Por Alberto Benegas Lynch (h)
El eje central de esta llamada teología se encuentra definida en la obra más influyente del padre Gustavo Gutiérrez quien es el que la inició. Se trata de A Theology of Liberation donde se lee en uno de los pasajes más relevantes que “La pobreza de las naciones subdesarrolladas, como un hecho global social, es que desenmascara como un subproducto histórico el desarrollo de otras naciones. De hecho, la dinámica del sistema capitalista conduce […] al progreso y la riqueza para unos pocos, desequilibrio social, tensiones políticas y pobreza para la mayoría” (New York, Orbis Books, 1973, p. 84).
En este pensamiento se encuentran resumidos dos aspectos cruciales: por una parte la teoría de la suma cero por la que los que ganan es debido a que otros pierden. Esta concepción no alcanza a comprender que la riqueza no es estática sino fruto de un proceso dinámico, de lo contrario seguiríamos como antes de la Revolución Industrial en la que se liberaron las energías creativas debido a un cambio radical de sistema, cuya característica anterior establecía que la corona y sus cortesanos eran ricos y todos los demás estaban condenados a las pestes, la miseria y las hambrunas. Antiguamente existían los mismos recursos naturales o en mayor cantidad que hoy, sin embargo, la pobreza estaba generalizada en grado sumo. Lo que permite ampliar la riqueza son marcos institucionales que respeten los derechos de propiedad de todos al efecto de permitir la más eficaz asignación de factores productivos.
Sin duda que puede decirse que hoy en día hay cierta similitud con el antiguo régimen debido a los pseudoempresarios que obtienen privilegios inauditos de los gobernantes en un contexto de gastos públicos, impuestos, y endeudamientos gigantescos y reglamentaciones por las que el Leviatán atropella los derechos de la gente, especialmente los de los más necesitados, pero naturalmente eso no se debe a una sociedad abierta, al capitalismo o al Estado de derecho sino a su opuesto.
Además, como una nota secundaria, esa suma cero aplicada a nivel internacional debe contrastarse con el hecho que, como apuntó José Ramos (en su muy difundido ensayo titulado “Reflexiones sobre la Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez”) que solamente el cinco por ciento de las inversiones estadounidenses se llevan a cabo en el exterior de los cuales el setenta por ciento se destinan a países desarrollados, lo cual significaría que los estaría explotando.
El segundo aspecto pasa por alto que la distribución de la riqueza (si es que resulta propia esa terminología ya que Thomas Sowell sugiere que los economistas no deberíamos recurrir a la “distribución” puesto que no se trata de un bulto que aparece de la nada que los aparatos estatales deben “distribuir” ya que “los ingresos no se distribuyen sino que se ganan”), decimos entonces que la riqueza en mercados abiertos es consecuencia de la capacidad de cada cual para servir a sus semejantes. Consecuentemente las ganancias se deben a esa capacidad que es cotidianamente decidida en los supermercados y equivalentes por el voto de los consumidores al elegir los bienes y servicios que son de su agrado, sin que ello signifique que las respectivas posiciones sean irrevocables.
En este sentido, es irrelevante el delta entre los que más tienen y lo que poseen relativamente menos, el tema es que se aprovechen al máximo los siempre escasos recursos al efecto de optimizar las tasas de capitalización para que los salarios e ingresos en términos reales sean lo más altos posibles. La comprensión de esto es lo que diferencia los países prósperos de los miserables.
Como bien destaca Michael Novak en su The Spirit of Democratic Capitalism: “Gutiérrez cree que la decisiva liberación de América Latina es el socialismo: liberación de la propiedad privada”, magnífico libro dedicado a Juan Pablo II del que hemos extraído otras valiosas informaciones y pensamientos de gran calado (New York, Simon & Schuster, 1982, p. 303). Postulado aquél que también comparten otros teólogos de la liberación como Leonardo Boff, Ernesto Cardenal, Helder Cámara, Sergio Méndez Arceo y tantos otros que han bebido en estas fuentes. Todo esto sin contar las incitaciones a la violencia de modo directo o indirecto, lo cual, precisamente, condujo en no pocos lugares a guerrillas y terrorismo con las consecuentes muertes y desgracias superlativas.
