Por Ken Parks
BUENOS AIRES—Más de tres millones de estudiantes argentinos comenzarán clases este lunes después que los maestros estatales acordaran levantar una huelga que ya llevaba 17 días a cambio de un aumento de cerca de 30%, lo cual ilustra los retos que enfrenta el gobierno argentino para limitar los aumentos salariales luego que una devaluación avivara la inflación.
El inicio de las clases será un alivio para Maria Sanabria y su hija adolescente. Sanabria pasa más de cuatro horas al día viajando entre su casa en la provincia de Buenos Aires y la capital, en donde limpia casas.
"Sus demandas son justas. Los maestros están pidiendo lo que les corresponde. Que la huelga se haya demorado tanto me parece excesivo", dijo. "Los niños que van a escuelas privadas comienzan las clases a tiempo y los niños de los colegios públicos no. Eso no es justo".
Las negociaciones orquestadas por el gobierno entre los empleadores y los sindicatos han resultado especialmente polémicas este año ya que los poderosos sindicatos argentinos han rechazado el tener que sacrificar sus salarios a una inflación que algunos economistas ahora ubican por encima de 30%. Los recortes a los subsidios federales a las cuentas de agua y gas natural de los consumidores, que comenzarán en abril, han agregado una nueva arista a las negociaciones.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner se halla en la incómoda posición de tratar de convencer a los sindicatos que forman la columna vertebral del movimiento peronista que renuncien a enormes aumentos de salarios que socavarían los esfuerzos de su gobierno para contener una de las tasas de inflación más altas del mundo. Esa tarea se volvió mucho más complicada después que el gobierno devaluara el peso en enero, lo cual motivó a los negocios a elevar los precios en todos los sectores de la economía.
"Los salarios perdieron parte de su poder de compra frente a la inflación el año pasado y luego vimos cómo se aceleró la inflación en enero y febrero. Ese es un trasfondo que no hace que sea sencillo el contener las demandas de aumentos de sueldo", dice el analista político Federico Thomsen.
La expectativa de que el gobierno convenza a los sindicatos de que una economía en problemas deja poco margen para elevar los sueldos muy por encima de la inflación creció la semana pasada tras de un par de acuerdos salariales clave.
El gobierno negoció un aumento de 27,25% para el sindicato de trabajadores siderúrgicos, el cual apoya al gobierno, aunque se cree que otras concesiones elevarían esa cifra a cerca de 30%. Los maestros en huelga en la provincia de Buenos Aires, en la que viven casi un 40% de los votantes del país, accedieron a un aumento ligeramente menor al 35% que buscaban.
"Está por encima de 30% con un aumento mayor para los maestros que empiezan, que son los que ganan menos", dijo durante una rueda de prensa el sábado Roberto Baradel, quien dirige el influyente sindicato Suteba en esta provincia.
Las victorias "salariales" del gobierno podrían ser puestas a prueba pronto por Hugo Moyano, un antiguo aliado de Kirchner y líder del sindicato de camioneros que se ha convertido en uno de los principales críticos de la presidenta. Los sindicatos de camioneros, puertos, ferrocarriles y transporte público han convocado una huelga general el 10 de abril para protestar lo que consideran que son políticas gubernamentales en las que los trabajadores llevarán el peso de solucionar los problemas económicos del país.
Las políticas implementadas por Kirchner y su esposo y predecesor Néstor Kirchner, han creado más de seis millones de empleos y han incrementado los salarios desde 2003, según el jefe de gabinete Jorge Capitanich.
Los argentinos disfrutaron de años de crecimiento económico sin precedentes durante los gobiernos de los Kirchner, a medida que los altos precios de productos como la soya y la reestructuración de la deuda externa del país les dieron a los mandatarios los recursos para incrementar el gasto en programas sociales y obras públicas. No obstante, Kirchner comenzó a depender cada vez más de la emisión de dinero para cubrir los déficits, lo cual avivó la inflación, que según los cálculos del sector privado se encuentra en o por encima de 20% desde 2010. Los cálculos del gobierno han ubicado a la inflación en cerca de 10% anual por varios años.
Una desaceleración de Brasil, su principal socio comercial, sumada a las restricciones a las importaciones y los controles de divisas que buscan evitar que los inversionistas retiren dinero del país, han frenado el crecimiento desde 2012. El gobierno asegura que la economía creció 3% en 2013, luego de expandirse 1,9% el año anterior.
La perspectiva para este año es poco alentadora, a medida que la alta inflación y la escasez de moneda extranjera merman el crecimiento. El banco central tuvo que doblar las tasas de interés a casi 30% a principios de este año para evitar una corrida sobre la moneda.
Los analistas esperan que la economía se expanda 0,6% en 2014, según una encuesta de FocusEconomics. Otros, incluyendo Deutsche Bank, Barclays y Bank of America Merrill Lynch, prevén una recesión.
Si los salarios suben menos que la inflación, el gasto de los consumidores va a sentir el impacto junto al resto de la economía, asegura Ariel Barraud, un economista de la organización de investigación sin ánimo de lucro Iaraf. "A nivel macroeconómico" las negociaciones de salarios deciden lo que sucede con el consumo, que en Argentina ha sido uno de los principales motores del crecimiento económico", indicó Barraud.