Lo cierto es que, en la teoría económica neoclásica (cuya característica es que cree en el equilibrio del mercado, lo que implica el conocimiento perfecto, y, por tanto, que éste es estático y rígido), la empresa como tal no existe. Así, en esta teoría económica que, sin duda, hoy es la más difundida, la 'empresa' no es más que una función productiva, o un conjunto de posibilidades de producción, un medio para transformar aportes en productos. Es decir, supuesta una serie de factores: una tecnología disponible, un vector de precios de los insumos y un programa de demanda, la 'empresa' maximiza sus beneficios monetarios con la única restricción de que sus planes de producción deben ser tecnológicamente factibles. Y eso es todo. Por cierto, una visión muy pobre de la organización humana, como resultado previsible de una teoría racionalista, que refleja la pequeñez de la razón pura.
En definitiva, la 'empresa' está modelada como un actor único (egocéntrico) que se encuentra ante una serie de decisiones cuya complejidad es relativa: qué nivel de producción alcanzar, cuánto emplear de cada uno de los factores, y poco más. Claro que estas 'decisiones' no lo son realmente; sólo se trata de cálculos matemáticos triviales, implícitos en los datos que sustentan el emprendimiento. En el largo plazo, la 'empresa' puede también escoger una combinación óptima de magnitud y producción. Pero, aun esto, queda determinado por las características de la función productiva (economías de escala, campo de acción y resultados). En resumen, en la actualidad, es creencia común que, la 'empresa', es un conjunto de curvas de costos y la 'teoría de la empresa' es un problema de cálculo y no, como veremos que realmente lo es, una acción humana.
Probablemente, una de las respuestas más acertadas, hasta hoy, a la pregunta ¿qué es una empresa? ó ¿por qué existen las empresas?, sea la teoría, según la cual, ésta es una agrupación de personas que, trabajando en equipo, han desarrollado un conocimiento y capacidades difíciles de duplicar. Consecuentemente, sus márgenes de ganancia (de donde se deducen las estrategias por las cuales se rigen las adquisiciones, las expansiones y las decisiones sobre producción y compras) dependen de la índole de ese conocimiento y de esas capacidades[1]. Pero ésta sigue siendo una teoría racionalista, puesto que en ella subyace la creencia en la superioridad de la razón. De hecho, la 'empresa' es, básicamente, la razón del hombre que 'ha desarrollado un conocimiento y capacidades difíciles de duplicar'. Cuando lo cierto es que, es el mercado natural, 'en tiempo real', quién decide que es conocimiento válido y cuales capacidades útiles, si es que son útiles.
En cualquier caso, una empresa no es más que "una acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza", según la Real Academia Española, lo que no es poco decir, según iremos viendo. Es, en definitiva, una reunión de personas, en función de la inevitable naturaleza social del hombre, con la intención de realizar una acción con consecuencias económicas, que luego el mercado natural definirá. No es, por tanto, la razón humana la que la diseñará. De aquí la dificultad filosófica de los neoclásicos para definirla.
Sin duda la escuela austriaca (el 'liberalismo clásico') tiene la idea más acertada acerca del mercado natural, entre todos los economistas, lo que le permitió sentar bases más ajustadas para el estudio de la organización humana, aun así, lo cierto es que nunca encararon, frontalmente, una teoría de la empresa. Más allá de algunos intentos aislados y recientes, en los que hay que destacar los muy buenos aportes al estudio del proceso del mercado y de la función empresarial. Sucede que el racionalismo liberal, el que finalmente utilizan para justificar, para planificar al Estado coercitivo mínimo, les impide elaborar una teoría no racionalista, no planificadora. Ven a la empresa como una organización en donde, en definitiva, las decisiones son centralizadas (en el sentido de planificadas), y no como un orden espontáneo. De donde, estos autores terminan, finalmente, suponiendo, de hecho, una empresa de tipo militar, que luego estudiaremos. Debido, entre otras cosas, a sus rigideces, por ejemplo, en el concepto de propiedad privada[2]. Pero, por el otro lado, han afirmado hasta el cansancio que el mercado ('libre') es espontáneo y no planificado.
Por otro lado, los liberales tienen un serio conflicto con la idea de autoridad. Por un lado, han afirmado permanentemente que, en el mercado 'libre', no debe existir ninguna autoridad. Salvo el institucionalismo violento 'mínimo' que 'garantice' las libertades individuales y la propiedad privada. En otras palabras, no reconocen otra 'autoridad' que no sea coercitiva. Y, como resulta obvio que, una empresa, es una organización con una dirección y recursos propios, lo que implica, de suyo, la existencia de una autoridad, tienen que justificar, finalmente, una 'empresa' que, aunque sea en última instancia, sea de tipo militar, es decir, 'jerárquica' (piramidal) en el sentido de autoridad coactiva. Ya veremos que, en la realidad, tal conflicto no existe porque la verdadera autoridad no es violenta y, consecuentemente, no sólo respeta (tanto interna como externamente) al mercado natural, sino que surge de éste y conduce a la empresa con mayor éxito en tanto más lo comprenda.
Nicolai Juul Foss, que intenta paliar la deficiencia de la escuela austriaca, afirma que "los austriacos no proporcionan principios económicos que puedan discriminar entre la empresa y el mercado sobre la base de la eficiencia"[3]. Por otro lado, reconoce que existe una 'tensión' entre el liberalismo clásico y la moderna teoría de la empresa (teoría, por cierto, con muchos errores), que pretende, sino resolver al menos clarificar. Pero, finalmente, lo único que logra es, a mi modo de ver, una fallida teoría racionalista de la 'justificación' de la existencia de las empresas. Un fallido esfuerzo por racionalizar el comportamiento humano, en este caso, definido como empresa, cuando el comportamiento humano, no se puede planificar. Así Foss llega a afirmar que la empresa no es un "orden espontáneo" es un "orden planificado".
Incluso Richard N. Langlois[4], que pareciera tener una idea mucho más acertada de lo que es la empresa, llega a afirmar que las empresas "no planifican"; que no existen porque planifican sino porque "han planificado"(?!). Cuando lo cierto es que, cuando los asesores recomiendan métodos para tomar decisiones y practicar procedimientos de control, cuando los directores toman decisiones y llevan a cabo tareas de control, están todos utilizando algún modelo de proceso, que generalmente se utiliza sin cuestionar las presunciones del modelo en cuanto a la naturaleza del feedback. Pero el feedback puede ser negativo o positivo. Y, entonces, según D. P. Hanna[5], el modelo de proceso construido dependerá de cual de estas clases de feedback sea enfatizado. Es decir, en el mejor de los casos, hay un modelo supuesto, sobre presunciones de un feedback supuestamente conocido pero, finalmente, 'en tiempo real'.
Es decir, los empresarios y ejecutivos, en definitiva, lo único que hacen es, tanto al fundar una empresa como al dirigirla, tantear al mercado intentando responderle con la mayor eficiencia, y siempre trabajando 'sobre la marcha'. Pero nunca saben, hasta que los hechos se produzcan, que tan acertadas han sido sus decisiones y acciones. De modo que mal pueden planificar o haber planificado.
Insisto, lo cierto es que, para el orden natural, una empresa no es más que aquello que el mercado, finalmente, decida que sea, si es que tiene que ser. Es decir, algo imposible de planificar con anticipación. Y lo cierto es que, todos los días se fundan compañías y, más allá de lo que se propongan sus fundadores, muchas quiebran en poco tiempo, otras subsisten y otras tienen grandes éxitos. Pero todas terminan siendo lo que el mercado natural decide, y nunca exactamente lo que imaginaron sus iniciadores. Es decir que, ni planifican ni han planificado, sino que no se trata más que de una acción, resultado de una intención 'intuitiva'[6] y genérica, que luego se verá en qué medida resulta acertada, o no. La empresa, finalmente, no es más que la consecuencia actual de la proyección de una intención.
Justamente, el éxito empresario dependerá, en gran parte, de la capacidad de prever un futuro, lo suficientemente amplio, no planificado, de modo de tener la mayor posibilidad de acertar; y de la capacidad de formar un orden, lo suficientemente espontáneo y natural, no planificado, de modo que pueda rápidamente adaptarse a lo que sobrevenga[7].
Una empresa de alquiler de automóviles, en Buenos Aires, surgió, no porque su dueño la hubiera planificado, sino simplemente debido a que compró un automóvil para uso personal, tan llamativo, que la gente empezó a llamarlo para que se lo alquilara. Otro grupo, de ingenieros civiles, se juntaron para fundar una constructora de edificios para oficinas, y terminaron construyendo barrios privados porque la gente se lo demandaba. Henry Ford, empezó con un sistema de producción, que luego cambió completamente, porque el mercado le indicó que debía hacerlo de otra manera, que si lo hacía como él lo había pensado, iría a la quiebra. Y así, innumerable cantidad de ejemplos.
Sí es posible, en cambio, planificar dentro de un sistema en la medida en que sea estatista, coercitivo. Efectivamente, si Usted consigue, por caso, que el gobierno le otorgue (información anticipada 'perfecta' que le permita el 'equilibrio' del mercado) el monopolio de la fabricación de helicópteros, puede planificar ésta empresa, del modo que quiera. Con el método de producción que le venga en gana, con el control de calidad que le convenga, con el sistema de ventas que prefiera (siempre egocéntricamente, por cierto, porque eso es planificar). Y esta planificación tendrá éxito porque su empresa no responde al mercado natural (al prójimo), sino a la previa planificación racional del funcionario estatal que le otorgó el privilegio en cuestión. Es decir, por muy mala que sea la empresa que Usted planificó, seguirá adelante gracias a que el monopolio lo aísla del mercado permitiéndole cobrar altas tarifas para poder solventar su caprichosa planificación. La coerción estatal habrá logrado 'determinísticamente' (planificar) adelantar 'información', 'adivinar el futuro'.
Función empresarial y creación humana
Sucede que, en definitiva, la función empresarial es, eminentemente, una capacidad creativa en pos del mejoramiento social. Ahora, esta capacidad creativa, supone (lo que es propio de la creación humana) el hallazgo de información tal que ésta configure "conocimiento que previamente se desconocía que podía existir"[8]. De aquí que, "...prescindir de las típicas características de imaginación, atrevimiento y sorpresa equivale a eliminar enteramente la naturaleza humana del proceso de elección"[9].
Así, para Jesús Huerta de Soto "La función empresarial (pura) no exige medio alguno para ser ejercitada. Es decir, la empresarialidad no supone coste alguno y, por tanto, es esencialmente creativa. Este carácter creativo de la función empresarial se plasma en que la misma da lugar a unos beneficios que, en cierto sentido, surgen de la nada y que denominaremos beneficios empresariales puros. Para obtener beneficios empresariales no es preciso, por tanto, disponer de medio previo alguno, sino tan solo es necesario ejercer bien la función empresaria... Basta darse cuenta de la situación de desajuste o descoordinación que existe entre A y B para que surja, de inmediato, la oportunidad de un beneficio empresarial puro"[10].