Lo sorprendente del asunto es que no pocos textos que parten de la Iglesia y pretenden refutar a esa teología sostienen que el error medular consiste en que el cristianismo trata de la liberación del pecado y no de liberaciones terrenales, con lo que se deja el camino libre para las tesis socialistas que si bien han sido condenadas en otros documentos de la Iglesia (por ejemplo, Pío XI en Quadragesimo Anno escribe que “Socialismo religioso y socialismo cristiano son términos contradictorios; nade puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero”), en este contexto, se desconocen aspectos cruciales de la vinculación entre cristianismo y valores esenciales de aplicación terrena que, desde luego, siempre están vinculados a Dios. Esto es así no solo debido a dos de los Mandamientos (“no robar” y “no codiciar los bienes ajenos”) sino respecto a reflexiones bíblicas sustanciales en la materia. Así, en Deuteronomio (viii-18) “acuérdate que Yahveh tu Dios, es quien te da fuerza para que te proveas de riqueza”. En 1 Timoteo (v-8) “si alguno no provee para los que son suyos, y especialmente para los que son miembros de su casa, ha repudiado la fe y es peor que una persona sin fe”. En Mateo (v-3) “bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos” fustigando al que anteponga lo material al amor a Dios (amor a la Perfección), en otras palabras al que “no es rico a los ojos de Dios” (Lucas xii-21), lo cual aclara la Enciclopedia de la Biblia (con la dirección técnica de R. P. Sebastián Bartina y R. P. Alejandro Díaz Macho bajo la supervisión del Arzobispo de Barcelona): “fuerzan a interpretar las bienaventuranzas de los pobres de espíritu, en sentido moral de renuncia y desprendimiento” y que “ la clara fórmula de Mateo -bienaventurados los pobres de espíritu- da a entender que ricos o pobres, lo que han de hacer es despojarse interiormente de toda riqueza” (tomo vi, págs. 240/241). En Proverbios (11-18) “quien confía en su riqueza, ese caerá”. En Salmos (62-11) “a las riquezas, cuando aumenten, no apeguéis el corazón”. Este es también el sentido de la parábola del joven rico (Marcos x, 24-25) ya que “nadie puede servir a dos señores” (Mateo vi-24).
Hay aquí un asunto de la mayor importancia y es que en la medida en que se contradicen afirmaciones como la citada de Quadragesimo Anno, se está poniendo en jaque a la Iglesia. Grave equivocación es la pretensión de mantener las formas mientras se formulan propuestas socialistas bajo muy diversos ropajes desde distintas y variadas jerarquías eclesiásticas. Los laicos tienen una enorme responsabilidad y se convierten en cómplices inexcusables de la decadencia en la medida que callan o abiertamente aceptan que no solo se mine la Iglesia sino que se socaven los fundamentos de la civilización en nombre de Dios. Por aquél camino, finalmente se cumplirá lo vaticinado por personas como el antes aludido Leonardo Boff, por ejemplo, en el programa televisivo “Cara a cara” emitido hace un tiempo por CNN desde Madrid (que puede ubicarse en Youtube).
