Por Orlando J. Ferreres
La gran transformación que ha implicado la aplicación del sistema capitalista en naciones que tenían altos índices de pobreza como China, India, Vietnam y otros países del área del Pacífico, ha generado un cambio de calidad de vida en millones de personas y lo seguirá generado en los próximos 15 años. Esta evidencia numérica choca con el esquema estereotipado de ideas que predomina en muchos países de América latina -incluido el nuestro-, pues muchos intelectuales ven como negativa la aplicación práctica de este sistema capitalista que fue descripto básicamente por sus críticos (Marx y sus seguidores).
Los resultados numéricos reflejan hechos que ya han ocurrido y la mejor política es reconocer esa realidad aunque a muchos ideólogos puede no gustarles ese modelo, e incluso pueden negar la realidad de los resultados. ¿Por qué es mejor reconocer esa realidad? Para poder estudiar el tipo de políticas que han llevado adelante esos países exitosos y tratar de adaptar esas medidas a nuestra idiosincrasia, lo que nos permitiría obtener resultados muy beneficiosos para nuestra población.
Los países del Asia-Pacifico tenían una proporción de población que había alcanzado un buen nivel de vida de clase media de 1740 millones de personas en 2010, lo que había superado en mucho a la clase media europea sumada que era de 703 millones de personas en ese año. Europa tiene una población muy poco dinámica tanto, desde el punto de vista vegetativo como económico. Este cambio global fue muy importante.
Para el año 2030 se estima que el área Asia-Pacifico va a llegar a 3328 millones de pobladores de clase media. El aumento es de 1488 millones de personas de esta categoría social en sólo 17 años. Realmente un verdadero milagro económico. Lo que además llama mucho la atención es que en Europa se va a reducir la clase media en 23 millones de personas para 2030 y en América del Norte 11 millones menos de clase media para esa misma fecha. Las tendencias son tan claras que nos hacen pensar que tenemos que reaccionar rápido en nuestra estrategia geopolítica.
Lo que tiene importancia para nosotros es que nuestro país está estructurado para venderle a Europa y a otros países del Atlántico. Todo el interior debe pasar por Buenos Aires, en forma radial: los ferrocarriles, las carreteras, las líneas aéreas, las decisiones políticas, la coparticipación de impuestos, la aduana y la población concentrada en el conurbano bonaerense o rosarino.
Pero el eje económico global está rotando al Pacifico y nuestros dirigentes tienen que ver lo que ha ocurrido en los últimos 30 años y lo que se espera en los próximos 17 años: el dinamismo va a pasar por el Pacifico y no estamos reaccionando a tiempo.

Requerimos pensar el 2030. Ya sé que es un poco ridículo pedir esto, pues los políticos están pensando en los próximos dos meses (octubre) o a lo sumo en dos años (2015), es decir, siempre en el corto plazo.
Pero en esta estrategia se nos va gran parte de nuestro futuro y tenemos que hacer el esfuerzo de pensar a largo plazo. Es necesario dar vuelta el país hacia el oeste. Pero si tenemos que reorientar el país hacia el Pacífico, tenemos que lograr una salida por San Juan y Mendoza hacia ese océano, haciendo un acuerdo con Chile y construyendo vías de comunicación hacia ese país lo más baratas posible.
Son las tendencias que tenemos que descifrar para mejorar nuestro desarrollo económico y social
Tenemos que reorientar la infraestructura, los trenes, las carreteras, las comunicaciones, las fábricas, la población, el poder político hacia ese nuevo objetivo, pues es mucho menos competitivo llegar a los mercados del Pacifico por el Atlántico, sea por debajo de África u otras vías, o por el Canal de Panamá, aunque se podrían estudiar rutas alternativas que podrían morigerar en algo la gran diferencia que hoy se verifica.
Es un tema que requiere reflexión, tanto en lo que atañe al modelo de crecimiento que han aplicado esos países asiáticos (el capitalismo) que les dio tan buenos resultados como en las consecuencias que esa nueva realidad mundial tiene para nuestra geopolítica. Estas son las tendencias que tenemos que descifrar para mejorar nuestro desarrollo económico y social inclusivo y además para efectuar los grandes cambios estructurales que el país necesita.