempo. El historiador manabita Wilfrido Loor sostiene que tal afirmación es cierta por estar construida de piedra, ladrillo y madera; un escudo nobiliario adornaba la entrada. José Saenz y Díaz de la Academia Nacional de Historia de Venezuela, en su escrito sobre el padre de Alfaro sostiene que Manuel se consideraba sangre azul y para su hijo Eloy buscó como padrino a Agustín Villavicencio, el hombre más rico de Manabí en aquella época. Manuel adquirió algunas haciendas con el objeto de sembrar diferentes productos y tener ganadería; tuvo los recursos para traer un profesor de Europa y dedicarlo a la enseñanza de sus hijos.
Eloy frecuentemente acompañó a Manuel en viajes comerciales, especialmente a Panamá y otros países centroamericanos. Durante su exilio en Panamá, época de la Presidencia de Gabriel García Moreno, se desempeñó como próspero empresario; ese país se había convertido en importante mercado de bienes por el tránsito de extranjeros que comenzaron a llegar a raíz de la construcción del ferrocarril en 1850, el primero transcontinental, para trasladar a personas y carga desde Colón donde arribaban los barcos de Europa y Estados Unidos hasta ciudad de Panamá o en tránsito contrario. Posteriormente, el mercado de sombreros se amplió con la construcción del canal bajo la dirección de Ferdinand de Lesseps a partir de 1880 y luego bajo el control estadounidense, al ser usados por ciertos trabajadores para protegerse del radiante sol. Teodoro Roosevelt lo popularizó al usarlo cuando visitó la construcción del citado canal.
Después del fallecimiento de García Moreno, Eloy regresó a Ecuador e hizo crecer el negocio, generó mucho dinero que sirvió para pagar los estudios de dos de sus hermanos, Manuel y Medardo en Estados Unidos, donde estudiaban medicina; a su otro hermano Marcos, que estudiaba leyes en Cuenca, y cubría los costos de vida de su padre jubilado en Costa Rica. De su capacidad como empresario, Loor escribió: “Los negocios le dan el ciento por uno…Tiene alma de comerciante judío y se enriquece bárbaramente. Gana en ocasiones hasta mil duros diarios, en el Panamá, de los trabajos preparatorios para el Canal”. La moneda duro equivalía al peso fuerte. En Ecuador el peso fue usado hasta la creación del sucre en 1884. Para dimensionar el monto de ganancia de Alfaro, en los años veinte, es decir cuatro o más décadas después, el gerente de un banco en Guayaquil tenía 2000 sucres mensuales de sueldo.
Por haber vivido años en Panamá y conocido a gente importante de ese país, Alfaro se vinculó con la élite social y económica; se casó con Ana Paredes Arosemena, perteneciente a dos de las familias más distinguidas de ese país y de las más antiguas de América del Sur. Desde el siglo XVII, los antepasados de Ana ocuparon los cargos públicos más importantes de Panamá, como es el caso de Felipe Arosemena, Gobernador en 1684 y luego Alcalde.
Alfaro no sólo fue un buen empresario, también mostró gran talento en lo político, desde temprana edad cuando hizo oposición a García Moreno, demostró gran liderazgo que posteriormente lo usó para alcanzar la Presidencia. Los empresarios de Guayaquil siempre lo vieron como uno de su sector, no como un político en el que no se podía confiar. Todo lo contrario, entre él y los agricultores, comerciantes e industriales, siempre hubo buena química. Alfaro no podía ignorar que durante décadas había sido empresario, él se pertenecía a este sector, que en aquellos años no era tan injustamente criticado como en la actualidad.
Cuando Alfaro subió al poder, no existía el Estado Benefactor, hasta los primeros años del siglo XX, el colosal desarrollo económico mundial, se había logrado por la iniciativa del sector privado: creación de inventos para satisfacer las necesidades latentes y no latentes del consumidor. Recién la izquierda comenzaba a nacer y los escritos de Marx, atacando a las actividades productivas por ser “explotadoras”, no se habían popularizado. En el mundo, el Estado invertía en seguridad, educación y un poco en salud, el resto era inversión del sector privado. A nivel mundial, apenas 10% de la economía era manejada por el Estado, actualmente es más de 50%. El ingenio humano y la libertad económica habían permitido a países salir de la pobreza y algunos convertirse en potencias mundiales. En Ecuador, bancos privados actuaron como bancos de desarrollo, prestando dinero a los distintos gobiernos, para financiar el presupuesto del Estado. Alfaro recurrió frecuentemente a ellos.
Desde el primer momento en que Alfaro entró a la vida pública, consideró a los empresarios como amigos y asesores. En sus dos administraciones, Alfaro estuvo en permanente en contacto con ellos, lo que favoreció a la transformación económica de Ecuador. Por su estrecho vínculo con el sector privado, los enemigos de Alfaro frecuentemente lo acusaron de favorecerlo.