Aunque resulte un tanto tedioso citar largo, en este caso se torna necesario puesto que ilustra el punto lo expresado por el sacerdote polaco, profesor durante mucho tiempo en la Universidad Católica de Chile y doctor en Teología, en Derecho y en Sociología que si bien alude a la época de los setenta es pertinente recordar su pensamiento. Nos referimos al Padre M. Poradowski quien abre su libro El marxismo en la Teología de la siguiente manera: "No todos se dan cuenta hasta dónde llega hoy día la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan a algún sacerdote que predica en el templo el odio y la lucha de clases, ingenuamente piensan que se trata de algún malentendido, de una ´metida de pata´, o, en peor de los casos, de algún curita ´exaltado´, despistado, desorientado. Desgraciadamente, no es así. Si hoy día hay tantos sacerdotes marxistas, conscientemente comprometidos con la revolución comunista y las actividades subversivas, no es solamente por un malentendido de personas de buena voluntad, sino el resultado de la presencia del marxismo en la Iglesia. Presencia no solamente tolerada por algunos, sino incluso deseada: presencia del marxismo en la teología que sirve de base y fundamento de toda formación intelectual y espiritual del nuevo clero. Hay que tomar conciencia de este hecho, porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad, pensando ingenuamente que hoy día, como era ayer, todos los sacerdotes reciben la misma formación tradicional y que se les enseña la misma auténtica doctrina de Cristo, tarde o temprano vamos a encontrarnos en una Iglesia marxistizada, es decir, en una anti-Iglesia". Hay teólogos de la liberación que, a pesar de sus claras fuentes marxistas y se sus reiteradas recetas niegan ese origen como una estrategia más eficaz de penetración que solo absorben incautos.
En estos temas, es muy oportuno refrescar el texto de lo consignado por la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede que he citado en innumerables ocasiones que en su Declaración sobre la promoción humana y la salvación cristiana ha consignado el 30 de junio de 1977 que “De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específicos normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los debates fundamentales en materia social […] Las teorías sociológicas se reducen de hecho a simples conjeturas y no es raro que contengan elementos ideológicos, explícitos o implícitos, fundados sobre presupuestos filosóficos discutibles o sobre una errónea concepción antropológica. Tal es el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.
Ahora, desafortunadamente, el Papa Francisco lo ha recibido oficialmente a Gustavo Gutiérrez en el Vaticano, con quien concelebraron misa públicamente y, como es sabido, no se trata de un jefe de estado que el protocolo y la diplomacia muchas veces exige encuentros que no son del agrado personal del anfitrión. Inmediatamente después de este acercamiento, Ugo Sartori escribió en L´Osservatore Romano que “con un Papa latinoamericano, la Teología de la Liberación no podía quedarse en la sombra por mucho tiempo, donde estuvo relegada desde hace años”. No es que el actual Papa comulgue con esa teología desviada, sino que, como señalé en mi largo artículo publicado en “La Nación” de Buenos Aires (octubre 11 del corriente año), se trata de una mala señal por lo que aparece una potente y justificada luz colorada a título de advertencia. En agosto de 1984, Juan Pablo II aprobó una de las Instrucciones emanadas de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe que presidía el entonces Cardenal Ratzinger donde, entre otros conceptos, se lee que una “corriente de pensamiento que bajo el nombre de ´teología de la liberación´ propone una interpretación innovadora del contenido de la fe y de la existencia cristiana que se aparta gravemente de la fe de la Iglesia, aun más, que constituye la negación práctica de la misma”.
Sin duda que el Papa debe evangelizar, para lo cual debe tomar contacto con personas que adoptan posturas y criterios distintos e incluso contrarios a los valores cristianos. Pero en modo alguno cabe una comunión de ideales como los mencionados a vuelapluma de Gustavo Gutiérrez, situación que, sin embargo, se verifica en las ideas económico-sociales del actual Papa que viene cultivando desde hace mucho tiempo las que, aunque sin mencionar la teología de la liberación, quedan consignadas, por ejemplo, en mi publicación titulada “Mensaje del Arzobispo de Buenos Aires” (ahora en Internet en varios sitios).
Finalmente, en otro orden de cosas, el mencionado filósofo católico Michael Novak acaba de ser reporteado por Giuseppe Nardi para el medio Vatican Insider (septiembre 26 del corriente año) respecto a declaraciones del actual Papa en Civilitá Cattolica en cuanto a que no hay que obsesionarse con temas como el aborto ni insistir con esos asuntos, a lo que respondió el entrevistado que “un amigo me preguntó si el Papa está consciente del daño que causó con sus comentarios. La palabra obsesión -ossessione- aplicada a aquellos que trabajan por el derecho a la vida, especialmente del no nacido, es algo que duele”.