La ASI ha hecho un llamado para que se mejore la política energética del país. Es hora de hacerlo. En una economía moderna, el costo de la energía es uno de los factores más importantes en la competitividad, que a su vez es el factor determinante de la capacidad de la economía de crecer y generar empleo. Cuando se trabaja con precios altos de electricidad hay menos recursos para pagar salarios y salarios más altos. En El Salvador los costos de la energía eléctrica son altísimos. En un estudio reciente, la Agencia Internacional de Energía clasificó a El Salvador como el cuarto más caro para la industria en una muestra de 34 países.
Ya varias empresas industriales han advertido de los graves problemas que les causa el alto costo de la energía en El Salvador. Si este problema no se resuelve muchas de estas empresas dejarán de invertir y producir en El Salvador, y otras que podrían venir invertirán en otros países.
Los países con costos más bajos de electricidad son abundantes, aun en el vecindario. Mientras en El Salvador en ese momento (2009) el costo de la energía para la industria era de 17 centavos de dólar por kilovatio hora (kWh), el costo en Brasil era de 12 centavos, en México de 8 centavos, en Costa Rica de 11, en Uruguay de 9, en Ecuador de 7, en Paraguay de 4. En El Salvador, el costo de la energía para la industria ha subido desde ese momento, hoy cuesta 20 centavos por kWh.
Las diferencias en los costos de la energía son dictados en gran medida por la dotación de recursos de los países, los que tienen grandes recursos hídricos o geotérmicos pueden producir más barato que los que no los tienen, por ejemplo. No en el caso de El Salvador, que tiene suficientes recursos naturales para producir electricidad a precios mucho más bajos que los que prevalecen ahora. Los precios altos se deben en gran parte a grandes ineficiencias en el sistema y a enormes rentas que se generan en la CEL. Estas enormes rentas las obtiene CEL porque produce con energía hidráulica y geotérmica que tienen costos mucho más bajos que los de las otras generadoras, que producen a costos mucho más altos con derivados del petróleo. Los precios se fijan de tal manera que las más caras sean rentables, con lo que las menos caras (principalmente la CEL y sus subsidiarias) son super-rentables. Esto crea un ambiente muy confortable para todos los operadores. Los costos son altos, pero todos ganan, y a nadie le importa si como resultado la industria languidece y no hay empleo para la gente.
Este sistema se rompería naturalmente si nuevos inversionistas entraran a producir con tecnologías más baratas y eficientes que las ahora existentes. Pero el sistema se ha manejado de tal manera que la competencia se desestimula para que el negocio siga estando en las manos de los que ahora lo manipulan, algo que se vuelve muy fácil de hacer si uno de los actores es una empresa estatal con control de los recursos hídricos y geotérmicos del país. A la CEL lo que más le conviene es que haya pocos competidores muy ineficientes, para que los precios sean altos, y sus utilidades sean enormes, y haya dinero para que los políticos den subsidios.
La solución no está en buscar diferentes tecnologías sin cambiar el sistema cerrado que permite que pocas empresas (y especialmente la CEL) hagan enormes utilidades a costa de que la industria y sus empleos languidezcan. Nada se ganaría y mucho se perdería, por ejemplo, produciendo energía con carbón ya que los enormes costos de contaminación serían mucho más altos que el aparente abaratamiento de la energía.
La clave de la solución no está en contaminar al país sino en dar transparencia a las operaciones de la CEL y abrir el sistema a más competencia. Si esto se hace, las otras medidas que son necesarias para reducir los precios de la energía vendrán por añadidura.
El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.