Por Andrés Oppenheimer
No debería sorprendernos que los manifestantes en Brasil estén llevando pancartas que digan “más educación, menos fútbol”, ni que haya huelgas docentes casi a diario en Argentina, Chile, Venezuela y México: los maestros latinoamericanos están entre los que cobran los sueldos más miserables del mundo.
La semana pasada, mientras los manifestantes de Brasil protestaban contra los exagerados gastos para la realización del mundial de fútbol del 2014 y portaban carteles con eslóganes tales como “Japón: quédate con nuestro fútbol, dános tu educación”, la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo (OCDE) dio a conocer un estudio con cifras muy reveladoras sobre los sueldos docentes en todo el mundo.
El estudio, titulado La Educación 2013, muestra que los maestros de Latinoamérica ganan menos, trabajan más horas y disponen de menos tiempo para preparar sus lecciones o corregir tareas que sus contrapartes de otras regiones.
Las cifras de la OCDE son especialmente escalofriantes cuando se comparan los salarios de los docentes de Finlandia y Corea del Sur, dos países que obtienen los mejores resultados del mundo en los tests académicos PISA de jóvenes de 15 años, con los de los maestros latinoamericanos. Consideremos algunas de las cifras del estudio:
- Mientras el salario inicial de un maestro de primaria es de $64,000 en Luxemburgo, $38,000 en Estados Unidos, $36,000 en España, $30,000 en Finlandia y $28,000 en Corea del Sur; en Latinoamérica los salarios son de $17,400 en Chile, $16,600 en Argentina y $15,000 en México. Aunque Brasil no figura en el estudio, funcionarios de la OCDE dicen que los sueldos de los maestros brasileños son similares a los de sus pares de otros países latinoamericanos, y están al fondo de la lista.
-Los maestros de escuela primaria mejor pagados ganan un promedio de $113,000 en Luxemburgo, $77,000 en Corea del Sur, $58,000 en Japón, $53,000 en Estados Unidos, $51,000 en España, $32,000 en México, $31,000 en Chile y $25,000 en Argentina.
-En lo referido a las horas que pasan los maestros dando clases —una medida que suele usarse para mostrar cuánto tiempo les queda a los maestros para prepararlas, corregir tareas o reunirse con los padres—, Argentina tiene el récord mundial, con 1,450 horas anuales, seguida por Chile con 1,100 horas, Estados Unidos con 1,100 y México con 1,050. Comparativamente, los maestros de Corea del Sur y Finlandia pasan apenas 600 horas anuales al frente de su clase.
Andreas Schleicher, el experto en educación de la OECD que coordinó el informe, me dijo en una entrevista que Corea del Sur y China gastan menos en educación como porcentaje de sus economías que varios países latinoamericanos y, sin embargo, obtienen resultados mucho mejores.
La diferencia es que Corea del Sur y China hacen de la docencia una carrera muy selectiva y prestigiosa: sólo los más calificados son aceptados para ser maestros, y se les paga según su desempeño, dijo.
“Uno de los mayores problemas en Latinoamérica es que casi cualquiera puede ser maestro: no hay un proceso de selección riguroso”, explicó Schleicher. “Y la calidad de un sistema educativo nunca puede exceder la calidad de los maestros”.
Una manera de conseguir fondos para contratar maestros más calificados es ampliar el número de estudiantes por clase, me dijo Schleicher. Corea del Sur y China tienen clases más grandes que México, y sin embargo logran mejores resultados en los tests estudiantiles, añadió.
“Si hay que elegir entre un maestro mejor y una clase más pequeña, hay que preferir un maestro mejor”, dijo Schleicher.
En cuanto a los sindicatos docentes en Latinoamérica, que exigen salarios más altos, pero se oponen a exámenes de ingreso, evaluaciones o pagos por mérito, Schleicher dijo muchos maestros aceptarían estos cambios si se les da un estatus profesional más elevado.
Mi opinión: Hay que empezar a glorificar la profesión de maestro, tal como ocurre en Corea del Sur o en Finlandia.
Una de las cosas que más me impresionó durante los cinco años en que viajé a varios países para hacer la investigación de mi último libro sobre educación, Basta de Historias, fue que en Corea del Sur y en Finlandia, sólo el 10 por ciento de los estudiantes con mejor promedio pueden postularse para estudiar la carrera docente en la universidad.
En esos países, si uno tiene una vecina que es maestra, uno piensa: “debe ser inteligente, porque de otra manera no podría ser maestra”. En muchos países latinoamericanos, si uno tiene un vecino maestro, uno piensa: “el pobre, no pudo ser abogado”.
Ya es hora de que los maestros latinoamericanos sean tratados como profesionales, como los abogados o los contadores. Para eso hay que pagarles mejor, a cambio de que los nuevos maestros rindan exámenes de admisión y que todos sean evaluados y ganen según sus méritos.
Las pancartas de Brasil que piden más dinero para la educación y menos para el fútbol podrían ser un gran paso inicial en esa dirección.