La deuda pública, no importa el país, es una de las más grandes farsas que existen. Imagínese lo siguiente: el Gobierno gasta más de lo que le ingresa en impuestos, por lo que “necesita” endeudarse. En algunos países la deuda es comprada por el banco central, quien imprime dinero sin respaldo para entregarlo al Gobierno. Literalmente, una falsificación legal. En otros casos, inversionistas entregan dinero a cambio de los llamados “bonos del tesoro” y una promesa de pago de intereses. En ambos casos, el Gobierno ha hipotecado los ingresos futuros de sus ciudadanos. En la mayoría de las naciones, a lo largo de la historia, este proceso sigue de manera tan irresponsable que los gobernantes conducen al país a una crisis financiera. Estados Unidos, con todo su poderío económico, parece haber dado un paso más en esa dirección.
Los gobernantes siempre encuentran una buena razón para endeudar a sus ciudadanos. Y los ciudadanos parece que nunca aprenden que la deuda pública raras veces trae beneficios. Tan nefasta es esta política, que la deuda nunca disminuye; solo aumenta. ¿Con qué dinero cree que se pagan las deudas que van venciendo? ¡Con más deuda que sirve para pagar hasta los intereses acumulados! Es una farsa tan grande que mejor dejaron de medir el endeudamiento en términos absolutos. Ahora prefieren presentarlo como porcentaje del tamaño de la economía (PIB) para dar la falsa impresión de que las deudas no crecen tan rápido. El endeudamiento público únicamente baja cuando los gobernantes arbitrariamente repudian la deuda o cuando, ante la imposibilidad de pagarla, los inversionistas la condonan.
De vuelta a los EUA, es poco probable que vayan a incumplir con el servicio de su deuda pública. Después de todo, solamente necesitan imprimir el dinero para pagarla… Sin embargo, nosotros no tenemos ese privilegio. El irresponsable endeudamiento público que estamos padeciendo llegará a su límite cuando perdamos la credibilidad internacional. En ese momento recibiremos la totalidad de la factura vía una crisis fiscal y económica. Es la misma historia vivida en otras épocas por otros países, y más recientemente por griegos y portugueses. Bien dice el refrán que “Aquellos que no conocen la historia están condenados a repetirla”.