Así es que, en principio, cualquier persona pueda ser empresario o que toda actividad pueda ser encarada como empresa. Un enfermero, por caso, podría ser una 'empresa' de servicios de enfermería. Las trabas más grandes que impiden que cada persona sea su propio empresario, hoy en día, son las impuestas coactivamente por los burócratas y la carga impositiva, generadas por el Estado. Nótese que la información que nos da el mercado (las personas), generalmente, se refiere a los desajustes existentes. Por ejemplo, necesito alimentos-los alimentos están lejos, en el campo. La información necesaria para solucionar este desajuste (existen aparatos llamados camiones que sirven para transportar), que a veces también brinda directamente el mercado, debe ser descubierta o 'creada' por el empresario.
"La empresarialidad consiste, por lo tanto, en la capacidad típicamente humana para crear y descubrir en forma continua nuevos fines y medios. Desde esta concepción, los recursos no están dados, sino que tanto los fines como los medios son constantemente ideados y concebidos ex novo por los empresarios, siempre deseosos de alcanzar nuevos objetivos que ellos descubren que tienen un mayor valor. Y si los fines, los medios y los recursos no están dados, sino que la acción empresarial del ser humano los crea sin cesar desde la nada, es claro que el planteamiento ético fundamental deja de consistir en cómo distribuir equitativamente 'lo existente', y empieza a concebirse más bien como la manera más conforme a la naturaleza humana de fomentar la creatividad. Por eso en el campo de la ética social se llega a la conclusión de que la concepción del ser humano como un actor creativo hace inevitable aceptar con carácter axiomático el principio ético de que 'todo ser humano tiene derecho natural a los frutos de su propia creatividad empresarial'. No sólo porque, de no ser así, estos frutos no actuarían como incentivo capaz de movilizar la perspicacia empresarial y creativa del ser humano, sino porque, además, se trata de un principio universal capaz de ser aplicado a todos los seres humanos en todas las circunstancias concebibles..." por otro lado "... (antes de que creara no existía aquello que creó, por lo cual su creación no perjudica a nadie y, como mínimo, beneficia al actor creativo, si es que no beneficia también a muchos otros seres humanos)", asegura Jesús Huerta de Soto[11].
Y así se realiza la vocación humana. Efectivamente, recordemos que "Essentia beatitudinis in actu intellectus consistit", según el Doctor de Aquino[12], lo que podría traducirse como que la esencia de la felicidad (beatitud, santidad) consiste en un acto del entendimiento (del conocimiento, de la contemplación, la fe natural). Por otro lado es claro que tanto para el Aquinate como para san Agustín conocer es esencialmente enseñoreamiento del mundo y apoderamiento de la realidad. Ahora, todo movimiento busca la quietud y la quietud no está en el querer sino en el conocer[13], porque "Beatus est, qui habet omnia quae vult"[14], feliz es quien tiene todo lo que quiere, todo lo que ama. Si recordamos que, finalmente el conocer (la información), el amar y, ahora, el poseer (interiormente) el objeto amado, se confunden, podemos cerrar el círculo virtuoso de la vocación humana (de servicio, de amor al prójimo, al Amor por excelencia, a la Vida, a Dios, porque "¿Qué quiere decir ser feliz sino esto: poseer algo eterno conociendo?" asegura el Aquinate[15]; la acción vital por excelencia, el conocimiento es "perfectissimum quod est in vita", dice santo Tomás[16].
De la última cita de Huerta de Soto, por otro lado, surge claramente que, en un mercado natural, lo ético (supuesto un fin ético, por cierto, de suyo en la naturaleza de las cosas) sea el intento por obtener el mayor lucro, no por razones materialistas (luego cada uno verá con qué criterios maneja lo que gana) sino, por el contrario, porque esto estará indicando un mayor aporte al proceso creativo en función del mejoramiento social.
Así es que, lo que el proceso económico natural (y la función empresarial) realmente produce, no son sólo bienes materiales que, más tarde o más temprano (según sean perecederos o no) terminarán desapareciendo, sino, fundamentalmente, creaciones ideológicas (tecnología, procesos, modelos y demás) que potencian 'hasta el infinito' a los recursos puramente físicos. En un proceso que no tiene límite superior, de tal modo que, es lícito decir que, en definitiva, los recursos que tiene el hombre son ilimitados. En tanto no destruya este proceso creativo, cuya esencia es la Providencia que se manifiesta, a través de la razón natural (tomista) que supone, de modo esencial, el libre albedrío humano.
Así, cuando el Estado coercitivo, al planificar, al suponer datos futuros como ciertos, establece una cantidad de 'información' que, en definitiva, es falsa, porque se basa en la suposición de que el cerebro humano es capaz de adivinar exactamente el futuro. Así atenta directamente contra la función empresarial, su carácter creativo, y, consecuentemente, la naturaleza humana. Así es que, el paradigma autoritario de la administración, se basa en el supuesto de que, para un buen administrador o un buen grupo de expertos, es posible, y deseable a la vez, asimilar todo el conocimiento disponible en una organización. Y, a partir de aquí, diseñar un plan maestro que coordine las acciones de todos. En un sistema como éste, todo lo que debe hacer cada persona es realizar el trabajo que se le asigna en el plan. Las personas no tienen incentivos para trastocar la 'misión' común, porque los administradores suponen que conocen las aptitudes de cada persona y los esfuerzos que realiza, o que pueden observarlos fácilmente[17].
En otras palabras, en el mercado natural lo que importa son las personas, que son quienes deciden lo que las empresas deben hacer, a partir de una autoridad moral de algún modo establecida. Consecuentemente, el empresario no puede planificar, sencillamente, porque nunca sabrá de antemano lo que la gente querrá (generalmente, ni las personas mismas lo saben, menos lo puede saber un tercero). Pero si el gobierno impone coercitivamente regulaciones (por ejemplo, obliga al uso de cinturones de seguridad, los empresarios sabrán que la gente demandará estos aparatos), así podrán tener 'información' anticipada. Ahora esta 'información' no es tal que 'antes no sabíamos que existía' es decir, no es creación humana, sino simple decisión del burócrata. Teniendo esta 'información' anticipada, el empresario puede olvidarse de crear, de servir a la gente y, en cambio, hacer según el gobierno manda.
Por otro lado, tengamos en cuenta que, la diferencia entre las empresas autoritarias y las naturales (por ejemplo, las de tipo militar y las que, de algún modo, reproducen internamente procesos de mercado), es que, en las primeras, aparentemente, se evitan los costos de las transacciones internas. En las segundas, estos costos se antojan como más altos. Pero la ganancia es muy superior, por cuanto, cada unidad de la empresa, al competir entre ellas, estando más cerca de la gente (los clientes), se transforma en un poderoso buscador de información. Consecuentemente, en la medida en que la 'información' viene dada desde el gobierno, la organización autoritaria vale, pero si a la información hay que buscarla en el mercado, las instituciones naturales se imponen.
Pero veamos un ejemplo concreto. Existen países en donde, para ejercer determinadas profesiones (medicina, abogacía, ingeniería, arquitectura, y demás), se necesitan 'títulos habilitantes'. Es decir que, por imposición coactiva, se debe obtener un 'título' en una universidad autorizada por el gobierno. Conclusión, si Usted consigue la respectiva autorización, puede instalar una casa de altos estudios con el privilegio (coactivamente garantizado por el Estado) de que tendrá un mercado potencial asegurado. Ya que, muchos querrán ejercer estas profesiones y, consecuentemente, necesitarán del 'titulo' correspondiente que Usted está 'habilitado' para otorgar. Para colmo, el gobierno suele imponer los programas de estudio, además de otras regulaciones, dejando poco lugar para la competencia (la búsqueda de información, la creación) entre las distintas universidades. Conclusión, Usted puede planificar buena parte de su actividad. Por un lado, de antemano conoce los programas y de aquí puede deducir los costos (necesidad de aulas, horas profesor, y demás) y, por el otro, en función de este costo y de que tiene un mercado obligado a conseguir el título, Usted puede estimar la relación cantidad de alumnos / aranceles y, consecuentemente, su presupuesto.
Si en el mercado no existiera esta imposición coercitiva, Usted no tendría asegurado ningún alumno y tendría que competir con los otros programas de las distintas universidades. De modo que no podría planificar nada: ni el costo, ni la relación alumno/arancel. Lo más que puede hacer es estudiar al mercado natural, de manera de ver que parece de interés para potenciales alumnos, y luego, enseñar esto al menor costo posible. Seguramente, para cuando empiece las clases el resultado será (por exceso o defecto) muy diferente a lo que Usted imaginó. Entonces, deberá ajustar las cosas. Para cuando las haya ajustado, aparecerán nuevas variables (una computadora nueva que interesa conocer más que la que Usted enseñaba, o lo que fuera) que lo obligarán a ajustarse nuevamente, y así en un proceso creativo de nunca acabar. En ningún momento podrá planificar nada, todo lo que puede hacer es estudiar, ordenadamente, al mercado natural, e intentar, ordenadamente, responderle (proyectar), e ir cambiando (creando) permanentemente sus acciones en función del servicio a las personas.
En definitiva, en el mercado natural, un empresario sólo pone la intención y proyecta el futuro[18], pero ni antes de empezar, ni después, planifica nada. Por el contrario, participa de un permanente proceso creativo tendiente al perfeccionamiento personal y social. La 'planificación' la hará el mercado[19]. Hoy en día, por ejemplo, cualquier especialista en marketing sabe perfectamente que, para una empresa, son fundamentales los permanentes relevamientos. Y, de esta manera, disponer de datos, como conocer a la competencia, a los actuales y potenciales clientes, la conformidad con el servicio que se ofrece, frecuencia de compra, gustos o preferencias, y demás. Porque ésta información le permite ir adecuando su negocio a las condiciones del mercado natural en 'tiempo real'. Y para esto se utilizan técnicas, métodos y propuestas diversas: encuestas, observaciones directas, desarrollo de estrategias, monitoreo e implementación de servicios, relevamiento de la imagen de la compañía, mediciones de rentabilidad y costos, evaluación y factibilidad de proyectos de inversión, y demás.
Empresa y monopolio
Quizás el modo más práctico de visualizar a las empresas, del modo en que las conocemos hoy (en mercados lejos de ser perfectamente naturales), es a través de lo que podríamos llamar la 'teoría marginal de los límites de la empresa'. Según la cual, al ser una reunión en función de las ventajas de la economía de escala, sus límites serán, justamente, aquellos en donde ésta escala deje de funcionar. Es decir, cuando el costo de organizar cada transacción marginal a través de la estructura empresaria, sea igual al costo de organizarla en el mercado por fuera de la empresa.
