Por Andrés Oppenheimer
El hecho de que el discurso del presidente Barack Obama ante la Asamblea General de las Naciones Unidas no mencionara a ningún país latinoamericano fue un gran error, pero no debería sorprendernos.
Aunque la política exterior de Obama ha sido un soplo de aire fresco después de la diplomacia arrogante de su antecesor George W. Bush, el actual presidente de Estados Unidos no va a ganar ningún premio por su interés o dedicación hacia América Latina.
El Secretario de Estado, John Kerry, bien podría cambiar el nombre de su cargo a “Secretario de Medio Oriente”, porque es ahí donde parece pasar todo su tiempo.
Los primeros siete viajes de Kerry al extranjero después de asumir su cargo el 1 de febrero fueron a Europa y al Medio Oriente, y solo dos de sus 14 viajes hasta ahora han sido a América Latina, según el sitio web del Departamento de Estado de EEUU. Claro que si por algún milagro Kerry logra un acuerdo de paz entre palestinos e israelíes, retiro lo dicho y rezaré para que nadie recuerde estas líneas.
El discurso de Obama del 24 de septiembre en la Asamblea General de la ONU estuvo totalmente dedicado al Medio Oriente y el norte de África. Solo mencionó tangencialmente a América Latina cuando dijo que: “desde África a las Américas” las democracias han demostrado ser más eficaces que las dictaduras, y que “lo mismo sucederá en el mundo árabe”.
En el pasado, los discursos de los recientes presidentes estadounidenses ante la Asamblea General de la ONU solían hacer alguna referencia a sus planes regionales de comercio o inversiones en Latinoamérica. Pero Obama, a diferencia de sus tres últimos antecesores, no ha propuesto ninguna iniciativa regional para aumentar las relaciones económicas con América Latina.
Obama ha iniciado negociaciones para crear una Asociación Trans-Pacífica de libre comercio e inversiones con varios países en su gran mayoría de Asia, y una Asociación Trans-Atlántica similar con Europa, pero no ha propuesto ninguna Asociación Trans-Americana con América Latina.
México le ha pedido a Obama formar parte de la propuesta Asociación Trans-Atlántica, pero la respuesta de Washington ha oscilado entre “no” y “más adelante”.
La iniciativa regional más ambiciosa de Obama en Latinoamérica es el programa de “La fuerza de 100,000 en las Américas”, destinada a aumentar a 100,000 el número de estudiantes latinoamericanos en las universidades de Estados Unidos, y el de estudiantes de EEUU en América Latina. Es un buen programa, pero sería mejor si fuera parte de un tratado económico trans-americano mucho más amplio.
Hay que reconocer que Obama ha realizado seis viajes a la región, y que recientemente le ha solicitado al vicepresidente Joe Biden, una figura clave, que le lleve la relación con América Latina.
Y también es cierto que Obama ha tenido que lidiar con varios presidentes narcisista-leninistas en la región que han llevado a niveles insólitos la vieja práctica de culpar a Estados Unidos de todos los males de sus países, casi todos provocados por sus pésimos gobiernos.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acusa a diario a Estados Unidos y sus aliados por la tasa de inflación del 45 por ciento del país, y hasta de querer asesinarlo, sin jamás presentar prueba alguna de sus denuncias.
Lo triste es que debido a que estos líderes populistas autoritarios son los que más salen en las noticias, muchos legisladores y empresarios estadounidenses ven a toda Latinoamérica como una región gobernada por payasos.
Y el hecho de que la economía latinoamericana se esté desacelerando a un 3 por ciento luego de una década de alto crecimiento contribuye a que muchos en Washington y Wall Street se sientan menos entusiastas sobre la región. Los funcionarios de la Casa Blanca y el Departamento de Estado siguen afirmando públicamente que América Latina es el continente del futuro, pero muchos muestran señales de una creciente “fatiga Latinoamericana”.
Mi opinión: Estados Unidos no debe darle la espalda a Latinoamérica, y ahora menos que nunca. Por el contrario, la década de los líderes populistas autoritarios que se beneficiaron de los altos precios de las materias primas está llegando a su fin –– los populismos sólo funcionan cuando hay dinero para regalar –– y una nueva generación de dirigentes más responsables están cada vez más cerca de ganar elecciones.
Mejorar los lazos con Latinoamérica –– empezando por los países de la Alianza del Pacífico conformada por Chile, Perú, Colombia y México –– debería ser una prioridad para Obama.
Como me dijo una vez Octavio Paz, la geografía es la madre de la historia, y no hay región que tenga más impacto en la vida cotidiana de los estadounidenses –– ya sea en materia de inmigración, medio ambiente, comercio o cultura –– que América Latina. La región merecía más que una mención tangencial de una sola palabra en el discurso de Obama ante la ONU.