Por Armando Ribas
La trascendencia mediática que han tenido las últimas declaraciones de Fidel Castro, muestran a mi juicio un hecho incontrovertible. La situación después de más de 51 años de tiranía mesiánica afecta los sentimientos de los cubanos dentro y fuera de Cuba. Lamentablemente esa misma situación muestra el cinismo prevaleciente en el orden ideológico y político en el mundo. Esa trascendencia, más allá de la persistencia de los movimientos terroristas en el continente, afecta directamente el panorama político que se percibe en la Atlántida. El socialismo, el nuevo nombre de la demagogia como la describiera Aristóteles, se ha apoderado de los procesos democráticos.
El mundo, y por supuesto la Unión Europea incluida, permanece incólume ante los crímenes de los Castro y sus secuaces, pues parece haberse aceptado que matar en nombre del pueblo (demo) no viola los llamados derechos humanos. Y esta esencia política tiene su origen en la ignorancia de los principios que fundaran la nación a la que le debemos no ser Nazis o comunistas. Es decir los Estados Unidos de América.
Esa ignorancia implica desconocer la antítesis entre los derechos individuales y los derechos humanos. En esta última clasificación se desconoce y tergiversa el principio del derecho del hombre a la búsqueda de su propia felicidad. Consecuentemente es el Estado en nombre de los derecho generales el encargado de proveerla y así la izquierda se apropia del poder político absoluto en nombre del pueblo. Es decir aparece lo que Jefferson denominara un despotismo electivo, tal como lo fueran Hitler y Mussolini, en su oportunidad.
No olvidemos tampoco la sabiduría de James Madison cuando escribiera en El Federalista: “Cuando una mayoría se puede unir rápidamente y oprimir a una minoría, (Pluto) bien puede decirse que nos encontramos en el estado de naturaleza, donde el individuo más débil está a merced de la violencia del más fuerte”. O sea el principio de que las mayorías no tienen el derecho de violar los derechos de las minorías es la esencia del proceso de libertad que se iniciara en Inglaterra con La Glorious Revolution y continuara y perpetuara con el Milagro de Filadelfia en 1787.
Es indudable que la semántica política sigue afectando las posibilidades de la libertad en el mundo y particularmente en nuestro continente al Sur del Río Grande. Una vez que aceptamos la división política entre derecha e izquierda, hemos perdido la batalla ética. Ambas denominaciones expresan juicios de valor apriori. La derecha es egoísta a favor de los ricos (Pluto), y la izquierda es generosa a favor de los pobres. Por supuesto el pecado es la avaricia y la virtud la voluntad de poder. Esta definición de virtud no se le ocurrió a Sócrates. Así el llanto por los pobres se constituye en el instrumento de acceso al poder para hacerse rico en el medio de la pobreza. Y consecuentemente el Estado en nombre de los derechos del pueblo viola los derechos individuales y se constituye en la causa determinante de la pobreza colectiva.
Cada vez mas pareciera que ante los ojos del mundo la virtud política se traduce en una mejor distribución de la riqueza. No obstante esta falacia ética prevaleciente, se ignora la diferencia de riqueza entre los hermanos Castro y sus secuaces y el resto de los cubanos que sufren toda clase de privaciones, en un país que en 1960 tenía el mayor nivel de vida de América Latina. Pero claro ellos representan la generosidad de la izquierda.
Otra falsa alternativa ética es la que representa de una parte el capitalismo materialista y el socialismo aparentemente espiritual. Voy a insistir en que los sistemas no son económicos sino que la economía es el resultado del sistema ético político y jurídico prevaleciente. Es por ello que hasta que se reconociera y aplicara el sistema del Rule of Law, mal denominado por Marx capitalismo para descalificarlo éticamente, no comenzó la creación de riqueza en el mundo. Pero el mundo y particularmente la Unión Europea parece necesitar nuevamente de las traducciones de Maimonides y Averroes para reconocer nuevamente a Aristóteles que igualmente había sido ignorado en Occidente durante la Edad media. Así podrían conocer la descripción de la demagogia como la corrupción de la democracia. Y puedo repetir que ya Aristóteles había considerado una iniquidad el repartir el dinero de los ricos (Pluto) entre los pobres. Y ese criterio fue reconocido por Alexander Hamilton en la Carta 1 de El Federalista, que la debiera leer Obama, donde escribió: “Una peligrosa ambición subyase bajo la especiosa máscara de la defensa de los derechos del pueblo”. Por ello no me canso de repetir que el socialismo no es mas que la denominación que le diera el Iluminismo a la demagogia.
Una prueba reciente de ese proceso, es la crisis de la Unión Europea en nombre del estado de bienestar. Y por supuesto el mismo sistema que limita la creación de riqueza en los países desarrollados es el que determina la pobreza en los países en desarrollo. Por ello es necesario que se reconozca que no hay países ricos y países pobres, sino países que generan riqueza y países que generan pobreza. Y solo genera riqueza donde hay libertad y se respetan los derechos individuales. Por tanto la solución de la pobreza no está en el reparto, sino en la posibilidad de creación de la riqueza.
Puedo concluir entonces que la lucha contra la izquierda demagógica no se encuentra en el plano de la economía sino de la ética y la política. No debemos insistir entonces en las virtudes de la economía de Mercado, sino en la seguridad de los derechos individuales a la vida, a la libertad a la propiedad y a la búsqueda de la propia felicidad, y así como en la conciencia de la naturaleza humana como condición de la necesidad de la limitación del poder político. En otras palabras mostrar la falacia ética de la izquierda de llorar por los pobres para hacerse del poder político absoluto y ser rico en medio de la pobreza. Y no olvidemos que Fidel Castro es el mejor ejemplo viviente de ese modelo de sabiduría política en el medio de la demagogia.