Entrevista de Ricardo Angoso
Plinio Apuleyo Mendoza acaba de publicar El país de mi padre, en donde recoge sus recuerdos, vivencias y experiencias de una época trepidante y apasionante, pero también violenta y cruenta, ya que como señala el escritor el Bogotazo partió la historia del país en dos. Era un 9 de abril del año 1948 y el detonante fue el asesinato de un líder liberal: Jorge Eliércer Gaitán. Un pasado no tan violento entonces, ya que como cuenta y apunta en esta entrevista Apuleyo Mendoza Gaitán no llevaba escolta.
Ricardo Angoso: ¿Qué significa para usted Venezuela y cómo examina la situación actual?
Plinio Apuleyo Mendoza: Venezuela ha significado mucho para mí. Mi padre, por ejemplo, fue embajador de Colombia, durante el mandato del presidente Eduardo Santos, ante Venezuela y él tuvo una relación muy fuerte con este país. Luego mi padre estuvo en el exilio quince largos años que pasó en Venezuela y ello significó que cuando yo termine mis estudios de Ciencia Política en París, en vez de volver otra para Colombia, me decidí por viajar hasta este país y allí me abrí paso como periodista. Dirigí una revista allá, Elite, pasando por todos los cargos propios de este oficio, y esta publicación llegó a ser una de las más importantes del país. Conocí a mucha gente de Venezuela y me hice amigo de muchos hombres del momento, tanto del mundo político como artístico y periodístico. Venezuela está en mi corazón, en mis raíces.
Después de ese periodo que viví en Venezuela, volví regresar a Francia por un tiempo y, más tarde, volví a Caracas, donde me llevé a Gabriel García Marquez para trabajar conmigo en la revista. Nos tocó la caída de Pérez Jiménez y tuve, en esos momentos, la conciencia de un país que de la noche a la mañana cambió radicalmente. En la época de Pérez Jiménez nadie hablaba de política porque era una dictadura y no había ninguna oposición, salvo en el exterior. Y de pronto, como un rayo inesperado, un levantamiento derribó a la dictadura en unos días y apareció otro país que no había visto, que no se conocía. Era un país que se movilizó, como lo está haciendo ahora, contra un dictador. Por muy férrea que parecía la dictadura, duró muy poco y mediante un golpe de Estado salió rápidamente de la escena política. Marcos Pérez Jimenez tuvo que huir a la República Dominicana. Así llegó la democracia, regresaron los líderes políticos y renacieron los partidos políticos, como Copei y Acción Democrática, uno demócrata cristiano y otro socialdemócrata, respectivamente.
A partir de entonces nunca perdí ese contacto con Venezuela. Fue tan fuerte esa relación, tras diez años en Venezuela, que nunca dejé de ir todos los años a ese país y ahora me he encontrado con esta situación que se vive, que es muy grave, muy inquietante. Tiene la inflación más alta del continente, el desabastecimiento, la inseguridad, ya que es el país más peligroso del continente, y la misma situación de Caracas, donde no se puede salir a la calles por la criminalidad. Caracas es peor que Kabul o Bagdad, un desastre.
Yo pienso que este momento que vive de protesta y que se está ampliando más allá de los sectores universitarios, que fueron los que inicialmente llevaron el liderazgo de las manifestaciones, puede desembocar en cualquier cosa: la debilidad del régimen es muy grande. También creo que este movimiento, necesariamente, tiene que producir un cambio, no sé cómo y de qué forma, pero habrá un cambio. El régimen de Maduro ya no es sólido y es muy vulnerable. El descontento está ganando a amplios sectores de la población y parece ir a más, ya no es posible de contener ese descontento social y político por los más variados motivos.
R.A.:Entonces, ¿considera que al régimen de Maduro le queda poco tiempo?
