Por Danilo Arbilla
Para el próximo viernes 8 se lanzó aquí una convocatoria para una manifestación popular en contra del gobierno de Cristina Kirchner (CK).
El nivel de respuesta a ese llamado a través de las redes sociales “en contra de la inseguridad, inflación, la intolerancia, prepotencia, autoritarismo, presiones y la reelección”, será una especie de desempate entre la “derrota” del kirchnerismo en las elecciones legislativas del pasado domingo 27 y la decisión de días después de la Suprema Corte que declaró constitucionales cuatro cuestionados artículos de la Ley de Medios, lo que se interpreta como una victoria del gobierno en su guerra a muerte con el antes amigo grupo mediático Clarín.
Argentina va a los tumbos, con una presidenta “en reposo” –que se reintegraría a sus actividades ese viernes 8– y donde todo es relativo y bueno o malo según cómo y quién lo mire. Lo que no es relativo ni admite dos opiniones es el desbarajuste en el mercado de cambios, la inflación, la creciente inseguridad y los avances autoritarios contra libertades básicas, principalmente la libertad de prensa y el derecho a la información de los argentinos.
Sobre las elecciones para la renovación parcial legislativa hay que anotar que el Frente para la Victoria (FpV) de CK obtuvo casi un 33 % de los votos, lo que le permite mantener una mayoría en ambas Cámaras ( Diputados y Senado). El FpV sigue siendo la mayor fuerza política del país, frente a una oposición por el momento dividida en no menos de 10 grupos o partidos. Ganó algunos puntos con respecto a “las primarias” de agosto, pero la diferencia es notoria con el 54% que votó a CK para su segunda presidencia (pero es un hecho que ella ahora no era candidata, y que no es lo mismo). De todas formas el oficialismo salio debilitado y la gran derrota se materializa en que ni de cerca llega a los dos tercios de congresistas necesarios para intentar una reforma constitucional que permita a la presidenta presentarse por tercera vez ( la re-reelección). El peronismo gobernante se queda sin su figura de mayor convocatoria, deberá pensar en un delfín –léase duras pujas internas–, mientras se consolidan liderazgos que pueden aglutinar la oposición (el alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, en el centro derecha, el socialista Hermes Binner y el radical Julio Cobos, ex presidente en la primera presidencia de CK) y surge un líder disidente dentro del peronismo, el alcalde del municipio de Tigre, ex kirchnerista y ex jefe de Gabinete de CK, Sergio Massa, quien venció ampliamente al candidato oficialista en Buenos Aires, donde se concentra más de la tercera parte del electorado.
A CK no le van a ser fáciles estos dos años que restan. Hay una pérdida de poder real, lo que, para empezar, dificulta mantener aliados y hasta prensa, periodistas y jueces amigos, mientras están por verse los beneficios que le implicará contar con un acrecentado poder mediático –medios estatales, adictos o en poder de allegados y testaferros– facilitado por la decisión judicial que viabiliza el desmembramiento del grupo Clarín. A veces se magnifica el poder de los medios; no está en relación directa con el miedo y la aversión que le tienen aquellos con algo o mucho para ocultar.
Su “victoria” puede tener un efecto bumerán. Si se queda sin Clarín como enemigo, ¿a quién va a culpar de todos los males que aquejan a los ciudadanos y de los errores del gobierno? Muchos puñetazos ahora irán al aire.
Pero tampoco van a ser años fáciles para los argentinos. El poder herido y el temor a volver al llano, la necesidad de buscar un fórmula de tipo “bolivariana” para seguir en el trono, acentuará la presión, las hostilidades y ataques contra las instituciones, contra los opositores e independientes, y ni qué hablar contra la prensa.
Muchos puñetazos irán al aire, pero que se preparen los argentinos para recibir otros tantos.