Don Mario, aun habiendo recibido uno de los premios Nobel más merecidos, por su obra y hombría de bien, se equivoca como todo humano, al contrario de los políticos que siempre tienen razón (o esconden la verdad). En su columna "Lo privado y lo público", publicada en El País, yerra y tiene, de antemano, la batalla perdida porque el "fenómeno Wikileaks", que condena, es un episodio de una evolución natural geométrica. Ya en 1999, McNealy, de Sun Microsystems, se mofó irreverentemente: "ya tienen cero privacidad. Supérenlo".
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