P.A.M.: Vamos a matizar las cosas. Creo que tiene una situación muy frágil en la opinión pública, tanto en la nacional como en la internacional. No es comparable la situación actual con la del difunto Chávez. Y, además, a Maduro le está cayendo la impopularidad por la escasez de productos básicos, que está azotando a todas las capas de la población. Faltan productos básicos, como el papel higiénico. Lo que estamos viviendo ahora es la agonía de un régimen que dura ya más de quince años y que no ha tenido ningún cuidado en el uso de los recursos que le generaba industria petrolera. Está profundamente endeudado y eso se está viendo ahora, se van notando las consecuencias de una mala gestión.
R.A.:Hablando de Colombia, ¿no cree que hay una crisis de la política tradicional y que el juego entre liberales y conservadores ya es parte del pasado?
P.A.M.:Claro que sí. Hay una diferencia fundamental entre los tiempos de mi padre, por ejemplo, a los de ahora. Los partidos liberal y conservador tenían un sustento muy fuerte y unos sectores sociales muy fieles a sus ideas. Se movilizaba la gente de una manera muy espontánea por la adhesión emocional profunda hacia sus partidos. En las familias había una fidelidad muy grande por sus partidos. La gente votaba fielmente a su partido. Existía de una manera palpable el seguimiento a uno de los dos grandes partidos de familia en familia, de generación tras generación. Había un peligro, que era la violencia partidista, el enfrentamiento carnita entre liberales y conservadores. Tenía ese peligro que ya he señalado, pero eliminaba el clientelismo, que es un fenómenos surgió más tarde, cuando nació en Frente Nacional.
Quien acabó con el enfrentamiento entre los dos grandes partidos fue el dictador militar Rojas Pinilla, quien llegó al poder con el apoyo de los liberales, pero que poco a poco fue perdiendo ese apoyo. Y, a la larga, para luchar contra sus políticas, produjo la unidad de liberales y conservadores, que estaban representados, respectivamente, por Alberto Lleras Camargo y por Laureano Gómez. Los dos grandes líderes de esos movimientos políticos. El Frente Nacional, nacido en el año 1958, determinó que la mitad de los cargos en todas las instituciones del país se repartieran a partir de entonces entre los dos partidos durante 16 años. La pasión partidista tradicional desapareció por completo, lo que dio lugar a un fenómeno desconocido: el clientelismo. Se le ofrecía algo al elector para que votara por un determinado candidato y eso todavía perdura hoy en día. Pero la parte positiva del Frente Nacional es que acabó con la violencia partidista que había azotado en los años previos del mismo. Ya no se mataban los liberales y los conservadores, algo que fue positivo.
Luego apareció la guerrilla porque el Frente Nacional no daba la posibilidad de que alguien distinto a los dos grandes partidos pudiera ocupar un cargo. Había una oligarquía que se repartía el poder sin dejar espacios a otras fuerzas y eso también tuvo consecuencias negativas. No se dejaban espacios para otra opciones. Mucha gente, en esas circunstancias, y aquí ya había la influencia de la Revolución cubana que acababa de ocurrir, pensó que la única vía para romper ese juego político y llegar al poder era la acción armada.
Otro asunto que he querido desmentir, y que lo hago en mi último libro, es que se diga que en Colombia siempre hubo violencia. Y es que considero que no es cierto. El mundo que yo vi de antes del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, era de grandes debates en el Congreso y mucha pasión política, pero no de violencia. La mejor prueba de que no existía esa violencia a la que muchas veces se alude es que Gaitán nunca tuvo escoltas, salía sin protección a la calle. A nadie se le iba a ocurrir que podrían matar a Gaitán como lo mataron. Colombia era un país con una gran intensidad en el debate político pero sin violencia. Había pasión política y nivel dialéctico, pero no violencia. También había una cultura de los partidos políticos que después desapareció, se evaporó tras la llegada del Frente Nacional.
R.A.:Otra de las características de Colombia es que la izquierda fracasa históricamente, ¿no cree?
