De acuerdo con las estimaciones de NBC News, el 28 de agosto último se reunieron en Washington más de trecientas mil personas convocadas por Glenn Beck. Otras fuentes calculan cuatrocientas mil, pero en cualquier caso todas saturadas de los reiterados atropellos del aparato estatal en sus vidas.
Resulta de gran interés hacer notar la homogeneidad de las manifestaciones del público frente a los requerimientos periodísticos. Personas de las más diversas edades y condiciones sociales, provenientes de muy diferentes lugares del país, se pronunciaron en contra de la inaudita y creciente deuda gubernamental, de los impuestos confiscatorios, del astronómico défict fiscal y, sobre todo, de la decadencia de valores morales propugnadas y alimentadas por la burocracia tanto del poder ejecutivo como del legislativo. Estas declaraciones subrayaban que sus demandas estaban dirigidas por igual a los dirigentes del partido republicano y a los demócratas. En este sentido es que la marcha multitudinaria se declaró apolítica, aunque se reconocía claramente la pertenencia de la mayoría de los asistentes al Tea Party como movimiento que pretende volver a los principios de los Padres Fundadores basados en el iluminador antecedente histórico del inicio de la revuelta contra la corona inglesa en el siglo dieciocho.
Entre los varios oradores, se destacó Beck como el organizador quien puso de relieve que “algo más allá de la imaginación está sucediendo” en Estados Unidos. También habló Alveda King, la sobrina de Martin Luther King, a quien se conmemoró a cuarenta y siete años de su discurso conocido como “Tengo un sueño”. Asimismo, se dirigió a la multitud Sarah Palin quien destacó que no hablaba como política sino como madre de un soldado y al efecto de contrarrestar la noción de que hay que “transformar” el país y, en su lugar, contribuir a “restaurar” los valores de Estados Unidos. Por su parte, Clarence B. Jones, ex abogado de Martin Luther King y quien escribía sus discursos -hoy profesor visitante en la Universidad de Stanford- declaró que si King viviera “estaría honrado y satisfecho con esta marcha”.
Las referencias recurrentes a Dios por parte de los oradores en este acto masivo no debe ser vista como una parcialidad religiosa ni en contradicción con “la teoría de la muralla” jeffersoniana en cuanto a la imprescindible separación entre el poder político y la religión, sino referido a las expresiones de los Padres Fundadores respecto al origen de los derechos insertos en la naturaleza de los hombres, anteriores y superiores al establecimiento de todo gobierno, en las antípodas de la ingeniería social y la pretendida construcción y diseño de las facultades de cada persona para administrar su vida, libertad y propiedades. De todos modos, conviene advertir que este es un tema sumamente delicado y resbaladizo puesto que constituye un peligro enorme el vincular la religión con el poder puesto que quienes piensan que tienen la verdad absoluta revelada están, en ese carácter, incapacitados para encarar una gestión gubernamental. De allí al espíritu inquisitorial y la “guerra santa” hay solo un paso.
Salvo honrosas excepciones, en general otros medios distintos a Fox News, cadena a la que pertenece Glenn Beck, y los programas de radio más escuchados en Estados Unidos, la cobertura del evento resultó muy mediocre y parcializada debido precisamente a la posición del mencionado conductor en cuanto a la defensa de los fundamentos de la sociedad abierta que lleva a cabo en la emisión diaria de sus programas dirigidos a audiencias masivas. Por ejemplo, el mismo día de la marcha, en CNN, John Avlon, incapaz de disimular su parcialidad intolerante y reaccionaria, aludió a Glenn Beck como un demagogo que alienta el odio para hacer negocios paralelos con sus libros y otros menesteres. Y no es que estos comentarios signifiquen que el que estas líneas escribe suscriba todo lo dicho en los referidos programas, ni siquiera todo lo expresado en la manifestación de la semana pasada en Washington a que venimos aludiendo. De lo que se trata es de enfatizar las tendencias básicas que suscriben los organizadores y participantes al efecto de poner coto a los desmanes del Leviatán que, de un tiempo a esta parte, se encuentra desbocado y en franco y acelerado apartamiento de lo que se conoce como el “american way of life” para, en cambio, copiar las fallidas recetas de las que en su momento habían escapado horrorizados los colonos estadounidenses.
