
Por Enrique Fernández García
Caido del Tiempo
La
alabanza y la censura, la aprobación y la desaprobación, ya sean
científicamente justificadas o no, son tan esenciales a la vida normal de la
sociedad como a la del individuo. Arthur
Koestler
Cuando
pasan inadvertidas las exageraciones, sin importar el ámbito donde aparezcan,
es válido afirmar que no se tiene una facultad de gran valor. Un hombre que
pretenda tomar decisiones serias, las cuales no estén en disputa con la
racionalidad y el buen gusto, debe notar los excesos. Los mortales que aspiran
a ser prudentes, por ejemplo, tienen la obligación de trabajar ese atributo.
Según su óptica, se nos aconseja evitar los extremos porque, supuestamente, no
habría sitio allí sino para el peligro. Respecto a esta posición, es oportuno
acentuar que la radicalidad no merece sólo cuestionamientos; por el contrario,
actitudes como ésa pueden mejorar nuestra existencia. En general, las tibiezas
han servido para reconfortar a los mediocres, cobardes e ineptos. Ello implica
la necesidad, tal vez imperiosa, de no contemplar el mundo con desdén. Las
opciones que se nos presentan son diversas; por tanto, debemos reconocer cuáles
pueden beneficiarnos, pero también saber cuándo son perjudiciales. Las personas
que son incapaces de hacer esto tienen al despropósito como brújula.