Por Luis M. Navarro D.
Una vez concretado el zarpazo contra la voluntad popular, manifestada en el referéndum de 2006 y refrendado con los resultados de las elecciones a la Asamblea Nacional, en la que las fuerzas democráticas pasaron a ser mayoría -de acuerdo a los sufragios obtenidos-, está claro que el régimen pasó abiertamente del autoritarismo al totalitarismo.
La aprobación de un chorizo de leyes, cada una más violatoria de la Constitución que la otra, apunta -con la excusa de socorrer a los damnificados- a cercenar, acorralar y constreñir los más elementales derechos humanos, las libertades individuales y colectivas, la autonomía universitaria y el valor del sufragio, entre otras aberraciones; además de amargarnos las navidades a la gran mayoría de los venezolanos, da otro paso hacia la meta de apropiarse de todos los bienes de producción y manifestación cultural para, a final de cuentas, implantar todo lo nefasto de los regímenes comunistas y sus consecuencias.
Los totalitarismos de izquierda -que no los gobiernos democráticos izquierdistas como los de las naciones nórdicas, Chile o Brasil-, a través de la historia han demostrado, sin importar su evidente incapacidad para producir riqueza y bienestar, que lo primordial es adueñarse de todos bienes de producción para someter a sus pueblos y obligarlos a mendigar alrededor de la discrecionalidad del Estado, que en estos casos es el mismo gobierno.
Resulta esencial para tales dictaduras doblegar también todas las manifestaciones de formación y manifestación cultural, llámese escuelas, universidades, centros de formación, medios de comunicación social, Iglesia y hasta las fuerzas armadas, para -¡qué horror!- sacar provecho a lo que en términos economicistas capitalistas se denomina plusvalía; sometiendo a tales instituciones y explotando, en estos casos, la plusvalía ideológica, con énfasis en ciudadanos con manifiestas carencias de conciencia y educación: el pensamiento único.
Qué nos queda, entonces, a los que no estamos dispuestos a que en Venezuela se instaure definitivamente las hambreadoras e infaustas políticas represivas y fracasadas como la soviética, cubana y norcoreana: defender la Constitución. Ante cada ley, aprobada entre gallos y media noche en las últimas madrugadas, violatoria de nuestra Carta Magna, sólo tenemos como alternativa cumplir y hacer cumplir el máximo contrato de convivencia social que una nación se puede dar.
El escenario que se nos presenta en este ya por llegar 2011 no es nada fácil. Nos espera un ejercicio diario de resistencia democrática y constitucional, que busque obligar al régimen a regresar al redil de la Constitución, de donde se salió hace tiempo y hacer respetar nuestros derechos y nuestra condición de mayoría evidente.
Toda esta situación -la aprobación de la ley anti salto de talanquera hasta la de universidades- pone en evidencia a un régimen aterrorizado por el miedo que da el saberse cada día más en franca minoría y aborrecido por un pueblo que alguna vez le depositó sus esperanzas de cambio y bienestar, basado en un proyecto que degeneró en un plan maquiavélico unipersonal para, a toda costa, mantenerse en el poder; incluso por encima de la voluntad mayoritaria y de la vida de quienes osen oponerse a un régimen que ha demostrado, hasta la saciedad, no tener escrúpulos a la hora de subyugar a todo un pueblo.
Es por ello que debemos estar preparados. No basta con meras declaraciones epilépticas y reactivas por parte de los representantes de los partidos políticos, es necesario ir más allá. Traducir los pensamientos y deseos en acción y la mejor de ellas es exigir cumplir la Constitución. Ninguna ley está por encima de ella. Menos aquellas leyes clandestinas. De lo abstracto a lo concreto, no sólo hay que hacer sentir la sensación de que somos mayorías hay que demostrarlo con acciones que se reproduzcan en todo el país.
Debido a las circunstancias y al panorama que está por venir y con el respeto que se merecen mis conciudadanos y lectores, cambio el tradicional feliz año nuevo 2011 por el de una ¡Feliz resistencia 2011! La lucha que nos espera es ardua pero lo mejor es que no existe justificación alguna para claudicar hasta ver libre a Venezuela de la tiranía. ¡Viva la libertad, feliz resistencia 2011!
El autor es consultor en gerencia de imagen, comunicación integral y recursos humanos.