Por Edwin J. Asturias
El Periódico, Guatemala
En 1936, el Imperio Británico franqueó una crisis en su gobierno monárquico, con la abdicación de Eduardo VIII. El ungido heredero del trono, renunciaba por el amor de una mujer norteamericana divorciada que le impedía asumir como Rey y supremo de la Iglesia anglicana. Parte de la trama es vívidamente representada en la película ganadora de los premios Oscar, El Discurso del Rey o The King's Speech.
Como lo declarara el político laborista George Hardie: “la crisis de la abdicación hizo por el republicanismo, lo que cincuenta años de propaganda no lograron”. Y es que lo que forja a las grandes naciones gloriosas, a los gobiernos potencias, y a los estados supremacías de autoridad, es la obediencia por las leyes. Por supuesto que el Reino Unido no es la democracia más abierta existente, pero sí una de las más dinámicas, con la Constitución más antigua, y con un balance de poderes poco usual. La enseñanza para Guatemala puede ser crucial, especialmente hoy que políticos “amorales” intentan desdeñar y eludir nuestras leyes. Para la dirigencia de la UNE no importa la moral, ni tampoco la ley, y lo han demostrado en estos últimos tres años. Dos de sus cinco ministros de Gobernación están presos; sus ministros de Salud han intentado privatizar las vacunas y ahora no tienen suficiente para proteger a nuestros niños; un pasado ministro de Educación fue destituido por negarse a ser transparente; y el acumulado puede seguir sin mayor rebusque.
Hace más de medio siglo, un Rey en Inglaterra dimitió a su trono por amor, pero más primordial, para resguardar el orden, la ley y la Nación. En Guatemala, el Presidente y su hasta ahora consorte, tratan de razonar lo ilícito: que a menos que uno nazca rey, en sociedades como la nuestra hemos decidido que el poder no se hereda, ni se concede a parientes o cónyuges. El problema de los Colom radica en querer ser reyes sin leyes, y eso ni el pueblo, ni las elites deben tolerarlo. Enunciando al Rey Jorge VI en su discurso de 1939: “En esta difícil hora hemos sido forzados hacia un conflicto para hacer frente al desafío de un principio, que de prevalecer puede ser fatal (para nuestro pueblo) habrá días oscuros por delante pero sólo podemos hacer justamente lo correcto, y con honra comprometer nuestra causa con Dios (la libertad y la ley)”.