P.A.M.:Hubo una izquierda democrática ligada al Partido Liberal. Pumarejo, por ejemplo, hizo una reforma agraria, era un líder que representaba al ala izquierda de esa formación. Los liberales, además, tenían una relación muy fuerte con el Apra de Perú y Acción Democrática de Venezuela, que eran fuerzas de izquierda. Incluso el Partido Comunista de Colombia apoyó a Pumarejo. Creo que el declive de la izquierda es posterior a esos años. El populismo es un fenómeno muy distinto a esas fuerzas de izquierda y les mermó sus posibilidades a las mismas. Existía la socialdemocracia, que luego entró en crisis. Han quedado algunas fuerzas, como Bachelet en Chile y otros fenómenos, que no cuestionan al mercado. Es lo que lo yo denominó en uno de mis libros como la "izquierda vegetariana".
R.A.:¿Qué opinión tiene de una persona tan controvertida como Laureano Gómez?
P.A.M.:Las diferencias entre los dos grandes partidos políticos colombianos se marcaron mucho durante la guerra de España. Los liberales eran simpatizantes de los republicanos, mientras que los conservadores, con Laureano Gómez, eran partidarios del general Franco y los alzados en armas. El clero era muy combativo, siempre estaba al lado de los conservadores y combatía a los liberales. El clero de aquellos era muy pasional, muy al estilo de lo que estaba pasando en España con las luchas entre los republicanos y los franquistas. Luego, todo hay que decirlo, el movimiento de izquierdas más fuerte que conoció el país fue el del asesinado Gaitán.
R.A.:Me llama también la atención el discurso antimasónico de Laureano Gómez, ¿realmente tuvo algún peso la Masonería en Colombia?
P.A.M.: Sí, sobre todo entre los liberales. Mi padre era liberal y masón. Ese perfil existió. Había muchos liberales que eran masones, sin embargo no había conservadores, algo que también pasaba en la España de la República. Lo que estaba pasando en Colombia era muy parecido a lo que ocurría en la España de entonces. Gaitán consiguió impregnar a su movimiento de una mística y un discurso muy propios, dotados de una gran personalidad y tirón popular. Era una figura muy carismática. Hablaba del país nacional y del país político, esa división entre dos mundos completamente distintos que me atrevería a decir que todavía existe hoy.
R.A.:¿No le recuerda, a veces, Gaitán a Mussolini?
P.A.M.:Mucho, me recuerda en muchas cosas. Las formas, el discurso, había muchos elementos parecidos entre ambos movimientos. Incluso si uno escucha al máximo líder fascista italiano, como yo he hecho, comprobará que sus discursos eran parecidos a los de Gaitán. No olvidemos que el máximo líder colombiano tuvo una beca en Italia y vivió allí durante unos años, precisamente cuando el fascismo italiano ya está en el poder. Hubo una inspiración en la forma, sobre todo en la oratoria, pero no tanto en las ideas, que quizá no compartía. La Marcha de las Antorchas que organizó Gaitán tiene mucho que ver con la forma en que los fascistas italianos hacían proselitismo. Sus ideas no eran así, ya que Gaitán no era fascista, sino diría que populista y si tuviera que establecer alguna analogía la haría con Perón y su movimiento peronista. Gaitán se parece más a Perón que a Mussolini.
R.A.:¿Tuvo algún impacto la Segunda Guerra Mundial en la política colombiana?
P.A.M.: También tuvo influencia. Ya que se trataba de defender la democracia. El fascismo era un enemigo a batir. Luego la persecución a los judíos por los nazis, cuando el presidente Santos abrió las puertas del país a muchos judíos cuyas familias todavía viven hoy en día en Bogotá. Familias judías afianzadas desde hace años en el país vinieron en esa época de la persecución.
R.A.:¿Qué significó en su vida Europa, donde residió tantos años?
P.A.M.:Colombia era un país más culto, más preparado. Se ha perdido una parte de esa cultura, de ese interés por lo que ocurría fuera. Se discutía de poesía en los cafés, se hablaba de la cultura con pasión, algo que se ha perdido ahora. Era una Colombia mucho más culta, incluso más refinadas. En las clases se hablaba con pasión de la cultura. A mí, por ejemplo, el gusto por Francia me vino a través de las lecturas de Rimbaud, Baudelaire y Verlaine. Habían sido bien traducidos, pero yo quería conocer más de esas lecturas y culturas. Se discutía mucho en los cafés, la vida transcurría en el centro, en las bibliotecas y en las tertulias. Era una vida que se perdió y desapareció para siempre. Se hablaba mucho de política y literatura, algo que ahora no ocurre y que se desvaneció para siempre. Había discusiones profundas en torno a la poesía, algo impensable en estos tiempos. Así, de esta forma, y gracias a la ayuda de un amigo, pensé en irme a París, algo que conseguí más tarde y me fui al cabo de un tiempo. Allí, en París, luego me encontré con muchos colombianos e incluso con amigos que había tratado en Bogotá.
