Por Luis Enrique Oberto G.
Hace pocos días el arzobispo de New York, cardenal Timothy Dolan, la Universidad de Notre Dame y 41 instituciones más han acudido a los tribunales -por no haber sido oídas en las instancias previas correspondientes- para demandar el respeto a la libertad religiosa que consideran está siendo violada por el mandato federal de la Secretaría de Salud y Servicios Humanos, que obliga a suscribir seguros de salud que cubren obligatoriamente la anticoncepción. Acción que ha contado con el apoyo de otros sectores religiosos que claramente han compartido que lo que está en juego es el ejercicio de un derecho fundamental.
Ha sido la posibilidad siempre abierta en la nación norteamericana de salvaguardar en los tribunales los derechos fundamentales de los ciudadanos, especialmente en sus instancias judiciales más altas, lo que ha permitido a su pueblo promover de manera sostenida su desarrollo. No ha sido así para los pueblos cuyos gobiernos suprimiendo su libertad y desconociendo los derechos intrínsecos a la persona humana han pretendido imponerles organización y comportamientos ajenos a sus creencias y querer.
Por ello, cuando después de siete décadas de restricción de la libertad y de desconocer los derechos de los pueblos de la Unión Soviética por parte del régimen totalitario que imperó todo ese tiempo en ella -así como de los países vecinos bajo su férula- surgió la política de la "glásnost" y la "perestroika" impulsada por Mijaíl Gorbachov, se hizo evi- dente que más allá de campos específicos -como los de la exploración espacial y de la industria militar, especialmente el de las armas de destrucción masiva- existían enormes vacíos en el desarrollo de las áreas vinculadas con el bienestar espiritual y material de la gente y su posibilidad institucional de realización como personas.
En paz y libertad
El freno impuesto por los regímenes totalitarios al desarrollo que importa a la gente: el que permite su realización según su querer y empeño, en paz y libertad, resulta laborioso destrabarlo a los pueblos que han caído en tal situación, como lo han comprobado los de la extinta Unión Soviética, visto lo ocurrido en el tiempo -más de dos décadas- que ha pasado desde la desaparición del régimen que lo impuso: no han podido recuperarse del daño causado al ritmo deseado. Como ocurrió durante el proceso de reunificación de Alemania, y se estima ocurrirá en los casos de países con regímenes similares de vieja data, como el de la isla de la felicidad y Corea del Norte, por las conductas que los tiempos de coerción generan.
