
Por Edilio Peña
El Universal
A Mario
Vargas Llosa, por su devoción a Faulkner
"Un
hombre que corre hacia un fusil o que se aleja de él no tiene tiempo de
preguntarse si la palabra que sirve para designar lo que hace es valor o
cobardía". Ese pensamiento, que pertenece a Byron
Bunch, personaje estelar de la novela Luz de Agosto (o Alumbramiento en Agosto), define
uno de los puntos de inflexión más importantes de toda la saga narrativa de
William Faulkner. Porque en él se halla contenido la historia, la memoria y la
emoción. Desde esa tríada, Faulkner sumergió sus palabras en la tinta negra y
espesa del sur de Estados Unidos. En sus páginas, hubo de proyectarse la honda
herida que fue la Guerra
de Secesión, la memoria resentida de ésta, y la febril emoción, que
a pesar del tiempo trascurrido, quería hacerse perdurable a través de ella
ocupando sus rincones ocultos y oscuros, como el caballo fatigado del general
Lee, después de la derrota ante los ejércitos de La Unión. En el mítico condado
de Yoknapatwa -espacio narrativo inventado por Faulkner-, germinaría la semilla
de su poética frondosa, esa que desborda la conciencia de sus personajes en los
momentos culminantes de la acción, en los hechos mismos, que finalmente, les
rinden irremisiblemente.