La expresión de George Santayana de "quien olvida la historia está condenado a repetirla", además de ser relevante en el mundo político, tiene más importancia en el empresarial donde la gerencia de las compañías comete recurrentes errores similares a otras del pasado y terminan fracasando. El más reciente caso es Blackberry, multinacional canadiense que llegó a tener el 70% del mercado mundial de teléfonos inteligentes y actualmente podría terminar cerrando sus operaciones. Esta empresa fue una de las pioneras en esa categoría de teléfonos, fue muy rentable, más de 80% por año. El valor de la acción superó los $ 140, pero actualmente es de $ 8,40. Los accionistas han perdido 94% de la inversión. El futuro es negro, en el mejor de los casos será comprada a la actual valorización o menos.
¿Cómo pudo esta empresa, considerada ícono en el mundo de la telefonía móvil, llegar al borde de la quiebra? Lo sucedido a Blackberry se repite todas las décadas. Compañías pioneras o con posición dominante en el mercado terminan cerrando, fusionándose o vegetando. Le sucedió a Sears, coloso en venta al detalle, con más de un siglo de triunfos, que fue desplazada por una empresa relativamente nueva que comenzó abriendo locales en pequeñas ciudades. Hoy Walmart disputa, con la petrolera Exxon, el primer lugar en ventas en el mundo. Se repitió con Kodak, titán de la fotografía, que tiene años tratando de sobrevivir en el mundo de la foto digital; Xerox se encuentra en similar situación, pues fue desplazada por la competencia japonesa. Los errores más frecuentes que esas firmas cometen son: falta de visión y pobre estrategia.
Blackberry pensó que el teléfono inteligente tendría un solo uso: hacer y recibir llamadas. Ignoró la importancia de las apps (aplicaciones informáticas) y las necesidades del usuario. Hace aproximadamente un siglo Henry Ford escribió: "Los empresarios fracasan en sus negocios porque les gusta tanto el viejo orden que no son capaces de cambiar".
Nota: Mi solidaridad con Xavier Benedetti Roldós, por no claudicar en sus principios. Guayaquil, ciudad llena de temerosos, requiere de gente como él.