Por Charles Krauthammer
Hace mucho tiempo, la estrategia ofensiva cortoplacista encaminada a minimizar pérdidas no era el juego de Barack Obama. El martes, constituyó la esencia de su discurso del Estado de la Nación. El visionario de 2008 -- el heraldo de la esperanza y el cambio, el sanador del planeta, el domador del creciente nivel de los mares -- ofrecía una hora de pequeñeces: ajustes menores del régimen fiscal para estimular el comportamiento de tal o cual índole (siendo actividad industrial las palabras estrella), pequeñas instancias de supervisión para tener controlados a los sinvergüenzas del sector financiero y a los piratas chinos de los DVD, incluso una petición presidencial de que "todos los estudiantes permanezcan en los institutos hasta que se gradúen o cumplan los 18". ¿Bajo qué pena? ¿La de cárcel? ¿El transformador autoproclamado de América hace ahora las veces de vigilante de pasillos de los institutos?
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