Rothbard[20] hace notar que el precio de transferencia (interno) implícito puede ser algo mayor o algo menor que el precio de mercado existente, ya que la entrada de la división de compra o de la de venta en el mercado externo puede hacer subir o bajar ligeramente el precio. Por lo tanto, a diferencia de Hirshleifer[21], Rothbard no requiere que el mercado externo sea perfectamente competitivo para que el precio de transferencia basado en el mercado posea significación económica. Para Rothbard, los mercados 'de poco volumen' son adecuados: todo cuanto hace falta para tener un 'mercado externo' genuino es que exista por lo menos otro productor (vendedor) del bien intermedio. Por supuesto, si los precios externos son perfectamente competitivos, la economía estará en un equilibrio competitivo general, en el cual la información es perfecta y todos los contratos son completos y, por ende, no es necesario que existan empresas", asegura Peter G. Klein[22].
Pero además, "Dicho de otro modo: ninguna empresa puede llegar a expandirse de tal manera que sea a la vez el único productor y el único usuario de un producto intermedio; si así lo hiciera no dispondría de precios de transferencia basados en el mercado, y sería incapaz de calcular las ganancias y pérdidas divisionales, con lo cual no podría realizar una asignación correcta de los recursos entre sus divisiones. Rothbard lo expresa así: "El mercado libre siempre tiende a determinar el tipo de producción más eficiente y provechoso (por el tipo de producto, el método de producción, la asignación de los factores o las dimensiones de la empresa); por lo tanto, podemos extraer la conclusión de que en el mercado libre jamás se puede establecer una completa integración vertical para un bien de capital (por encima del nivel primitivo). Para cada bien de capital debe existir un mercado definido en el cual las empresas compran y venden ese producto. Como es obvio, esta ley económica establece un máximo definido a la dimensión relativa de cualquier empresa particular en el mercado libre... A medida que la economía de mercado se desarrolla y progresa, que aumentan las etapas y las complejidades en el tipo y variedad de bienes de capital, el cálculo económico se hace cada vez más importante. En consecuencia, para el mantenimiento de una economía avanzada, es fundamental la preservación de los mercados, para todos los bienes de capital y otros elementos de producción'[23]"[24].
De aquí, en principio, la imposibilidad interna de que se formen monopolios de modo natural (suponiendo que monopolio y natural no fueran de suyo contradictorios). Porque éstos no podrían ser eficientes visto que no podrían calcular sus costos internos, los costos de las transacciones internas. En alguna parte de un proceso productivo único, existirá una transacción única (que resultaría en el monopolio externo). Pero esta transacción única, no le permitiría a la empresa el cálculo de sus costos internos. En cambio, si el mercado no es libre, los monopolios pueden darse porque, esta ineficiencia surgida de la imposibilidad de calcular los costos de las transacciones internas, quedaría tapada por el privilegio monopólico, es decir, cobrando tarifas excesivas por sus servicios. De aquí que los monopolios, aun los privados, tiendan no solamente a ser ineficientes, sino a despreocuparse de la eficacia visto que no tienen modo de conseguirla.
Empresa y sociedad
Como la empresa es algo surgido de la sociedad, de la persona (es un 'acto humano' en el puro sentido tomista), necesariamente su funcionamiento estará basado en el servicio y la cooperación voluntarias. Así, el único modo que tiene una organización privada para ganar dinero, es sirviendo al público, de modo que le convengan sus servicios y, en consecuencia, los utilice provocándole ganancias. No tiene ninguna posibilidad de cobrar impuestos coercitivamente.
En caso contrario, es decir, en caso de que se instale la violencia institucional en el mercado, otorgando, por ejemplo, un privilegio monopólico, entonces, las relaciones sociales habrán sido degeneradas. Y la empresa ya no será lo que la naturaleza manda, sino un grupo de personas haciendo, ahora sí, planificando, negocios a espaldas del mercado. Y cuya 'economía de escala' será el privilegio en cuestión y no la eficiencia que pueda surgir de la reunión. Aprovechando el poder coactivo que el Estado pone a su disposición, para enriquecerse, evitando la competencia.
Pero, en fin, supuesto el mercado natural, podría suceder que una empresa brinde un excelente servicio al público y que, así y todo, pierda dinero. En este caso, obviamente, deberá cerrar. ¿Por qué? Porque una compañía no es solamente el público usuario sino, también, la gente que en ella trabaja y los proveedores. Es decir, que deberá conjugar todos estos elementos de modo de dar ganancias, pero dando, al mismo tiempo, condiciones útiles a sus miembros y a sus proveedores. Y así se teje el entramado social, y ésta es la eficiencia.
Según Jesús Huerta de Soto "Todo acto empresarial descubre, coordina y elimina desajustes sociales y, en función de su carácter esencialmente competitivo, hace que esos desajustes, una vez descubiertos y coordinados, ya no puedan volver a ser percibidos y eliminados por ningún otro actor". Si no son percibidos y eliminados por el empresario en cuestión, lo que ocurrirá es que la competencia lo hará, desplazándolo. Es decir, que cualquier desajuste es una posibilidad de negocios, y ésta oportunidad permanecerá hasta tanto aparezca un empresario que lo elimine. Luego continúa afirmando que "Podría pensarse que... el proceso social movido por la empresarialidad podría llegar... a detenerse... una vez que... hubiese descubierto y agotado todas las posibilidades de ajuste social..." sin embargo, lo cierto es que, en el inagotable proceso de la creación siempre aparecerán "...nuevos desajustes que suponen nuevas oportunidades de ganancia empresarial... en un proceso dinámico que nunca se termina, y que constantemente hace avanzar la civilización"[25].
Según sabemos, estos desajustes significan desinformación. De aquí la imposibilidad de planificar, porque, si pudiéramos planificar la desinformación, ésta no 'existiría', consecuentemente, los desajustes no 'existirían' (no podrían ser eliminados) y, finalmente, no podríamos sostener esta participación en la 'creación desde la nada' que significa la función empresarial. Sin duda, Dios, deliberadamente dejó 'todo por conocer' de modo que pudiéramos ser partícipes de su creación. Justamente, el infinito amor del Señor se manifiesta en que todo nos es desconocido hasta que ocurre.
En contraposición con esto, el racionalismo supone que todo puede conocerse con anticipación y, así, 'planifica', es decir, impone coactivamente reglas que, necesariamente serán distintas al orden natural. De entrada, porque el orden natural supone una evolución y cualquier orden coercitivo, por el contrario, supone una situación estática (pretendidamente, de equilibrio, de perfección). Una vez impuesta esta situación estática, el proceso de búsqueda de desajustes y la información que los resuelva, deja de tener sentido porque este proceso corresponde al mercado y, ahora, la economía no responde sino a la arbitrariedad del Estado. Consecuentemente, el proceso natural que hemos descrito, queda reemplazado por el intento de conformarse a la razón estatal e intentar, no siempre (o mejor dicho, nunca) de modo ético, conformar a la razón del funcionario estatal de acuerdo con nuestros intereses personales.
Así es que, como la ética y la moral son las reglas que hacen a la naturaleza del hombre, a su adecuación al orden natural, en la medida en que se observen, las organizaciones funcionarán adecuadamente[26], valga la redundancia. Entonces, uno de los primeros principios éticos y morales que deben conducir a cualquier institución, no sólo para ganarse el 'Cielo' (el hombre es una unidad: cuerpo y alma), sino para que funcione con eficacia, es que debe significar un servicio voluntario para todos sus componentes: clientes, empleados y proveedores. Es decir, que debe existir ausencia de coerción institucional (racionalista, planificadora) en el mercado, para todos ellos. Y en la medida en que esta combinación resulte ser cierta, la empresa privada, en un mercado natural, obtendrá ganancias, obtendrá lucro.
¿Por qué? ¿Qué es el lucro en este caso? Es lo que resulta después de haberle pagado a los empleados y a los proveedores lo que éstos necesitaban, y haberle dado a los clientes aquello que ellos esperaban por el precio que pagaron. De otro modo, se irían a otra empresa. De donde, a igualdad de condiciones para proveedores y empleados, el mayor lucro significa una de dos: o que los clientes están dispuestos (de hecho, a pesar del esfuerzo que les pudiera significar) a pagar más, porque libremente valoran más el servicio, o que hay más gente dispuesta a ser cliente del servicio que se propone a ese precio (aunque, el caso más común, es que las ganancias aumenten al bajar los precios provocando un aumento en la demanda, porque debido a la economía de escala la producción marginal prácticamente no tiene costo). En otras palabras, el mayor lucro significa, ya lo sabemos, que se está sirviendo mejor a la sociedad.
La ética, en consecuencia, al contrario de lo que normalmente hoy se pregona, consiste en obtener el mayor lucro posible[27]. De modo que, es imposible lucrar sin servir a la gente, entendiendo por servir aquello que es el verdadero bien. Insisto, siempre que se respeten aquellos principios básicos de la naturaleza humana, es decir, su libre albedrío y la no violencia, el mercado natural, en todos sus aspectos: comerciales, laborales, y demás. De otro modo, podrían obtenerse grandes ganancias, pero a costa de privilegios de tipo coercitivos. Y, esta coerción, lo que estaría ocasionando, es una distorsión en este proceso de tendencia equilibrante entre las necesidades de los clientes, los empleados y los proveedores, una distorsión de los desajustes sociales de los que ya hablamos.
La única diferencia que existe entre una empresa común y una empresa, fundación o institución sin fines de lucro, es que, en la primera, los beneficios quedan en manos de los dueños, que normalmente utilizan para sus propios fines. En tanto que, en las otras, las ganancias son reinvertidas en función de su actividad altruista. Pero, en ambos casos, existe lucro, y en ambos casos la tendencia es a aumentarlo. Con la diferencia de que, las segundas, tienen el derecho moral de solicitar donaciones a terceros. En cualquier caso, en la medida en que los mercados se van deshaciendo de la coerción institucional, se implica un fuerte aumento de la competencia que obliga a las empresas a reinvertir cada vez más de modo de mejorar sus servicios. Y esto significa, finalmente, que, de hecho, todas las empresas tienden a funcionar como organizaciones sin fines de lucro. Sin olvidar, por cierto, que la caridad bien entendida empieza por casa. Con lo cual, la empresa debe, como primera prioridad, dar a sus miembros aquello que necesitan para poder ellos, y sus familias, desarrollar su vida plenamente. Es decir que tienden a transformarse en instituciones dedicadas exclusivamente a su fin social, industrial (por ejemplo, producción de alimentos), comercial, o lo que fuera.