R.A.:¿Cuándo conoce a España y cuál es su relación con el país?
P.A.M.: La primera vez que fui a España estaba Franco en el poder. No era muy amigo del régimen franquista, incluso miraba a la dictadura con recelo, pero después apareció la otra España. Yo comencé a escribir en Mallorca, donde escribí mi primera novela, y viví tres años en esa zona de España. Y conserve la casa donde había vivido y todos los años volvía a esa isla. Luego cae Franco y se abre el país, España se convirtió en un lugar muy atractivo e importante para los latinoamericanos.
R.A.:¿De las ciudades de Europa que conoció, con cuál se queda?
P.A.M.: París me causó una fuerte impresión, pero si tuviera que elegir donde vivo en Europa creo que me quedaría con Madrid, porque está más cerca de uno a todos los niveles. Me siento como colombiano más cercano a España por muchas razones. Pero París sigue siendo París, obviamente. Roma también es bella y es una gran ciudad. Uno tiene repartidos sus afectos entre Madrid, Roma y Lisboa, otra ciudad encantadora y muy bella, que te enamora.
R.A.:Ahora el colombiano que va a Europa es por razones económicas, que ya es otra cosa, ¿no?
P.A.M.:Pues claro que sí. El colombiano que viajaba antes hasta Europa era un intelectual. También había estudiantes, gente preocupada por el arte o que quería ampliar sus estudios. Ahora las cosas han cambiado, como el mundo.
R.A.:¿A qué se debe ese cambio del que habla, de que la gente en Colombia sea menos culta?
P.A.M.:Es una buena pregunta. Es un cambio generacional que está ocurriendo. Colombia es otro país. Uno ve que eso forma parte de algo que definió Mario Vargas Llosa como la cultura del entretenimiento, en que lo que se busca es lo que agrada. Ya no se publican muchas cosas, ni siquiera cuentos. Hoy se publica solo sobre la farándula. Los editores nos les preocupa si un libro es malo o bueno, sino si se venderá o no, que es algo totalmente distinto. Los muchachos hoy no leen, luego los precios de los libros están muy caros en Colombia. Los libros son una mercancía de corta duración y están en la calle poco tiempo, a las pocas semanas desaparecen de las librerías. Luego está ese mundo nuevo de los computadores y los teléfonos móviles. Es un fenómeno que observo que es global y también se está dando en Europa. Se está perdiendo una forma de entender la cultura.
R.A.:¿Cuál es el objetivo de su último libro, El país de mi padre?
P.A.M.:Como siempre, es una forma de rescatar vivencias. Por una parte, el elemento afectivo de recuperar la imagen del padre, y que fue una persona muy importante y conocida en Colombia. Solamente en su pueblo, Toca, en Boyacá, hay un busto que lo recuerda. Era una aventura afectiva y personal, pero también de recuperar alguien de la historia de Colombia que tuvo su importancia. La otra razón era rescatar la Colombia que se vivió antes del Bogotazo, el 9 de abril de 1948, pues yo considero que hay dos países: uno antes de esa fecha y otro después. Yo he publicado hace años un ensayo que titulé En que momento se jodió Colombia y siempre he dicho el día y la hora en que ocurrió. Y es que a partir del asesinato de Gaitán, a esa hora y en esa fecha, cambió el país. Debajo de mi casa ese 9 de abril había 17 cadáveres de gente que había muerto en el fragor de lo que ocurrió en esa trágica jornada. Fue un día terrible, que nunca olvidaré, y tengo muchas imágenes de ese día. El Bogotazo cambió a Colombia para siempre.