Por Moisés Naím
El País, Madrid
Todos tenemos temas sobre los cuales preferimos no hablar. Porque nos avergüenzan, porque son dolorosos, o porque son problemas para los cuales no vemos solución. O, simplemente, porque no los entendemos. Los países también sufren de esto. En todas partes hay temas que aparecen poco en la conversación nacional; esa que transcurre en las casas y en los Parlamentos, entre amigos y en los medios de comunicación o en los centros de poder. No es que estos problemas sean desconocidos o que ocasionalmente no aparezcan con fuerza en los debates nacionales. Aparecen, pero su discusión suele ser superficial, transitoria y sin mayores consecuencias prácticas. Son, en efecto, puntos ciegos: problemas cuya importancia es tan obvia como poco lo que se hace para enfrentarlos.