Por Guillermo Arosemena Arosemena
Desde el 2008 la prensa mundial ha difundido noticias de que el crecimiento del nivel de vida se ha estancado. Pero al mismo tiempo se publica cómo centenares de millones de personas se han incorporado a la economía y se ha reducido dramáticamente el número de personas que viven con un dólar diario. Dentro de Ecuador, analicemos qué ha sucedido en progreso humano las últimas décadas.
Por motivo del lanzamiento de Memorias Porteñas, suplemento en el que escribo sobre la historia del desarrollo económico y empresarial del país, particularmente de Guayaquil, he revisado cifras que merecen comentarse para juzgar, libre de sesgos, si el nivel de vida en Ecuador ha mejorado en el tiempo. Desde 1950 hasta hoy, al comparar el crecimiento poblacional con el aumento de cifras relacionadas a la actividad económica, los resultados demuestran sin lugar a dudas que a pesar de los numerosos libros escritos por socialistas y discursos de políticos con ideología del siglo XIX, atacando a los empresarios como explotadores, el ecuatoriano vive en mucho mejor condición que sus padres y abuelos. Las exportaciones totales en 1950 apenas eran por 63 millones de dólares y había 3,4 millones de habitantes. Actualmente se exportan 25.000 millones de dólares y la población es de 14 millones. Mientras la primera cifra creció 397 veces, la segunda aumentó menos de 5 veces.
En 1964 había 790 empresas que reportaban a la Superintendencia de Compañías; para 1987 el número creció a 13.600; al 2008 a 38.400. No hay datos más recientes en el sitio web de la SuperCías. A 1964 apenas funcionaban 225 empresas industriales; el número aumentó a 2.550 en 1987; a 3.470 en 2008. En 1950 la venta de autos no sobrepasaba las 3.000 unidades anuales; actualmente llega a más de 100.000 unidades.
En educación el progreso también es impresionante: en 1950 en Guayaquil solo había una universidad con pocas facultades, no más de 5.000 alumnos; al presente hay 11. No había posgrado. En hoteles de primera clase el aumento se ha multiplicado casi por 10, y en una proporción similar las habitaciones hospitalarias. Lo mismo ocurre con el uso de refrigeradoras, cocinas, televisores, etc.