Tampoco se trata de suscribir cierto militarismo que flota de tanto en tanto en algunos de los antedichos programas radiales y televisivos puesto que si de Padres Fundadores se trata conviene recordar el total rechazo a las intervenciones militares en otras regiones del mundo, especialmente por parte del general George Washington, idea tomada, entre muchos otros, por el ex presidente John Quincy Adams, quien, como he recordado en otra ocasión, siendo secretario de estado de James Monroe en 1821 afirmó: “América [del Norte] no va al extranjero en busca de monstruos para destruir. Desea la libertad y la independencia para todos. Es el campeón solamente de las suyas. Recomienda esa causa general por el contenido de su voz y por la simpatía benigna de su ejemplo. Sabe bien que alistándose bajo otras banderas que no son las suya, aún tratándose de la causa de la independencia extranjera, se involucrará más allá de la posibilidad de salir de problemas, en todas las guerras de intrigas e intereses, de la codicia individual, de envidia y de ambición que asume y usurpa los ideales de libertad. Podrá ser la directriz del mundo pero no será más la directriz de su propio espíritu”.
También esta idea, en la que, como queda dicho, insistió el primer presidente norteamericano, fue resumida por el senador por Kentuky y también ex secretario de estado, Henry Clay, quien manifestó en la Cámara, en 1852: “Por seguir la política a la que hemos adherido desde los días de Washington hemos tenido un progreso sin precedentes, hemos hecho más por la causa del la libertad en el mundo que lo que las armas pudieran hacer, hemos mostrado a las otras naciones el camino de grandeza y la felicidad. Pero si nos hubiésemos visto envueltos […] en guerras […] ¿Dónde, entonces, estaría la última esperanza de los amigos de la liberad en el mundo? […] Deberíamos mantener nuestra propia antorcha brillando en las costas occidentales, como una luz para todas las naciones”.
Recordemos los fiascos de Corea, Vietnam, Kosovo, Bosnia, Somalia, Haití y ahora, Irak y Afganistán con las espantosas muertes, ruina de tantas vidas, hemorragia de recursos y cercenamiento de libertades en nombre de la seguridad, en lugar de usar los treinta y cuatro departamentos de inteligencia en funciones para dar caza a los asesinos que produjeron la masacre del 11 de septiembre.
Según Bill O`Reilly -el conductor del programa televisivo más visto en cable de Estados Unidos- “hoy nadie es capaz de reunir a una aglomeración semejante a la convocada por Beck”. En ese multitudinario acto en el que no hubo un solo caso en el que asomara el menor atisbo de expresión violenta, el organizador invitó a que se redoble “la fe en los valores y principios que nos hicieron grandes”, pero mucho más allá de los oradores, insistimos en que lo trascendental de la manifestación del sábado pasado consistió en las características de la gente que asistió. Una demostración que puso en el primer plano las enormes reservas morales de esa gran nación que ha venido deslizándose por una peligrosa pendiente en sentido contrario a los fundamentos de la sociedad abierta. Durante demasiado tiempo se aceptó la insolente intromisión del gobierno en los negocios particulares hasta desembocar en una estrepitosa crisis que se pretende paliar con más de lo mismo: subsidiando a empresarios ineptos e irresponsables con los dineros del contribuyente sea vía fiscal o a través de la monetización de la deuda con lo que se agrava notablemente la situación y se preparan las condiciones para una nueva crisis de dimensiones peores que la anterior.
Al día siguiente de la concentración, el domingo último, se puso en el aire el reportaje televisivo que le había efectuado el muy riguroso, equilibrado y exigente periodista Chris Wallace, el mismo día sábado, inmediatamente después del acto. En esa entrevista, Glenn Beck aseveró que “tanto los dirigentes republicanos como los demócratas han perdido su alma” pero la base del problema no estriba en “la política que es una consecuencia sino en cada uno de nosotros, en nuestro interior”. También enfatizó que el mensaje esencial de la gente en esa asamblea “consistió en demostrar su disgusto y preocupación con la dirección que lleva el país” y que personalmente circunscribía su coincidencia con el movimiento a favor de los derechos civiles de los años sesenta “en cuanto a la igual justicia para cada uno independientemente del color de la piel” puesto que “la raza no debe estar en la política” y mucho menos introducir conceptos absurdos como que “la salvación es un asunto colectivo y no personal e individual según sea el comportamiento de cada cual”. Por último, Wallace le preguntó sobre sus planes para el futuro dado su notable éxito en sus programas de alcance masivo y, ahora, su llamativa capacidad para congregar a cientos de miles de personas que confían en el, “en otros términos se habla de la fórmula presidencial para el 2012 Beck-Palin”, a lo que el entrevistado respondió que rechazaba de plano esa posibilidad.