Finalmente, a esta altura demás está decirlo, otra regla ética fundamental, en cualquier institución, es que debieran evitarse, al máximo posible, no sólo cualquier actitud violenta, directa o indirecta, sino cualquier contacto con todas las organizaciones violentas. Incluido, claro está, el Estado racionalista. Para que quede claro, no se trata de evitar el diálogo. Por el contrario, éste puede resultar útil a los fines de conducir a los violentos a deponer su actitud, en favor de una posición moral. De lo que se trata es de evitar ser parte, aunque sea indirecta, del sistema coercitivo. Porque la violencia, ya lo sabemos, en cualquier caso es destructiva.
Para ver lo dicho en el párrafo anterior con claridad, analicemos un caso en contrario. Supongamos que un empresario soborna (método normal en estos casos) a un funcionario estatal, de modo que éste prohíba la entrada al país de sus competidores extranjeros ('en defensa de la industria nacional'). En primer lugar, con esto se ha desnaturalizado todo el sentido social. Ya la sociedad no es una unión basada en la cooperación voluntaria, sino que se ejerce violencia. Y esto, necesariamente, perjudicará a la comunidad en general, de la que la compañía en cuestión forma parte. Más allá del hecho de que, al violar la naturaleza humana, el empresario no se sentirá profesionalmente realizado, aunque sus bolsillos se estén llenando, de ahora en más, todo el sentido de la empresa se habrá degenerado. Y esto, más tarde o más temprano, se volcará, como un boomerang, en su contra. Lo corriente es que, años más años menos, finalmente el mercado se libere y la organización, que ha sido completamente desnaturalizada, no esté en condiciones de comportarse como tal. Es decir, que no podrá competir con los productos del exterior con lo que desaparecerá y, finalmente, perderá más de lo que ganó mientras el Estado coercitivo le garantizaba el privilegio aduanero.
La empresa. Organización interna y persona humana
"Puedes tener todo lo que quieras...si estas deseoso de ayudar a otros, lo suficiente de modo que obtengan lo que quieren primero. Y cuando pusimos esa idea en práctica, cuando empezamos a ver a las otras personas como creadas por Dios con sueños propios, ...entonces nuestro negocio empezó a crecer espectacularmente", Jan Severn[28].
La desaparición de la sociedad artificial, de la coerción como método de organización social, lenta pero inevitable (porque esto hace a la naturaleza de la sociedad, aunque sea por el lado negativo), ya sabemos, significa una confirmación del orden natural. Tenemos aquí, pues, dos métodos de organización distintos: por un lado, el estatismo coercitivo y, por el otro, el mercado natural, con su inevitable autoridad moral, esencialmente basado en el servicio y la cooperación voluntarias. La planificación, en función del propio ego, por un lado, y el ordenamiento en función del prójimo, por el otro.
Ya vimos que, si una empresa, por caso, que es única en el país, tiene asegurada la no competencia exterior por vía aduanera, es decir, por vía de la fuerza policial estatal, tiene, en principio, asegurados los clientes. En consecuencia, su política no estará dirigida a servirlos, sino que hasta puede despreciarlos. Y, además, no necesitará ser eficiente. Pero a partir de la eliminación de la coerción, surge la competencia que obliga a servir mejor y a ser eficiente. Y esto conlleva un tipo de empresa diametralmente opuesto. Y un tipo de dirección empresaria totalmente diferente: será tanto más exitosa cuanto más íntima y verdadera sea su vocación de servicio y su sentido de cooperación[29].
Así, hoy en día, cualquier especialista en marketing, sabe muy bien que, los relevamientos de la propia empresa, son muy importantes a la hora de mantener y acrecentar la clientela. Preguntándole a la gente, a quién le compran, porque elige ese negocio y no otro, que es lo que más valora a la hora de comprar, que le parece la calidad, el precio, en definitiva, que le parece el modo en que lo están sirviendo y de qué manera podría mejorarse el servicio.
En cuanto a la eficiencia, tengamos en cuenta que ésta no es ganar dinero. Si la tasa interna de retorno (TIR) del capital invertido en una empresa, es menor a la tasa en un plazo fijo, podría considerarse que es muy ineficiente porque, sin trabajar, con ese capital colocado en un buen banco, se obtendría más. Es eficiente cuando el resultado de su trabajo justifica su existencia. Ahora, sabemos que, en un mercado natural, el trabajo es el servicio a la gente. Por otro lado, el verdadero servicio no es sino ayudar a la vida de las personas, que es el objeto del orden natural. En definitiva, entonces, la eficiencia no es sino la medida de la adecuación del trabajo al orden natural, en toda su dimensión (el hombre es uno: en cuerpo y alma). Esto es, que no sólo significa éxito económico, sino realización de la vocación personal. En consecuencia, profunda satisfacción por el trabajo que se realiza (sin olvidar, por cierto, que cualquier esfuerzo cansa a nuestra imperfecta, 'caída', naturaleza humana), y, finalmente, fuerte enriquecimiento humano y espiritual al ser, el trabajo, motivo de ayudarse y ayudar[30]. Como que es la participación personal en la Creación. Dos muy exitosos empresarios citados por James Robinson en su libro 'Empire of Freedom' aseguran que "...empezaron no por que querían estar en los negocios sino por...ayudar a la gente..." y encontraron que "...ningún programa social, ningún esquema de bienestar social o caridad..."[31]podía mejorar efectivamente a la sociedad como podía hacerlo una empresa trabajando en un mercado sano.
Pero además, el trabajo ayuda a fortalecer las relaciones con la familia. Institución a la que sostendrá fuertemente porque, al ser parte de la naturaleza humana, fortalece a la persona que, de este modo, tiene más energía real a la hora de producir. Esto, que a algunos pueda parecerles demasiado teórico, en verdad sucede así en una empresa en el mercado natural (y es índice inconfundible de sanidad): son innumerables los casos de familias creadas, fortalecidas y sustentadas a través de trabajos que se condicen con la naturaleza humana. Una empresa sana hará de la familia, de la vida humana, en definitiva, su primera razón de ser y de existir, en hechos concretos y reales de la vida diaria. Además de los hechos diarios y comunes, personas salvadas del alcohol y de otras drogas, sacadas de fuertes estados depresivos y demás, son cuestiones normales y corrientes como consecuencia de un trabajo natural.
“…fue conducido rápidamente a cuidados intensivos... los especialistas advertían que si Dexter sobrevivía nunca volvería a caminar... Dexter estaba obsesionado con la idea de que no podría seguir ayudando a la gente (con su trabajo)... una impresionante demostración de amor y emoción sostuvo a Dexter... a través de las miles de cartas (que recibió de sus subalternos, compañeros, superiores y clientes), llamados telefónicos, y flores de todo el mundo. Dexter hizo un voto. Volvería a caminar"[32]. Y caminó, y continuó con su trabajo ayudando a la gente. Esta es una de las miles de historias reales que ocurren todos los días en las organizaciones sanas.
Pero en fin, una consecuencia importante del mercado con ausencia de coerción institucional, es la gran movilidad y agilidad que existe como resultado de la falta de trabas burocráticas[33]. Una empresa de cualquier rubro, puede, rápidamente, cambiar a otra actividad. En cambio, formar una persona es cuestión de muchos años. La consecuencia más directa de esta circunstancia es que, el equipo humano, tiende a convertirse en el capital más importante. Y así las compañías se definen, cada vez más, en función de las personas que la conforman, antes que por su actividad[34]. Este motivo, lleva a que las empresas se preocupen por cada uno de sus miembros, su futuro y sus familias.
Y aquí surge el valor infinito de la persona humana. Aunque a muchos les cueste aceptarlo, lo cierto es que, esto significa que, cada persona, por muy 'discapacitada' que esté, no sólo encontrará un lugar sino que, además, su trabajo rendirá lo suficiente para sí y para las personas que la rodean. Más aún, en una sociedad natural, en empresas que, como vemos, están dedicadas al servicio y son recompensadas en la medida en que lo hagan, la ayuda a los más necesitados, será altamente incentivada. Así, Rich DeVos, recomienda, como una buena máxima de dirección empresaria, en el libro que he citado, que nunca se deje de dar aquello que otros necesiten aún cuando parezca que no lo tenemos.
En contraposición con esto, las intervenciones coercitivas del Estado en el mercado laboral, producen discriminación hacia los de más escasos recursos, hacia los más débiles físicamente. Provocado, además, una verdadera degeneración de las relaciones en el trabajo. Creando 'leyes' laborales, 'luchas de clases' y otras cuestiones, que enfrentaron a los miembros de una misma empresa, cuando resulta obvio que deberían ser los primeros en preocuparse por conformar un equipo cohesionado[35].
Valga aquí una aclaración. En una economía natural, en una economía eficiente, cada trabajador produce lo suficiente para sí mismo y produce, además, un mejoramiento de las condiciones sociales. Porque nadie contrataría a un obrero, si éste no significara una mayor rentabilidad para su empresa y, en consecuencia, un servicio para sus clientes. De modo que, en un mercado en donde impera el orden natural, cuanto más gente trabaje, más beneficios tendrá la sociedad. Así, en un mercado con ausencia de coerción institucional, se les paga a los extranjeros para que vengan a trabajar. De donde, una política de fronteras abiertas, es lo más beneficioso que puede ocurrir. Los países estatistas, en cambio, generalmente tienen elevada desocupación, precisamente, a causa de las intervenciones coercitivas en el mercado. Pero en lugar de evitar las medidas coactivas, ¿qué es lo que hacen?: ¡echan a los extranjeros![36].
Así es que, como el 'capital' más importante tiende a ser el humano, y por otro lado, el servicio bien entendido empieza por casa, la primera prioridad, para la compañía, es la inversión en sus miembros. En otras palabras, cuanto más dinero se invierta en sueldos, formación, capacitación, y demás, mejor equipo humano tendrá y mejor empresa será. Luego vendrá la inversión en bienes materiales, siempre y cuando éstos sirvan para mejorar la calidad de vida, primero, de sus propios miembros. Por esto es que las apreciaciones de las empresas se inclinan cada vez más hacia los llamados 'valores intangibles', como la evaluación de la calidad y proyección de los recursos humanos, relación con los clientes y con los proveedores, canales de distribución y participación en el mercado, y posicionamiento de la marca, entre otros. Todas cuestiones directamente relacionadas con las personas y no con los bienes materiales.
Entonces, formando una organización que signifique un equipo humano de alta calidad, con verdaderas y sólidas virtudes humanas, y bien remunerado, es decir, en altas condiciones para servir, la empresa puede pensar en ser altamente eficiente. Y esto es la empresa: una organización fuertemente preparada y motivada para lo que el mercado natural exige (una acción ardua y dificultosa que valerosamente se comienza), esto es, el servicio y la cooperación voluntarias. Y es a partir de aquí que los clientes, los servidos, la recompensaran con creces. "Cada persona que contacta su empresa está al comienzo de una larga línea de potenciales clientes; resuelva en su favor sus problemas y le retornarán más de lo que usted dio", escribió Thomas Petzinger Jr[37]. Realizándose, de este modo, el círculo virtuoso propio y excluyente del orden natural.
