Por Enrique Fernández García
Caido del Tiempo
Que un alma insatisfecha insurja contra las demás, no
es envidia, como piensa la torpeza de tierra adentro. Esa ruptura, antes que
incidente de individuos, es un fenómeno social.
Fernando Diez de Medina
La
indulgencia y el deseo de no molestar al semejante, aunque sea éste un
connotado cretino, se han convertido en problemas que contribuyen a ensombrecer
nuestra realidad. Pocos errores son tan graves como creer que debe imperar
exclusivamente la paz. No es necesario que aguardemos demasiado tiempo para
notar, con claridad, cuán ineficaz resulta tener esta posición. Los apóstoles
de la benevolencia impiden mejoras, pues defienden actitudes favorables al
desdén por lo que se lleve a cabo en esta vida. Por más que se haga para
evitarnos molestias, consentir una maldad es igual a obviarla. Lo correcto es
denunciar, sin temor de por medio, las irregularidades que percibamos a diario.
La tarea cumplida por los que obren así es digna de alabanza. Esos individuos
serán los que, arma verbal en ristre, nos ayudarán a identificar las
estupideces del mundo. Su embestida puede ser el inicio de un cambio que
ofrezca nuevas dichas. Por esta razón, es imprescindible que no exista ningún
terreno en el cual sus ataques sean excluidos.