Por Carlos Escarrá Malavé
Nuestro Libertador, como precursor en muchos aspectos para las ciencias jurídicas, políticas y sociales, tuvo la oportunidad de emitir sus criterios en relación al ejercicio de la libertad de expresión, a la que concibió supeditada a los intereses supremos de la República y del pueblo, en aras de procurar que la misma atendiera al verdadero bienestar del pueblo y no en su contra, como elemento de destrucción y de perjuicio. Así, Bolívar fue claro en manifestar a través de varios de sus Decretos que el ejercicio de la libertad de expresión no podía encontrarse en contra de la moral pública, por atender a un interés supremo del Estado al que todos y cada uno de sus ciudadanos debían coadyuvar.
En tal sentido, Bolívar expresó: “Que las censuras, observaciones y consejos que se permitan, tratando de los negocios y personas públicas, estén caracterizados por la moderación y la decencia. La imprenta no será por esto menos libre, pues no consiste la libertad en la capacidad de ofender, y producirá todo el bien que debe esperarse de ella”. Constituye ello el reflejo de la postura de El Libertador en torno a la libertad de expresión, producto de la concepción que Bolívar poseía en relación al rol del Estado, de la moral y la educación, como piezas fundamentales dentro de la existencia del mismo, siendo ello otras de las grandes influencias que Bolívar recibió de su insigne maestro Simón Rodríguez, quien en su obra titulada “Las Sociedades Americanas en 1828. ¿Cómo Serán y Cómo Podrían Ser en los Siglos Venideros? Primera Parte: Luces y Virtudes Sociales”; tuvo la oportunidad de expresarse en relación al ejercicio de la imprenta y de la libertad de expresión, señalando: “La libertad de imprenta, como todas las libertades, está sujeta a la razón. La de pensar que es más independiente de todas, sin esta sujeción es fantasía. ¿Pero qué es la libertad, qué es razón, qué es fantasía?
El abuso de las palabras ha llegado, en nuestros tiempos al extremo. De no escribir palabras a escribir sin medida, se ha pasado casi de repente, quebrantado todos los preceptos. Es menester buscar el medio entre los extremos. A la sana razón, determinar este medio y al gobierno, fijarlo. La razón cumple con su encargo diciendo que, para gozar de los bienes de la libertad, la imprenta no debe tener otros límites que los que pone el respeto debido a la sociedad”. Bajo esta línea de pensamiento es que El Libertador emite en Chuquisaca, en 1825, un Decreto mediante el que se prohíbe la impresión de contenidos obscenos o contrarios a las buenas costumbres en cualquier clase de publicación, teniendo por fundamento tal medida, la protección de un interés superior a la propia libertad de expresión como lo era la moral pública. A su vez, el propósito de El Libertador era establecer la gran relevancia que detentan los intereses del Estado, los cuales no podían verse perjudicados en función del pretexto de mantener incólume, en una forma irracional los excesos cometidos por los ciudadanos, logrando así establecer una armonización entre los derechos personales y los intereses de la sociedad, donde necesariamente deben ceder los primeros para lograr la efectiva vigencia de los segundos, en forma tal de alcanzar una sociedad que se desarrolle en forma armónica.
Valgan estas reflexiones para analizar los asquerosos actos que han venido cometiendo los medios de comunicación en esta última semana, solamente orientados por el propósito de dañar al gobierno revolucionario, en un intento desesperado por incidir en lo que ello muy bien saben pasará el próximo 26 de septiembre. El pueblo lo sabe, y por eso, sigue marchando hacia nuestro destino que es la victoria.