De modo que, virtudes como la lealtad, la honestidad, la seriedad, el liderazgo[38], entendido como capacidad de sacrificio en pos del servicio a los demás, y la amistad, de donde surge el conocimiento del cliente y, en consecuencia, el modo de servirlo[39], no son ya valores para discursos, sino realidades cotidianas de alta cotización económica (el hombre es sólo uno: cuerpo y alma).
Sólo por nombrar un ejemplo, el precio de mercado de Amway Japan, por allá por 1995, era de 5.100 millones de dólares. Lo sorprendente es que sus bienes materiales eran solamente una pequeña parte de este monto. El resto era virtual, era el precio que el mercado estaba dispuesto a pagar, en dólares reales, por las relaciones interpersonales, por la lealtad y demás virtudes humanas, dentro de esta empresa de venta directa. Este éxito en particular, se debía a que sus fundadores la formaron y trabajaron en un sector (y de un modo) del mercado que goza de un alto nivel de ausencia de coerción. Sin olvidar, por cierto, que la tecnología, como que siendo el resultado de la creación humana fortalece su naturaleza, ayuda a derribar las barreras que los gobiernos imponen[40].
Como consecuencia de estas virtudes humanas, el ambiente diario es un ambiente sano (con el consiguiente ahorro en salud por falta de stress). En donde, entre otras cosas, no se pierde tiempo en luchas internas, y se gana al ayudar a los demás con sus trabajos. De esta manera, la empresa se convierte en un círculo virtuoso que se auto genera. Por el contrario, la cruda 'competivitis', en donde, de lo que se trata, es de eliminar al 'enemigo', nada tiene que ver con el mercado natural, sino que es el resultado de la 'cultura estatista', de la sociedad artificial, que introduce violencia dentro de las relaciones sociales[41].
Por otro lado, la disminución de la coerción institucional en los mercados, que da lugar a la consolidación de la verdadera autoridad, la moral, traspolada al interior de la empresa, significa un aumento del 'liderazgo por influencia' por sobre los sistemas de tipo militar. Esto, de ninguna manera se transforma en falta de conducción o autoridad, sino que significa dar mayor campo de acción a cada miembro, de modo que pueda explotar al máximo sus calidades personales, lo que, por el contrario, concluye en mayor orden (mayor adecuación al orden natural). Por otro lado, esto lleva a esquemas cada vez más 'horizontales'. Esta horizontalidad llega incluso, en muchos casos, a la propiedad: cada vez hay más miembros en las empresas que son accionistas[42]. Como consecuencia de esta libertad, horizontalidad y de la dedicación al servicio real, las empresas son, cada vez más, organizaciones abiertas y transparentes, en donde todo se comunica y se discute con los empleados, accionistas y hasta con el público en general.
Recordemos que, en una economía planificada desde el gobierno, los empresarios tienen cierta cantidad de 'información' anticipada (aunque ésta es falsa). Y, como la gran disyuntiva entre la empresa autoritaria y la empresa natural es que, en la primera, se eliminan los costos de transacción internos, lo que queda superado por la enorme ventaja en cuanto al modo de conseguir más información en las segundas, se impone el primer método de administración, por cuanto, al ser la 'información' anticipada, no existe la ventaja de las segundas y, en cambio, le quedan los altos costos de las transacciones internas. En otras palabras, al anular el Estado coercitivo el proceso creativo, no tiene sentido y es muy costoso, darle libertad a los empleados, porque éstos utilizarán esta libertad, de modo necesario, para ejercer su creatividad que chocará, naturalmente, con la planificación impuesta, provocando con esto un desgaste inútil.
Los organigramas son, pues, el resultado de la eliminación de la coerción y la planificación, traspolada al interior de la empresa[43]. En función de una organización más ordenada, más fuerte y más eficiente, con tendencia a emular internamente el proceso del mercado natural, según hemos visto. Así, la antigua organización de tipo piramidal, casi militarizada, en donde sólo existen iniciativas en la cúpula, ha dejado paso a organizaciones de tipo rastrillo. Luego divisionales, poli funcionales, en donde ya la iniciativa era de muchas unidades. Más tarde a las unidades por proyecto, apareciendo luego los sistemas de calidad total. Y, probablemente, lo último hoy en día es el networking, que se caracteriza por estar conformado por personas hablando con personas, punto a punto, sin jerarquías militarizadas, sino con relaciones de tipo profesionales empresariales, cambiando jerarquías por liderazgos[44].
En el networking se liberan las iniciativas, lo que las multiplica ampliando notablemente el horizonte de la empresa. Además el sistema retribuye directamente por ayudar a otros, lo que crea una tremenda fuerza entre de los distintos miembros. Este sistema crea, además, una gran sinergia entre profesión y familia lo que a su vez da fuerzas reales a las personas. Es un sistema basado en relaciones interpersonales, basadas en fuertes virtudes humanas, y estas son difícilmente destructibles, de modo que es mucho más fácil que caiga una empresa piramidal a que caiga una empresa tipo networking. Por otro lado, es un sistema que, no sólo admite los errores, sino que solamente evalúa el resultado positivo efectivo (medido, básicamente, en cuanto a capacidad de ayudar a los demás), lo que significa que dejan de tener sentido los curriculums.
Por el contrario, la existencia de la organización jerárquica dentro de la empresa, da lugar a un costo burocrático, que según Paul Milgrom[45], se debe a "actividades de los subordinados destinadas a obtener influencia", es decir, que son tentativas estratégicas de modificar las acciones de sus superiores en su propio provecho. Y así el lobby y las internas.
Es fácil detectar las organizaciones de tipo militar, porque se advierte inmediatamente que la información es negada hacia abajo, se esconde, se escamotea en una actitud verdaderamente egocéntrica propia de un sistema de desconfianza. Debido a que no está basada en la verdad, como todo el sistema racionalista. Recordemos que, las empresas de tipo militar son incentivadas por la planificación estatista, la información falsa. En cambio, las nuevas organizaciones, se caracterizan por todo lo contrario, es decir, por el rápido y veloz intercambio de la información entre todas las partes (recordemos que, precisamente, la verdadera función empresaria, consiste en eliminar desajustes sociales que implican desinformación). Tengamos en cuenta que, de hecho, el avance tecnológico tiene mucho que ver con la rapidez y apertura con que se intercambia información, siendo ésta, probablemente, la causa por la que se auto acelera[46]. Y el avance tecnológico, es la participación más directa del hombre en la creación de riqueza.
Para terminar quiero señalar algo que no es poco importante. La 'cultura' moderna nos ha hecho creer que el resultado neto positivo del trabajo de cada persona (sobre todo en los niveles económicos más bajos) es algo que tiende a desaparecer. Efectivamente, una vez terminada la labor, se obtiene un resultado (por ejemplo, el sueldo a fin de mes). Que uno puede gastar, con lo que lo trabajado desaparece, o que puede invertir, con lo que, probablemente, perdurará un tiempo más. Pero la verdad es otra. Efectivamente, cuando Usted construye una casa, por ejemplo, el resultado de su trabajo no desaparece, por lo menos no rápidamente. Pero aún más, si Usted la alquila, no sólo conserva el capital que formó con su trabajo sino que éste todavía puede aumentar. Y esto es lo propio del orden natural: lo realizado queda proyectado (y potenciado) hacia el futuro de modo inevitable. Si el trabajo, hoy se termina con el sueldo del mes, es porque el Estado coercitivo está interfiriendo negativamente todo el proceso creativo (de suyo imperecedero y creciente: plante una semilla y verá como crece sola) convirtiéndolo en algo circunstancial (perecedero). Los nuevos sistemas, por ejemplo el networking, están, cada vez más, ayudando a revertir esta situación, y así el trabajo de cada persona provoca resultados que se mantienen efectivos hacia el futuro.
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[1] Ver Armen A. Alchian y Harold Demsetz, 'Production, Information Costs, and Economic Organization', American Economic Review (1972): 777-95; Oliver Hart, 'An Economist's Perspective on the Theory of the Firm', Columbia Law Review, vol. 89, 1989; G.B. Richardson, 'The Organization of Industry', en G.B. Richardson, 'Information and Investment', Claredon Press, Oxford 1990; David J. Teece, 'Economies of Scope and the Scope of the Enterprise', Journal of Economic Behavior and Organization 1 (1980): 223-47.
