Por Andrés Oppenheimer
Un nuevo estudio sobre la libertad de prensa contiene una cifra alarmante: solo el 2 por ciento de los latinoamericanos vive en países con libertad de prensa. Pero no estoy seguro de que este informe pinte un cuadro acertado de la libertad de información en la región.
Antes de ir a eso, veamos las principales conclusiones del informe titulado “Libertad de prensa 2014: un panorama global de la independencia de los medios”, elaborado por Freedom House, uno de los grupos de defensa de los derechos humanos más antiguos e influyentes de Washington D.C.
Según el informe, la libertad de prensa global ha caído al nivel más bajo en más de una década, principalmente debido a un importante retroceso en Egipto, Libia, Jordania y otros países.
Hasta Estados Unidos, uno de los pocos países de las Américas que Freedom House aún clasifica como “Libre”, ha sufrido un deterioro. El espionaje electrónico del gobierno estadounidense revelado por el ex contratista Edward Snowden, así como las escuchas telefónicas a periodistas de Associated Press, son serias razones de preocupación, dice el informe.
Según el estudio de Freedom House, Estados Unidos ocupa el lugar 21 en un ranking descendente del 1 al 100, que va desde los países con prensa más libre hasta los países con prensa menos libre.
Los únicos países de Latinoamérica que califican como “Libres” son Costa Rica (18), Uruguay (26) y Surinam (28), que juntos representan el 2 por ciento de la población latinoamericana, dice el informe.
Entre los países latinoamericanos que el ranking clasifica como “parcialmente libres” están Chile (31), El Salvador (39), y Perú (44). Más abajo dentro de la misma categoría de “parcialmente libres”, con mayores restricciones a la prensa que estos últimos, están Brasil (45) y Argentina (51).
Entre los países calificados como “no libres” están Ecuador (62) donde el gobierno ha aprobado leyes para silenciar a la prensa independiente, México (61) y Honduras (64), donde el crimen organizado y el narcotráfico están intimidando a muchos medios de prensa, afirma el informe.
Y hacia el final del ranking, entre los países “no libres” con más censura del mundo, están Venezuela (78) y Cuba (90).
Pero me pregunto si este ranking pinta un cuadro certero de la situación de los medios en Latinoamérica.
¿Es justificado colocar a México en la misma categoría de país “No libre” que Cuba, donde el gobierno no autoriza la existencia de medios independientes? ¿O colocar a los medios nacionales de Brasil, que hacen revelaciones diarias sobre la corrupción gubernamental en la misma categoría que los medios del interior de ese país donde muchos periódicos locales son controlados por gobernadores o alcaldes?
Si uno va a Sao Pablo, Buenos Aires o Ciudad de México, resulta difícil creer que estos países tienen una prensa silenciada. De hecho, en muchas de estas capitales hay medios de prensa que hacen un mejor periodismo de investigación que los cada vez más frívolos medios en Estados Unidos.
En Brasil, por ejemplo, los medios nacionales están sacando a la luz un escándalo financiero de la empresa petrolera nacional, Petrobras, que está manchando el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff. Y los medios nacionales —especialmente la revista Veja y los diarios Folha de Sao Paulo, Jornal do Brasil y O Estado de Sao Paulo— han revelado el escándalo del “mensalao”, los sobornos pagados por el gobierno del ex presidente Luiz Inacio Lula da Silva a legisladores, que resultó en condenas a prisión a varios altos ex funcionarios del gobierno de Lula.
En Argentina, a pesar de los esfuerzos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner por silenciar a la prensa, el conductor de televisión Jorge Lanata ha denunciado una corrupción masiva en los contratos del gobierno de Kirchner con el empresario Lázaro Báez. Y el periodista investigativo Hugo Alconada Mon, del diario La Nación, ha revelado docenas de negocios oscuros del gobierno, incluyendo uno que involucra al vicepresidente Amado Boudou.
Mi opinión: El ranking de libertad de prensa de Freedom House es un esfuerzo encomiable, pero mezcla peras con manzanas.
No se puede poner en la misma bolsa a países que censuran a la prensa como política de Estado —como Cuba, Venezuela o Ecuador— con otros donde la intimidación a los periodistas viene del narcotráfico y el crimen organizado. Se trata de dos problemas diferentes que a veces se entrelazan, pero que son de naturaleza distinta.
Habiendo dicho eso, no se puede negar que hay un creciente acoso de los gobiernos a la prensa independiente en Latinoamérica. Probablemente el número de latinoamericanos que tiene acceso a medios de prensa independientes sea mayor que el 2 por ciento estimado por Freedom House, pero es mucho menor de lo que era hace una década.