Por Guillermo Arosemena Arosemena
(Puede verse también las Partes I, II y III de este trabajo)
Las administraciones de Alfaro estuvieron permanentemente cortas de dinero, los ingresos del presupuesto no fueron suficientes para cubrir las necesidades de los enfrentamientos armados, además de las obras que quería hacer. Su primera administración tuvo que enfrentar serios obstáculos económicos, financieros y de otra naturaleza. En 1896, Guayaquil fue arrasada por un incendio devastador que destruyó 80 manzanas; en menos de 72 horas, la riqueza privada y pública de Guayaquil desaparecieron.
Los Bancos cerraron sus puertas por 15 días para inventariar documentos logrados salvar. En el incendio, se quemaron la mayoría de los pagarés, acciones de empresas en custodia o garantía, cédulas hipotecarias, letras de exportación y testamentos.
La nueva Ley de Bancos de 1897 encaminada a fortalecer la moneda al modificarse la relación entre reservas en metales preciosos y emisión de billetes, irónicamente causó duro golpe en la economía del país. En la antigua ley, los Bancos podían emitir billetes hasta el triple de sus reservas, con la nueva, solamente hasta el doble. Este cambio mermó el medio circulante, en momentos en que Guayaquil lo necesitaba para reponer las cuantiosas pérdidas ocasionadas por el incendio. La escasez de moneda sumada a la caída de las exportaciones debido al exceso de lluvia que destruyó las cosechas de cacao y otros productos exportables, repercutieron en el valor del dólar, llegando a cotizarse a s/.2.25, cuando el tipo de cambio era 2. Para cooperar con Alfaro, los banqueros y más importantes comerciantes firmaron un convenio que evitó la escalada del dólar y la libra esterlina.
Paralelamente, Alfaro solicitó a la Cámara de Comercio de Guayaquil (CCG) la opinión sobre el sistema monetario que Ecuador debería tener, si seguir con el bimetalismo o adoptar el patrón Oro. Eloy Alfaro reconoció la misión de esta institución cuando en la ceremonia inaugural de su reorganización, Serafín S. Wither, Ministro de Hacienda, admitió que la CCG proporcionaría al Ejecutivo ”... un Cuerpo Consultivo que con sus luces y experiencia en los negocios, coadyuve con el Gobierno para que las medidas que se adopten, produzcan el resultado que se desea”.
En 1898, la CCG entregó su informe a Alfaro, recomendando la adopción del Patrón Oro. Este sistema ofrecía a Ecuador varias ventajas pues atraería la inversión extranjera, repatriación de capitales de ecuatorianos, estimularía la reducción de la tasa de interés al igual que la de inflación y acrecentaría la riqueza nacional. Alfaro aceptó la recomendación y el sucre pasó a ser respaldado por oro. El nuevo sistema monetario mantuvo la estabilidad cambiaria hasta 1914, cuando se inició la Primer Guerra Mundial.
Irónicamente, el mismo Gobierno que promulgó la Ley de Monedas de 1898, con miras a sanear la moneda, trató de interrumpir el proceso de fortalecimiento del sucre. Ante la urgente necesidad de armarse para prepararse frente a futuros enfrentamientos bélicos, el Presidente Alfaro sorprendió a la empresa privada, al decretar una emisión inorgánica de 2 millones de sucres, es decir sin respaldo metálico alguno y que él definió como una “contribución extraordinaria”. El plan de Alfaro fue usar la mitad de esa suma para reponer y mejorar las fuerzas armadas y garantizar su permanencia en el poder.
La noticia fue recibida con alarma y causó fuerte oposición; los empresarios cansados de trabajar en una economía inestable y volátil, y preocupados de que sus patrimonios lo continuaran erosionando, gestionaron ante Alfaro, la supresión de la desacertada medida, proponiendo como alternativa otorgar al Gobierno un préstamo por un millón de sucres en moneda fuerte, reembolsable con el producto del ramo de sal.
En palabras de Alfaro:
”...Tenía yo el propósito de emplear la mitad de esta suma en reponer y mejorar los elementos bélicos, tan necesarios para mantenernos en estado de hacer frente al enemigo común, que nunca interrumpe sus maquinaciones ni deja de sus manos la tea de la discordia civil. Iba a llevarse a cabo el decreto cuando en hora propicia se me presentó en Guayaquil un grupo de generosos patriotas que, aconsejados por el sentimiento de la concordia, tuvieron la nobleza de ofrecerme un millón de sucres en empréstito voluntario[…] Prefiriendo no emplear medidas violentas, por más que ellas fueran exigidas por la salud pública, acepté sin vacilar aquella oferta oportuna”.
El préstamo dio origen a la formación de la Sociedad de Crédito Público, establecida con un capital de 400.000 sucres. Entre los accionistas fundadores se encontraron Martín Reimberg, Lautaro Aspiazu, Luis Adriano Dillon, Ramón Mejía, Emilio Estrada, Max Muller, Fortunato Salcedo, Vicente González Bazo, J. Wheeler y George B. Nixon. Esta empresa manejó la explotación de la sal que era monopolio del Estado, hasta la cancelación del préstamo; funcionó durante muchos años, enfrentando la hostilidad de grupos que desearon su liquidación, alegando que causaba perjuicio a los intereses del fisco.