[2] Así, el liberal Carl Menger, por ejemplo, afirma que "...allí donde la cantidad disponible no alcanza para todos, cada individuo trata de satisfacer sus propios requerimientos de la manera más completa posible excluyendo a los demás. ...Así, la economía humana y la propiedad tienen un origen económico común, porque ambas reconocen como razón última de su existencia el hecho de que existen bienes cuyas cantidades disponibles son menores que las que requieren los hombres. En consecuencia, la propiedad, como la economía humana, no es una invención arbitraria sino la única solución prácticamente posible para el problema que, según la naturaleza de las cosas, nos ha impuesto la disparidad entre la demanda de todos los bienes económicos y las cantidades disponibles de éstos", Carl Menger, 'Principles of Economics', New York University Press, New York, 1976, p. 97. Es esta, sin duda, una definición muy rígida de la propiedad privada en donde ésta es 'la única solución prácticamente posible' ('excluyendo a los demás') para un supuesto problema (egocéntrico) de escasez. Es decir, como 'existe escasez', la propiedad privada surge de un deseo egoísta de supervivencia que, por cierto, es 'lícito defender' (imponer, en rigor) violentamente, convirtiéndose, de este modo, en un derecho absoluto (como es todo aquello que ocurre 'determinísticamente' a partir de una 'voluntad superior', el Estado coercitivo). Pero, según veremos en 'La función empresarial y la creación humana', los recursos no son escasos, consecuentemente, la verdadera propiedad privada adquiere un carácter más 'relajado', más 'móvil' (relativo) en función de la eficiencia social. De aquí, de esta rigidez, los paradigmas que rigen la administración empresarial y la economía (en el racionalismo, aun cuando los liberales últimamente han avanzado positivamente) sugieren que los mercados internos (ver nota 7 siguiente), que son la base del proceso naturalmente espontáneo, están condenados al fracaso. Porque una 'empresa' comercial es, esencialmente, una estructura jerárquica de 'autoridad', ¿de qué otro modo puede ejercerse la 'autoridad' coercitiva?. Entre muchos (y luego, aunque no históricamente, los liberales 'clásicos'), este punto de vista queda claramente establecido por tres destacadas personalidades de la economía empresarial: Ronald Coase, Oliver Williamson y Alfred Chandler. Coase, premio Nóbel de economía en 1991, sugirió, en un famoso artículo escrito en 1937, que las firmas comerciales existían para reducir los costos de transacción. Desde este punto de vista, la esencia de la organización era la sustitución del intercambio de mercado por la planificación y la autoridad. Supuestamente, al someter las diversas partes de una industria a una propiedad común (rígida), los administradores de la firma comercial reducen o eliminan los costos resultantes de la búsqueda de proveedores y clientes, las negociaciones, la necesidad de garantizar la calidad y el cumplimiento obligatorio de los contratos. Según ellos, cuando las ineficiencias, de la planificación y el manejo autoritario, exceden los costos de transacción emergentes de la participación en los mercados (es decir, cuando ya no se puede justificar la inexistencia de los mercados internos), las firmas comerciales permanecen separadas y llevan a cabo tratos recíprocos en el mercado. Debo señalar, en honor a la verdad, que ésta no fue la última palabra de Coase sobre el tema. Con el tiempo, se dedicó más a identificar los incentivos que motivan a los administradores a adoptar diferentes formas de organización empresarial, olvidando, en alguna medida, la cuasi oposición entre 'mercados' y 'organizaciones'. Ver, por ejemplo, una conversación con Coase en Steven Cheung, 'The Contractual Nature of the Firm', Journal of Law and Economics, 1983 (Ver Jerry Ellig, 'Fijación de precios internos para servicios corporativos', Libertas, no. 25, ESEADE, Bs. As., Octubre de 1996, p. 122)
[3] (3) 'La Teoría de la Empresa: Los austriacos como precursores y críticos de la teoría contemporánea', Libertas, no. 26, ESEADE, Buenos Aires, Mayo de 1997, p. 27. Por su parte, otro liberal, Peter G. Klein, asegura que "El modelo de la empresa según los libros de texto ha venido causando una frustración cada vez mayor a los economistas. La 'empresa' de la microeconomía intermedia es una función productiva, una misteriosa 'caja negra' cuyo contenido le está vedado a la teoría económica respetable (más bien está relegado a las disciplinas menores de la administración, la teoría de la organización, la psicología industrial, etc.). Ese modelo es útil en ciertos contextos, pero se ha demostrado que no puede explicar diversas prácticas comerciales que se llevan a cabo en el mundo real: integración vertical y lateral, diversificación geográfica y en el ramo de producción, franquicias, contratos comerciales a largo plazo, fijación de precios de transferencia, empresas colectivas de investigación, y muchas otras. Los economistas han buscado una alternativa a esta concepción de la empresa como función productiva y se han volcado hacia una serie de obras en las cuales se la considera como una organización, merecedora en sí misma de un análisis económico. Esta bibliografía, que está empezando a surgir, es la parte mejor desarrollada de lo que se ha dado en llamar 'la nueva economía institucional' (Puede encontrarse una visión de conjunto de la nueva economía institucional y de la teoría de la empresa en Ronald H. Coase, 'The Institutional Structure of Production', American Economic Review 82 1991: 713-19; Eirik Furubotn y Rudolph Richter, 'The New Institutional Economics: An Assessment', Texas A&M Press, College Station, Texas, 1991; Bengt R. Holmström y Jean Tirole, 'The Theory of the Firm', en Richard Schmalensee y Robert D. Willig (eds.), Handbook of Industrial Organization, vol. 1, North-Holland, Amsterdam, 1989, pp. 61-133; R. N. Langlois, 'The 'New' Institutional Economics', en Boettke (ed.), 1994, pp. 535-40; y el Journal of Institutional and Theoretical Economics, marzo de 1993, de 1994 y de 1995; en Howard A. Shelanski y P. G. Klein, 'Empirical Research in Transaction Cost Economics: A Review and Assessment', Journal of Law, Economics and Organization 11 (2) 1995: 335-61, se realiza un estudio del trabajo empírico relacionado). Esta perspectiva diferente ha mejorado y enriquecido muchísimo nuestro conocimiento acerca de las empresas y otras organizaciones, hasta tal punto que ya no podemos estar de acuerdo con la afirmación que Ronald Coase hizo en 1988, según la cual 'el porqué de la existencia de las empresas, qué es lo que determina el número de empresas, y lo que estas hacen... no son cuestiones que interesen a la mayoría de los economistas'('The Firm, the Market and the Law', U. of Chicago Press, 1988, p. 5)", 'La empresa y el cálculo económico', Libertas, no. 27, ESEADE, Bs. As., Octubre de 1997, pp. 83-4.
[4]Ver '¿Planifican las Empresas?', Libertas no. 26, ESEADE, Buenos Aires, Mayo de 1997.
[5] 'Designing Organizations For High Perfomance', Reading, Mass.: Adison Wesley, 1988.
[6] Según Juan C. Cachanosky, para quién lo que más importa no es aumentar las ganancias sino el valor de la empresa, "Para determinar el valor de una empresa hay un elemento objetivo y otro subjetivo. El elemento objetivo es que el valor de la empresa se calcula descontando su free cash flow (FCF) a una tasa que incorpore el riesgo asociado con la actividad. Es posible llegar al mismo resultado sumando al capital inicial el valor que se va agregando cuando el ROIC (return on invested capital) supera al WACC (weight average cost of capital). La contabilidad convencional no sirve para realizar este tipo de cálculos, ya que no tiene en cuenta 'el tiempo' y los diferentes criterios contables llevan a distintas ganancias y ratios. Lo único que cuenta es el valor presente del flujo de caja proyectado y, específicamente, el free cash flow y no otro flujo de caja. La parte subjetiva de la valuación que, en realidad, es la parte más compleja, consiste en determinar la proyección del FCF. Toda proyección tiene supuestos que son siempre subjetivos. La 'fortaleza' de la proyección depende en última instancia de la 'fe' que se tenga en los supuestos de las proyecciones", 'Value Based Management', Libertas no. 30, ESEADE, Buenos Aires, Mayo de 1999, p. 211. Para que no quede duda alguna de que el cerebro humano, por muy 'preparado' que esté, no puede planificar por sobre el mercado veamos lo que pasó con Long Term Capital Management LP (LTCM), firma que operaba en Wall Street desde 1993, llegando a ser la mayor reunión de 'cerebros' en la historia de Wall Street, juntando a 25 Ph.D. (doctorados), muchos profesores de la escuela de negocios de Harvard University, incluidos dos premios Nóbel, Robert Merton y Myron Scholes. En tanto que el fundador tenía amplia y exitosa experiencia en firmas del prestigio de Salomon. En 1994, el retorno anual a los inversores, después de comisiones, fue del 19,9 por ciento, cuando la media en Wall Street era del 16 al 17 por ciento. Pero en 1995 este retorno trepó hasta el 42,8 por ciento, en tanto que 1996 llegó al 40,8 por ciento, siempre después de comisiones. Semejantes éxitos, los llevaron a la soberbia actitud de creer que el cerebro humano era capaz de planificar, de adelantar el futuro, y así le aseguraban a todos los clientes que ellos tenían el cerebro, el prestigio y la experiencia necesaria como para realizar los mejores negocios. Pero la realidad tardó poco en desenmascararlos. Y, mientras LTCM caía en picada, un consorcio de 14 bancos y entidades financieras de primera línea (los nuevos dueños), tuvieron que aportar, en septiembre de 1998, un total de 3.625 millones de dólares, a instancias de la Reserva Federal, para salvar a la empresa de los '25 Ph.D.' y, así, 'salvar al sistema'. Lo triste de ésta historia, es que no se entendió el mensaje de la realidad (aunque muchos de los bancos del consorcio dudaron acerca de la necesidad del plan de salvataje), que estaba señalando, claramente, que el mercado es 'brutalmente eficiente' y que nunca podrá ser burlado ni guiado por nadie, ni siquiera por el Estado norteamericano (la Reserva Federal) y su plan de salvataje (ver el Wall Street Journal, New York, Monday November 16 1998, p. A1).
[7] Un acercamiento, en este sentido, puede verse en la teoría de la administración basada en el mercado, según la cual, el éxito de la empresa depende esencialmente de la habilidad para reproducir, dentro de la organización, características propias del mercado. Ver, por ejemplo, Jerry Ellig, 'Internal Pricing for Corporate Services', Documento de Trabajo, Center for the Study of Market Processes, George Mason University, 1993; y Wayne Gable y Jerry Ellig, 'Introduction to Market-Based Management', Center for Market Processes, Fairfax, Va., 1993. Los mercados internos, que se empezaron a utilizar en el tipo de organización empresaria multidivisional, básicamente consisten en dividir a la empresa en sectores de modo que cada uno actúe con respecto al otro como si fueran empresas distintas, vendiéndose y comprándose mutuamente; ver William Halal, 'The New Capitalism', Wiley, New York, 1986, ch. IV.
[8]Ver Esteban Thomsen, 'Prices and knowledge: A market process perspective', Londres y Nueva York: Routledge, 1992, p. 61.
[9] I. Kirzner, 'El descubrimiento empresarial y el proceso competitivo del mercado: el punto de vista austriaco', en 'Competencia y Empresarialidad', Unión Editorial, Madrid 1998, p. 263. Ver Ernest Pasour, 'Economic efficiency and inefficient economics: another view', J. Post-keynesian Econ., primavera 1982, 4 (3), pp. 454-9; N. Moldofsky, 'Market theoretical frameworks-which one?', Econ. Rec., junio 1982, 58 (161), pp. 152-168; George L.S. Shackle, 'Epistemics and Economics: A critique of economic doctrines', Cambridge: Cambridge University Press, 1972; James M. Buchanan, 'Natural and artifactual man', en 'What should economists do?', Indianapolis: Liberty Press, 1979, pp. 93-112.
[10] 'Socialismo, cálculo económico y función empresarial', Unión Editorial, Madrid 1992, p. 60. Recordemos que, para santo Tomás de Aquino, crear es hacer algo a partir de la nada (ver la nota 27, Capítulo I, Parte Primera), de donde, en rigor, como el Creador es Dios, sólo El es capaz de crear algo de la absoluta nada, el hombre sólo puede participar de esta creación. De aquí la importancia de la fe natural que le permite al hombre esta participación. De aquí también que, la planificación, que significa negarle al hombre la posibilidad de crear (y si recordamos que el hombre es uno: cuerpo y alma), significa negarle al hombre proceder en su fe limitándolo a un ser material. Así, la característica de la 'creación' humana es que ésta consiste en 'encontrar (inspirados por el Don de la Sabiduría, diría la teología católica) información que antes ni siquiera sabíamos que existía', pero nunca crear información de la nada como pretende el racionalismo. Nótese que encontrar significa una actitud ('empírica') volcada hacia lo preexistente, en tanto que 'crear de la nada' significa una (abstracción racionalista) actitud egocéntrica: es el yo que crea, para tener todo 'egocontrolado' desde su origen.
[11] 'Socialismo, Corrupción Ética y Economía de Mercado', Libertas no. 27, ESEADE, Buenos Aires, Octubre de 1997, p. 266.
[12] S.Th., I-II, q. 3, a. 4.
