Parafraseando a Bill Clinton, quien durante su campaña electoral de 1992 para llegar a la presidencia de los Estados Unidos popularizó la implacable expresión "es la economía, estúpido", pudiera ahora decírseles algo similar a quienes se sorprenden por los resultados de una reciente encuesta. Apenas hay que cambiar "economía" por "ignorancia racional".
La citada encuesta refleja lo poco informada que está la población sobre ciertos asuntos que, paradójicamente, son de gran trascendencia institucional: el 61% de los encuestados en el Gran San Salvador dijo no estar informado, o no tener una clara respuesta, acerca del contenido del decreto 743. El del requerimiento de unanimidad en las resoluciones de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia.
El área geográfica donde se hizo la pesquisa tiene un alto acceso a todo tipo de medios de comunicación, y el nivel educativo de sus habitantes está por encima del promedio del país. Es decir, se trata de personas que si deciden estar informadas de algo, indudablemente pueden estarlo. De manera inmediata.
Sin embargo, las evidencias mostraron que bastante más de la mitad de los encuestados había decidido, de manera absolutamente voluntaria, ignorar el tema del citado decreto, y no prestarle atención.
Es por ello que se habla de "ignorancia racional", concepto que se refiere a la decisión de la gente de hacer economía..., de su tiempo y esfuerzo. La realidad es que en este caso, pese a tener todos los elementos para estar bien informadas, un 61% de esas personas decidió que no vale la pena esforzarse tanto por estarlo. ¿Por qué?
Existe una rama de la economía, de relativamente reciente desarrollo, denominada Elección Pública, que se ocupa de analizar fenómenos como el citado, y que consiste en la aplicación de principios económicos al análisis de la política.
Es que los bípedos, al menos en este planeta, actuamos siempre siguiendo motivaciones económicas. Es decir, aún cuando no se trate específicamente de ganar dinero, sino de ahorrar tiempo (también un recurso escaso..., por cierto el más escaso de todos), el principio que aplicamos es siempre económico en un sentido amplio. Porque somos economicistas, aunque nos encante creer que no lo somos.
Cuando alguien decide ignorar racionalmente un tema público, que puede ir desde votar o no en una elección popular hasta hacer o no un reclamo ante las autoridades, actúa de tal manera porque estima que su influencia personal en la decisión que finalmente se adopte será prácticamente nula.
Lo anterior no es una prescripción políticamente incorrecta de cómo debemos actuar..., sino una descripción brutalmente correcta de cómo realmente actuamos. Una descripción de comportamientos racionales que, obviamente, son muy bien aprovechados por políticos y por ciertos hombres de negocios que saben que sus actividades de lobby rara vez producirán reacciones populares adversas.
Los beneficios concentrados ameritan la actividad de unos pocos, mientras que los costos atomizados garantizan la pasividad de muchos otros. Mancur Olson hablaba de "La lógica de la acción colectiva" al referirse a estos temas. Porque no se trata de un problema exclusivo de El Salvador: ocurre en todo el planeta.
En efecto, la población está ocupada en sus cosas cotidianas: trabajo, familia, hobbies, etc. Y muchos están atormentados por sus problemas: tal como la encuesta lo reveló, son relativamente pocos los que dedican tiempo y esfuerzo a la cosa pública, es decir a la "res publica", que no es sino la República, para informarse de lo que hacen sus representantes.
¿Cómo cambiar este hecho? Con reglas altamente restrictivas para con legisladores y funcionarios, que especifiquen taxativamente lo que pueden hacer. Y que les prohiban todo lo demás.
Y por el contrario, con reglas poco restrictivas para con los ciudadanos, que especifiquen taxativamente lo que no pueden hacer. Y que les permitan todo lo demás.
En una sociedad de tales características habría mucha menos ignorancia racional. Pero, ¿quién hace la primera jugada? Ese es el punto.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.