Por Mary Anastasia O'Grady
The Wall Street Journal Americas
El presidente Barack Obama alguna vez prometió recomponer la imagen de Estados Unidos en todo el mundo. Ha mantenido esa promesa, sólo que no de la forma en que muchos votantes que lo respaldaron habían esperado.
La medida más reciente en el cambio de imagen es decirle a Canadá —el mayor socio comercial de EE.UU., su mayor proveedor de energía y aliado más leal en tiempos de guerra y paz— que su relación especial que ha establecido desde hace mucho con EE.UU. no es, al fin y al cabo, tan especial. Para llevar a cabo la misión, Obama ha enviado a un nuevo embajador estadounidense a Ottawa.
Bruce Heyman, un ex banquero de Goldman Sachs en Chicago e importante recaudador de fondos para la campaña de Obama tanto en 2008 como en 2012, tal vez haya merecido una embajada por sus servicios. No obstante, para eso están todas esas diminutas islas en el Caribe. La designación de Heyman —quien no tiene experiencia en diplomacia, para ponerlo de forma diplomática— como su más alto representante para Canadá dice mucho de lo que piensa el presidente sobre su vecino al norte.
Heyman hizo su debut en Ottawa a principios de este mes con un discurso en una cena en la Galería Nacional seguido de una sesión de preguntas y respuestas con Frank McKenna, ex embajador canadiense en Washington. McKenna aprovechó el evento para plantear lo que Canadá considera puntos "irritantes" en la relación bilateral. Heyman lo usó para explicar a los canadienses lo insignificantes que son a los ojos de Washington.
McKenna empezó con el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en inglés), un tratado de libre comercio entre 12 países que Canadá está ansioso por que se complete. Agradeció a EE.UU. por invitar a su país a unirse pero luego señaló que los miembros están "todos preocupados porque estamos esperando" una autoridad de negociación de vía rápida (que el Congreso puede otorgar al presidente), lo que garantizaría un voto directo en el Congreso sobre cualquier acuerdo. Los canadienses querían saber cuándo sucederá.
Heyman dijo que eso era un "enfoque en las cosas equivocadas". Con o sin autoridad de vía rápida, "no creo que deba ser una razón por la cual alguien no negocie". Incluso le dijo a McKenna que el Acuerdo Transpacífico "podría" completarse sin una vía rápida.
Esto no tiene sentido: ningún país estaría dispuesto a poner la apertura de sus mercados más protegidos sobre la mesa hasta saber que al Congreso estadounidense no se le permitirá desmenuzar el acuerdo. McKenna parecía incrédulo de que el embajador estuviera tratanto de describirlo de otra forma. Cortésmente cambió de tema.
El oleoducto Keystone XL, le dijo a Heyman, "de muchas formas representa (...) la relación" con EE.UU. Es decir que, desde la perspectiva de Canadá, las cosas no están bien y Keystone es el motivo. Preguntó por qué, después de cinco años, el oleoducto no ha sido aprobado.
Lo que siguió fue una clase de Heyman más apropiada para niños que para una audiencia de política exterior. El gobierno ha recibido tres millones de comentarios de estadounidenses desde el inicio del año, dijo. "Quizás esta noche en su camino a casa" —niños y niñas— "pueden pensar en cuánto demoraría procesar cada mensaje individual". Luego añadió: "Esto es un número muy, muy grande e importante de comentarios y tenemos que procesarlo. Va a tomar algo de tiempo".
Las cosas no salieron bien tampoco cuando McKenna intentó obtener el compromiso de EE.UU. de financiar el centro aduanero que Canadá necesita para soportar un nuevo puente que está construyendo en el cruce Detroit-Windsor, donde el comercio estadounidense con Canadá es mayor que el total con Japón. "Respaldamos buena infraestructura entre nuestros dos países", dijo Heyman. "Este es un tema de financiación y pienso que mejor que esperemos y tengamos esas conversaciones en privado".
Cuando McKenna intentó plantear "otra cuestión que ha resultado molesta", Heyman lo interrumpió: "¿Tiene algún asunto bueno del que quiera hablar? Trato de tomar esto a un nivel alto y hacerlo entretenido. Lo siento que estén desanimados. Tenemos esta relación increíble. Vamos".
McKenna mantuvo la tranquilidad: "Cuando eres el socio pequeño en una relación los irritantes se vuelven bastantes significativos", expresó con calma.
Heyman siguió despistado. "Frank", le preguntó, "¿alguna vez compraste un auto?" ¿Tuviste un auto nuevo? Y tienes ese auto nuevo, huele muy bien y se ve hermoso y todo lo demás. Y traes ese nuevo auto a casa y te das cuenta de que tiene un rayón en el parachoques que no notaste cuando lo compraste. Y vas adentro y empiezas a pensar en el rayón todo el día. ¿Alguna vez hiciste eso?"
McKenna no se inmutó: "No". Pero el estadounidense continuó con su analogía que efectivamente desestimó las preocupaciones de Canadá como algo trivial al lado de su buena suerte de ser vecino de EE.UU.
Muchos canadienses ya han dicho que se han dado por vencidos con Obama y ahora cuentan los días hasta que deje su cargo. Esa podría ser una buena estrategia de supervivencia para Canadá, pero no puede ser buena para EE.UU., que no tiene tantos aliados como para darse el lujo de ofender a uno de los más importantes.