[13] cfr. santo Tomás de Aquino, 'Compendium theologiae', 1, 107; y la S.Th., I, q. 81, a. 1. De aquí que la información, el conocer, tienda al equilibrio, a la quietud, que nunca encontraremos completamente en esta tierra.
[14] San Agustín, 'De Trinitate', XIII, V.
[15] 'Ochenta y tres cuestiones', 35.
[16] In Met. XII, VIII.
[17] Quizás el caso más sintomático sea el tipo de organización que imaginó Frederick Taylor ('Principles of Scientific Management', Norton, New York, 1911) que desarrolló en base a su teoría de la 'administración científica'. Esta filosofía de la administración 'científica' tiene, de hecho, grandes similitudes con las propuestas de una planificación económica centralizada por el Estado. Ambas propugnan la creación de planes 'racionales', articulados para precoordinar la conducta humana. Y ambos tipos de planificación tuvieron grandes defensores (véase, por ejemplo, Judith A. Merkle,'Management and Ideology: The Legacy of the International Scientific Management Movement', University of California Press, Berkley, 1980; ver también Peter Boettke, 'The Political Economy of Soviet Socialism', Kluwer Academic Publishers, Boston 1990.
[18] Según Jim Heckman, de la Universidad de Chicago, "Aunque el cambio no puede ser totalmente previsto, podemos saber cuál va a ser su dirección...Hay oportunidades que surgen, que las personas inteligentes, flexibles y hábiles pueden aprovechar... en el mundo hay oportunidades que van y que vienen para responder a ese cambio... Una de las reglas empíricas mejor establecidas en la economía moderna es que las personas más educadas, más flexibles y más capaces, son las que mejor se adaptan al cambio. Esto se aplica tanto... a la innovación de productos ....a medida que los países se abren a la economía mundial, como si se debe (el cambio) a la tecnología y sus innovaciones", conferencia pronunciada durante la convención de ADEBA, en Buenos Aires el 20 de mayo de 1997.
[19] En este sentido (en el de los dictados del mercado que debemos aprender a escuchar), para Michael Porter el componente predominante en su 'cadena de valor' es la logística, cuya ciencia empuja al marketing tradicional a una nueva frontera de costo-eficacia con el propósito de lograr ventajas competitivas para identificar, anticipar y satisfacer al consumidor final. En el mismo sentido Douglas Lambert, de la Ohio State University, insiste en que las empresas dependen cada vez más del intenso procesamiento de todos los datos que deberán recabar para adaptarse a modificaciones sustanciales, mucho antes de que se mueva nada (ver El Cronista Comercial, Jorge Vilches, Buenos Aires 25 de junio de 1997). Así David Parker y Ralph Stacey aseguran que "Solamente la firma adaptable basada en el aprendizaje en 'tiempo real' y rápida reacción- la firma inherentemente flexible- puede contender con el desconocido futuro. Estas firmas operan exitosamente con una combinación de ambas ordinarias y extraordinarias reglas de dirección. En otras palabras, son las firmas que operan con (bounded instability) equilibrio inestable, como los sistemas creativos en la naturaleza", 'Chaos, Management and Economics', IEA Hobart Paper 125, London 1994, p. 70.
[20] Murray N. Rothbard; 'Man, Economy and State: A Treatise on Economic Principles', 2 vols., Nash, Los Angeles, 1970, pp. 900-01, n. 56.
[21] Jack Hirshleifer, 'On the Economics of Transfer Pricing', Journal of Business 29 (1956): 172-89.
[22] 'La empresa y el cálculo económico', Libertas no. 27, ESEADE, Buenos Aires, octubre de 1997, pié de p. 100.
[23] Op. cit., pp. 547-48.
[24] Peter Klein, op. cit., pp. 100-1.
[25]'Socialismo, cálculo económico y función empresarial', Unión Editorial, Madrid, 1992, p. 78.
[26] "Si fielmente guardamos la ley moral, los fines particulares que se persiguen en la vida económica, ya individuales ya sociales, entrarán convenientemente dentro del orden universal de los fines, y nosotros, subiendo por ellos como por grados, conseguiremos el fin último de todas las cosas, que es Dios, Bien sumo e inexhausto para Sí y para nosotros", S.S. Pio XI, Encíclica 'Quadragesimo Anno', Roma 1931, Introducción de la II Parte.
[27] De modo que no se sienta culpable, Señor lector, por querer ganar más dinero, por el contrario, ésta es la actitud normal, sana. Lo que sí es importante, insisto una vez más, es que el mercado sea natural (de manera que el modo de obtener este mayor lucro sea positivamente moral) y, luego, será su responsabilidad, de su libre albedrío, el destino que le de a éste dinero. Por cierto que con esto no pretendo desconocer el valor del altruismo, simplemente estoy remarcando la unidad cuerpo-alma, en un aspecto material de la vida, una empresa. Por su lado, el altruismo tampoco supone la desunión cuerpo-alma, sino que supone un sacrificio voluntario de los beneficios materiales que se darían de suyo en el orden natural, en función del bien superior que es espiritual (está claro que en esta unidad cuerpo-alma la 'cabeza' es el alma). Desde otro punto de vista, Juan de Mariana, escolástico español, un tanto crudamente a mi modo de ver, escribió "tenga también presente el príncipe que nada mueve tanto como la utilidad propia así a los reyes como a los particulares, y no crea nunca firme las alianzas ni las amistades de que no se pueda esperar ningún provecho... Tales son por cierto la condición y la naturaleza humana", 'Del Rey y de la Institución Real', en Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, Atlas, 1950, vol.31, p. 567.
[28] Citado por Rich DeVos en 'Compassionate Capitalism', Ed. Plume-Penguin, USA, 1994, p. 27.
[29] Edward B. Roberts, profesor del Massachusetts Institute of Technology (MIT), asegura que "Entre las compañías no técnicas (en los EE.UU.)... el índice de fracasos es de hasta 90 por ciento en sus dos o tres primeros años... Yo les diría que no funden una empresa mientras el mercado no de muestras de que pueden hacerlo. Es preciso que usen su habilidad no sólo para poner a punto sus ideas, sino también para probar su eficacia en el mercado. ¿Estará la gente dispuesta a comprar mi producto o servicio? No deben actuar... tomando como base su propio ego. Lo más importante de todo es averiguar cuáles son los deseos del cliente", 'Como crear una compañía de alta tecnología', Facetas no. 100, USIA, Washington DC 2/93, pp. 47 y 51. En fin, entre los muchísimos artículos de actualidad puede leerse 'Le client, valeur montante de l'entreprise', Le Figaro Economie, Paris, 23 Novembre 1998, p. 35 y ss. Según Jeremy Rifkin "Una nueva conciencia empresarial (lo que en los Estados Unidos se llama Revolución Silenciosa) que empieza a extenderse desde las bases hacia arriba y que consiste en aprender a servir... Con (el Presidente) Clinton preparamos una campaña para que... el Tercer Sector (organizaciones privadas de bien público) sea el corazón de la sociedad civil norteamericana", entrevista publicada por la revista Gente, Buenos Aires, 12 de junio de 1997, pp. 60-61.
[30] "La justicia ha de ser respetada, no solamente en la distribución de la riqueza, sino además en cuanto a la estructura de las empresas en que se cumple la actividad productora. Porque en la naturaleza de los hombres se halla involucrada la exigencia de que, en el desenvolvimiento de su actividad productora, tengan posibilidad de empeñar la propia responsabilidad y perfeccionar el propio ser", S.S. Juan XXIII, Encíclica 'Mater et Magistra', Roma 1961, Segunda Parte, 15.
[31] Op. cit, Ed. Prima, USA, p. 144.
[32] James W. Robinson, op. cit., p. 185.
[33] Tengamos en cuenta que existen empresas aparentemente libres porque, en su rubro en particular, por ejemplo, la edición de diarios, no existen regulaciones estatales que las coarten. Pero, en el fondo, tienen tantas regulaciones coercitivas (leyes impositivas, laborales, ordenanzas municipales en cuanto a la comercialización, y demás) que son libres solamente en la superficie. Por ejemplo, en algunos países, la legislación obliga a que, quienes manejan las rotativas, estén afiliados al sindicato gráfico. Entonces, si el dueño del diario, decidiera cambiar a una empresa de construcciones, no podría hacerlo porque, por un lado, no puede echar a los obreros dado que la legislación se lo impide (o se lo encarece desproporcionadamente), y, por el otro, no puede obligar a los obreros del sindicato gráfico a pasarse a la construcción.
[34] "Michael Milken (financiero norteamericano, creador de los llamados 'bonos basura'), quien sabe lo suyo con respecto a inversiones, ha resumido la situación en ocho palabras: 'El capital humano ha sustituido al capital monetario'. ... el conocimiento pasa a ser el sustituto definitivo, el recurso crucial de una economía avanzada. Y a medida que esto sucede, su valor sube como la espuma", Alvin y Heidi Toffler, 'La creación de una nueva civilización', Plaza & Janés Editores, España 1996, p. 48. Entre los muchos artículos de actualidad que pueden leerse con respecto a los valores intangibles, puede verse 'Los intangibles les dan más valor a las empresas', La Nación, Buenos Aires, 31 de marzo de 1999, sección 2da., p. 4, artículo que todavía hace demasiado hincapié en el aspecto material y no humano de la empresa, de cualquier manera es interesante porque hace notar que los métodos clásicos, contables, financieros y microeconómicos, son incapaces de 'registrar' su existencia y, consecuentemente, evaluar los proyectos de inversión de modo realista. Por su lado, la Congregación Para la Doctrina de la Fe, acertadamente asegura que "La primacía dada a las estructuras y la organización técnica sobre la persona y sobre la exigencia de su dignidad, es la expresión de una antropología materialista que resulta contraria a la edificación de un orden social justo", Instrucción Sobre Libertad Cristiana y Liberación, Roma, 1986, C. V, I, art. 75, firmado Ioseph Card. Ratzinger, Alberto Bovone, Arzobispo.
[35] "...como si a los ricos y a los proletarios los hubiera hecho la naturaleza para estar peleando los unos contra los otros en perpetua guerra. Lo cual es tan opuesto a la razón y a la verdad que, por el contrario, es certísimo que...ha ordenado la naturaleza que aquellas dos clases se junten concordes entre sí...Necesitan la una de la otra enteramente...", León XIII, Encíclica 'Rerum Novarum', Roma 1891, n. 31.
[36] "Todo hombre tiene derecho a la libertad de movimiento y de residencia dentro de la Comunidad política de la que es ciudadano; y también tiene el derecho de emigrar a otras Comunidades políticas y establecerse... El hecho de pertenecer a una determinada Comunidad política, no impide de ninguna manera el ser miembro de la familia humana y pertenecer en calidad de ciudadano a la Comunidad mundial", S.S. Juan, Papa XXIII, Encíclica 'Pacem in Terris', Roma 1963, Primera Parte, 25. Para una discusión acerca del poder de la paz por sobre la guerra, y de las ventajas que significa la liberación inmigratoria, ver Frank W. Bubb, 'Fighting Communism with Free Trade and Open Immigration', The Freeman vol. 37 no. 5, Ed. The FEE, Irvington-on-Hudson, New York 1987, p. 192.
