Por Guillermo Arosemena Arosemena
(Puede verse también las Partes I, II, III, IV y V de este trabajo)
Desde fines del siglo XIX, el cacao ecuatoriano comenzó a tener severa competencia de las colonias africanas británicas que habían iniciado siembras masivas del grano. La entrada de estas últimas al mercado mundial empezó a afectar el precio del cacao. La competencia representaba menos ingresos de divisas para Ecuador. En 1899, frente a este panorama sombrío, Vicente González Bazo, prestigioso empresario y propietario de la Revista Comercial que se publicaba en Guayaquil, presentó a Eloy Alfaro un proyecto relacionado con la creación de la Compañía Nacional de Cacao del Ecuador, cuyos propietarios serían todos los productores y exportadores de cacao. Alfaro acogió el proyecto y lo envió al Congreso. En su mensaje a los legisladores expuso:
“Los autores del proyecto indicado se proponen, mediante combinaciones mercantiles que llevaría a cabo la Compañía, obtener mejores precios para el cacao en los mercados extranjeros; lo que indudablemente produciría alza de precio del artículo en el país y aumento de rentas para el Erario[…] No sería, pues, un monopolio, en el sentido económico de la palabra, la concentración del cacao en manos de una Sociedad; sino mas bien una liga comercial entre productores y exportadores del referido grano para darle mayor valor y aumentar, por consiguiente, el desarrollo de su producción, las utilidades privadas y entradas al Fisco[…] El carácter popular que entraña la Compañía Nacional de Cacao del Ecuador, la pone al alcance de todas las clases sociales; de suerte que sólo quien no quisiera tomar parte de esta nueva empresa comercial quedaría sin acciones de ella. Dada la inteligente laboriosidad y honradez tradicional de los comerciantes del Guayas que serían los directores de este negocio el país pudiera prometerse magníficos resultados para la riqueza pública y la riqueza privada”
En su exposición Alfaro también propuso reducir los impuestos a la exportación de cacao y demás frutos del país, para desarrollar la agricultura. Una vez más, Alfaro se identificó con los empresarios y se interesó para que ellos ganaran dinero; Alfaro conocía muy bien que al hacerlo, el país se beneficiaría por el aumento de puestos de trabajo y mayor recaudación de impuestos. Las estrechas relaciones entre los sectores público y privado durante las administraciones de Alfaro, no se habían visto antes ni se verían después. Alfaro conocía muy bien que para los países prosperar debía existir un entorno favorable al sector privado que dé confianza a la inversión, situación que no ocurre en la actualidad, según los indicadores Facilidad para Hacer Negocios, publicado anualmente por el Banco Mundial y Facilidad Comercial del Foro Económico Mundial.
La Compañía Nacional de Cacao del Ecuador (CNCE) no logró hacerse realidad, pero una década más tarde, por motivo que los precios del cacao se habían deteriorado, se creó la Asociación de Agricultores en Guayaquil, institución muy similar a la CNCE, en la que participó el 80% de los productores y exportadores de cacao. Funcionó hasta 1926, cuando fue liquidada por los militares de la Revolución Juliana.
Alfaro no se limitó a apoyar al sector de cacao, lo hizo con otros sectores de la economía e incluso trató de fomentar nuevos sectores como la piscicultura; con la aprobación del Congreso solicitó un “ligero apoyo pecuniario del Gobierno cuando sea menester”. Alfaro se refirió a ayuda como “garantía de intereses sobre capital, concesión de privilegio o alza o baja de derechos de importación”. Él se adelantó a todos los países emergentes cuyos gobiernos tienen leyes especiales para promover los negocios. Recientemente la prensa internacional informó que el Gobierno de China, por haber subsidiado la exportación de módems (accesorio usado en Internet) tenía un conflicto con la Organización Mundial de Comercio. A pesar de estar ese país gobernado por socialistas, los dirigentes conocen que es indispensable el apoyo al sector privado para salir de la pobreza. Décadas antes de que en los cincuenta el gobierno ecuatoriano promulgara la ley de desarrollo industrial, apoyado por los organismos multilaterales y antes de la existencia de éstos, Alfaro impulso una ley para fomentar la industrialización en el país y así ayudar a diversificar la economía.
Alfaro defendió a los empresarios, como ningún otro presidente lo ha hecho. En una ocasión Lizardo García, quien tuvo serias diferencias con él, acusó a un grupo de empresarios de beneficiarse de negocios con el Estado. Alfaro los defendió en los siguientes términos:
“Las sombras de especulación de mala ley que lanza el señor García contra la Sociedad de Crédito Público, pone de relieve la inquina gratuita contra mí. El informe detallado y minucioso que representa el interventor don J. Eleodoro Avilés por las operaciones correspondientes a los años de 1899 y 1900, pone en manifiesto la buena fe y lo beneficioso que ha sido para el Fisco el establecimiento de dicha Sociedad”.
“Resalta más el temerario encono político de don Lizardo García, si se considera que entre los accionistas figuran los nombres intachables y de lo principal en el alto comercio de Guayaquil, de los señores Dario,Virgilio y Horacio Morla, Reyre Hermanos, Lautaro Aspiazu, Jacinto Caamaño y otros más, que tomaron parte en la mencionada Sociedad, para servir al país y librarle de una contribución de guerra que se imponía como consecuencia de la revolución conservadora que terminó en la batalla del Chimborazo”.
Los nombres mencionados corresponden a los empresarios más ricos de Ecuador. Los hermanos Morla y Aspiazu estaban entre los productores y exportadores más grandes del país, quienes además tenían otros negocios. Los primeros crearon el Instituto Agronómico Morla en la primera administración de Alfaro, para mejorar el conocimiento de los agricultores y uno de ellos fue ministro de Estado de Alfaro. Caamaño, era dueño de Tenguel, hacienda que junto con La Clementina de la familia Durán Ballén, eran las haciendas de cacao más grandes del mundo en aquella época.
Alfaro tuvo muy estrecha relación con Francisco Urbina Jado, gerente del Banco Comercial y Agrícola, quien frecuentemente le prestó dinero al Estado ecuatoriano para financiar los proyectos de Alfaro. En más de una ocasión Alfaro le agradeció públicamente por los servicios prestados al país. Los bancos guayaquileños y quiteños
En menor escala por ser más pequeños, fueron bancos de desarrollo del país desde 1860 hasta 1925.