[37] The Wall Street Journal, New York, November 8, 1996, p. B1. Me parece que lo siguiente ha quedado lo suficientemente claro, de todos modos, vale la pena recordarlo. Algunos han querido ver en este círculo virtuoso la proposición de una sociedad perfecta, cuando la verdad es exactamente al revés. El hombre ni es ni nunca estará ni siquiera cerca de la perfección en este mundo. Lo que sí es, definitivamente, 'perfecto' es el orden natural aquí propuesto, anterior a la razón humana. Consecuentemente, precisamente porque el hombre es imperfecto y siempre lo será (y así la sociedad en este mundo) conviene respetar el orden natural. Por el contrario, suponer que coercitivamente se pueda imponer una sociedad justa, como la coerción es, por definición, egocéntrica (en contraposición con el respeto al orden natural, que si bien implica el respeto de los principios intrínsecos es exterior a la persona humana por anterior), es suponer que el hombre, la 'decisión' de quien ejerce la coerción, puede ser perfecto, o puede siquiera, acercarse a la perfección, lo que es un absurdo completo.
[38] "Lo definiremos de la siguiente manera...: El liderazgo es aquel proceso mediante el cual una persona determina el objetivo o dirección de otra u otras personas, y logra que ellas se conduzcan juntas con él y juntas entre sí en esa dirección con habilidad y total compromiso", Elliot Jacques y Stephen D. Clement, 'Cualquier persona es capaz de ejercer un liderazgo efectivo', El Cronista Management, no. 49, Buenos Aires, Julio de 1997, p. 1. En la misma revista puede leerse un artículo interesante de Jorge A. Rumbo cuyo título resume el contenido: 'La influencia, en lugar de la coerción, genera resultados muy positivos', p. 10.
[39] "Las buenas ideas surgen a partir del reconocimiento de lo que la sociedad necesita y desea", Rich DeVos, op. cit., p. 150.
[40] Así como, entre otras cosas, la famosa Cortina de Hierro y el Muro de Berlín eran traspasados por las ondas radiales, hoy pareciera que las redes informáticas, como el caso de Internet y las de orden superior que se están experimentando, van a traer serios problemas a los 'reguladores' estatales y a los cobradores de impuestos. Pero, además, está la telefonía satelital que no opera sobre redes ubicadas en territorios nacionales sino satelitales; la televisión interactiva, como la que promueve la British Interactive Broadcasting, que permite la creación de empresas de existencia virtual, desde bancos hasta vendedores de toda clase, cuya base nacional no está clara o puede omitirse. Todo esto dificultará seriamente las actitudes coactivas de los Estados, ya que estas personas o empresas 'virtuales' sólo tienen existencia real en forma de bits dentro de redes sin localización nacional. En consecuencia, no sólo son difíciles de perseguir sino que, suponiendo que pudieran 'atraparlas' ¿a qué Estado nacional corresponde que tributen? Afortunadamente, la tecnología viene a reforzar a la naturaleza humana permitiéndole mayor libertad física de acción y decisión frente a las ansias coercitivas de algunos Estados. Ver 'E-commerce' y 'Now it's time for action', Financial Times, London July 2 1997, p. 13 y p. 6 FT-IT, respectivamente. Esto podría fácilmente acelerar la desaparición de los Estados coactivos, que dejarán lugar a sociedades en dónde las personas decidirán voluntariamente hacia que lugar dirigir sus energías, sus recursos, impuestos y demás. Un comentario acerca de la proyección futura en cuanto al aumento del poder de decisión de las personas, potenciado por el desarrollo tecnológico, frente a la coerción estatal, ver Alejandro A. Tagliavini, 'La cyberdemocracia se abre paso en el mundo', El Cronista, Buenos Aires, 1 de agosto de 1997, p.18. Ya que estamos hablando de la tecnología, otro aspecto interesante es el ahorro en espacios (por ejemplo, los que antes se utilizaban para archivos) en el desarrollo empresario y las muchas consecuencias que esto supone. Así, por caso, "En las oficinas de IBM en Cranford, Nueva Jersey, las instalaciones de la empresa se redujeron de 4 hectáreas a 1 sola. Pero una de las consecuencias que trajo aparejado este cambio fue que las distinciones jerárquicas desaparecieron por completo, al menos en lo que concierne al tipo de espacios de trabajo", Joseph W. Walter, Profesor en la Facultad de Wharton, 'El impacto de la oficina virtual en las formas de trabajar', El Cronista Management, no. 49, Buenos Aires julio de 1997, p. 12.
[41] Al igual que en cualquier deporte, la competencia ayuda doblemente lejos de perjudicar: alienta las virtudes sanas, crea el 'compañerismo', edifica la nobleza en el juego y así, finalmente, promueve el progreso social, espiritual y material. Efectivamente, para poder jugar tenis, por ejemplo, Usted necesita a un competidor que le devuelva las pelotas desde el otro lado de la cancha. Pero, además, éste lo incentivará a mejorar su juego de modo que Usted disfrute aún más. Para poner un ejemplo real y concreto, me consta personalmente que tres competidores querían construir barrios cerrados en tierras alejadas. Cada uno, por su parte, no podía hacerlo porque no había, hasta la zona en cuestión, una ruta en buen estado. Pero, a pesar de ser competidores, mejor dicho, a raíz de que eran sanos competidores, se pusieron de acuerdo y, entre los tres, sí construyeron la ruta. Y, ahora, cada uno, compitiendo en el mismo lugar, puede realizar su negocio a la vez que favorecer a la comunidad, en general, al construir un nuevo camino. Si, en cambio, la ruta hubiera sido construida en forma coercitiva por el Estado con dinero de toda la sociedad, entonces, estos tres competidores no hubieran tenido la oportunidad de colaborar mutuamente y, probablemente, lo que hubieran hecho es tratar de convencer (sino sobornar) al funcionario en cuestión, para que la ruta favoreciera a cada uno dejando a los otros dos fuera de la competencia. Y así es como se introduce la violencia y la corrupción en la sociedad.
[42] "Como afirmó ya León XIII en su tiempo (Rerum Novarum, 33), es clarísimo el efecto de justicia, progreso, arraigo y paz que se sigue de la difusión más amplia posible de la propiedad privada", señala acertadamente José Miguel Ibáñez Langlois, 'Doctrina Social de la Iglesia', Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago de Chile 1988, p. 183.
[43] Según Andy Kessler, "El Proyecto Manhattan" (memorable por su faraónica ineficiencia) "fue la empresa más centralizada de su tiempo... todos... estaban compartimentalizados de manera de realizar su trabajo específico, reportando hacia arriba una cadena de comando militarizada". En cambio, "Internet fue un muy complejo proyecto que, sin embargo, fue construido esencialmente sin nadie a cargo. La gente discutía sobre, y ocasionalmente se ponían de acuerdo, una serie de especificaciones. Todos sabían todo, así y todo, de alguna manera, el trabajo se dividió entre los participantes", 'The Upside-Down World of High-Tech', The Wall Street Journal, New York, July 19, 1999. "En las empresas se asocian personas, es decir, hombres libres, capaces de disponer de sí mismos, creados a imagen de Dios. Por lo cual debe promoverse de manera adecuada, la participación activa de todos en la gestión de ingresos de la empresa, consideradas las funciones de cada cual...y salvaguardada la necesaria unidad de dirección", 'Gaudium et Spes', Constitución Pastoral del Concilio Vaticano II, n. 68.
[44] Me parece importante dejar aclarado lo siguiente. Debemos tener en cuenta que estamos hablando de organizaciones que se manejan en el ámbito de los conocimientos humanos y, por tanto, imposibles de planificar, de conocer anticipadamente. Justamente el éxito de éstas organizaciones depende de la rapidez y eficacia con que puedan recabar información en el mercado para adaptarse en 'tiempo real' a lo que demanda, en un proceso creativo. Pero existen organizaciones (la Iglesia Católica, por caso) que, fundamentalmente, maneja cuestiones de orden superior, es decir, absolutas. En cuanto a estas cuestiones absolutas, según hemos visto, si bien no podemos conocerlas de modo absoluto, sí podemos saber de su existencia. Consecuentemente, aquí el proceso de creación basado en la información de nuevos conocimientos ('consensuados' en el mercado), no corresponde del mismo modo. De aquí que, como sí sabemos que existen determinadas verdades absolutas (y no cabe la creación, que no sea secundaria en cuanto a mejorar su interpretación), debe, de modo necesario, existir una autoridad incuestionable. Por cuanto, según sabemos, una verdad es absoluta, sí y sólo sí, tiene una interpretación unívoca. Pero, como esto, según vimos hace al orden natural (la existencia de estas verdades absolutas) esta autoridad incuestionable es, de suyo, natural y, consecuentemente, no necesita de la coerción, de la violencia, para imponerse, como sí se necesita cuando se quieren imponer como 'absolutas' verdades (humanas) que son de suyo relativas.
[45] 'Employment Contracts, Influence Activities and Efficient Organization Design', Journal of Political Economy, 96, 1988: 42-60.
[46] "Boeing fue capaz de construir su avión 777 dos años antes de lo que hubieran sido capaces sin integración por redes informáticas... lo cortaron en secciones, juntaron equipos alrededor del mundo y los hicieron trabajar juntos muy eficientemente. Y, además, probablemente tuvieron un 20 o 30 por ciento de aumento en la productividad", aseguró John Chambers, cabeza de Cisco Systems ('Big shift in corporate attitudes on electronic commerce', Financial Times, London July 2 1997, p. 2 FT-IT). Por otra parte, estos avances tecnológicos están provocando la inevitable integración de todo el mundo de modo cada vez más rápido y efectivo, a la vez que la tecnología, según vimos, permite cada vez más obviar las fronteras nacionales coactivas. Todo esto trae a colación la tan mentada 'globalización'. Este fenómeno, sin duda, sería negativo en tanto provocara la uniformidad negativa de cosas malas, y este aspecto del fenómeno debería ser evitado. En otras palabras, una cosa es que las aduanas pierdan poder coactivo en beneficio de la naturaleza humana (el libre albedrío) y otra, claramente negativa, que el dólar, por caso, se convierta en moneda única estatal ('global') mundial. De cualquier manera, lo cierto es que la 'globalización' negativa es más una mala idea de la que hay que precaverse que una realidad, de hecho, el avance tecnológico cada vez más permite que cada producto sea particularizado de acuerdo con las necesidades y antecedentes de cada persona, en lugar de los productos seriados que antiguamente salían de las líneas de producción.
El autor es miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity en el Independent Institute, de Oakland, California.