Por Bertie Benegas Lynch
Especial para The Independent Institute
Recordar logros históricos en la lucha por la libertad, es importante para tener presente que la libertad es un don por el que se debe luchar todos los días. En el mismo momento en que se piensa que la libertad está garantizada o descansa en el esfuerzo de otros, es el momento en que las ideas contrarias al respeto del individuo y la libertad, toman protagonismo.
Eso fue lo que le ocurrió a la Argentina a principios del siglo XX por descuidar los valores alberdianos que hicieron grande a la Argentina. Lamentablemente se cedieron relevantes espacios académicos en donde germinaron las ideas estatistas y fascistas las que, más tarde, se plasmaron en el campo político. Estas ideas intervencionistas y nacionalistas, prepararon el terreno para recibir al régimen autoritario de Perón el cual marcó el comienzo de la larga y profunda decadencia argentina.
Los honores, monumentos y símbolos patrios, no son simplemente gestos, son testimonios de agradecimiento y ejemplo de nobles aportes para la civilización, sirven de referencia para futuras generaciones. Contrariamente a este espíritu, debo reconocer la enorme capacidad estratégica e ideológica del populismo para lograr instalar, sin veto alguno, la aprobación de los más oscuros personajes de nuestra historia. Esta penetrante y afilada tarea logra que, en nuestros tiempos, aquel que se atreva a emitir un juicio crítico contra alguno de estos nefastos individuos, deba estar dispuesto a romper una gruesa columna de la corrección política.
En este último tiempo, parecería que el gobierno, en un intento de robustecer el blindaje de supuestos personajes intocables, redobla la apuesta desafiando a críticos. El gesto de alzar honores a Perón, a Chávez y al Che Guevara, no son irrelevantes. Tampoco lo es el monumento al Padre Mujica en la esquina de Arroyo y Av. 9 de Julio y los dos enormes murales de Eva Perón en el edificio público de Av. 9 de Julio y Moreno (nótese que, para el mural norte, se eligió la imagen combativa de Evita y, la que mira al sur, la sonriente).
Entonces, ¿hacia dónde queremos proyectar nuestro futuro si el presente nos encuentra rindiendo honores al aparato peronista que se encargó de corromper las instituciones republicanas, la división de poderes y el estado de derecho? Perón llevó a la práctica su conocida declaración “al enemigo, ni justicia” persiguiendo opositores y fomentando la lucha armada para imponer un régimen totalitario. Por otro lado, Eva Perón fue una demagoga que, entre otras cosas, supo destrozar el mapa de la genuina filantropía privada que existía en el país y conserva la triste fama de ser la precursora del clientelismo político. El Padre Mujica, el recientemente homenajeado sacerdote tercermundista, sostenía que Marx y Lenin tenían pensamientos profundamente evangélicos y que el peronismo asumía valores cristianos.
En estos días se está considerando que el tradicional pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo, sea considerado símbolo patrio. Para evitar repetir épocas de oído y horror, tenemos que tener la capacidad de reconocer y aceptar responsabilidades. Los inaceptables y monstruosos procedimientos de la Triple A, que se extendieron durante los gobiernos de facto, no tienen justificación alguna. Algunos exculpan el exterminio sosteniendo que muchos desaparecidos eran marxistas, socialistas o estaban seducidos intelectualmente por ideas totalitarias. Sin compartir un ápice con las ideas socialistas, no se me ocurre más aterradora justificación. Si queremos vivir civilizadamente, se deben preservar los derechos de todos y, esos derechos, incluyen el de pensar y hacer lo que creamos conveniente sin lesionar derechos de otros. En los casos de aquellos individuos que hayan perpetrado hechos terroristas, los marcos institucionales de un estado de derecho deben proveer un juicio justo como garantía elemental.
Todo el aparato del Ejército revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros fue deleznable y creado al efecto de matar e imponer ideas mediante el terror y los más sanguinarios y cobardes asesinatos. Sobre ésta época dolorosa de la Argentina, no se debe aceptar el análisis tuerto, no se debe permitir que las nuevas generaciones estén expuestas a la malintencionada diatriba que pretende falsear la historia sugiriendo que unos fueron terroristas de estado, y los otros, jóvenes idealistas.
A mi juicio, el error de algunos representantes del movimiento de Madres de Plaza de Mayo fue que, a su mensaje de pedido de justicia, sumaron la permanente apología de sus ideas como declamación indivisa cuando deben ir en carriles bien separados. Hubieran conseguido todo el apoyo del mundo si no hubieran contaminado su causa con temas ideológicos. Sin embargo, algunos referentes, optaron por el protagonismo rabiosamente militante escudándose, con deshonra, en una causa justa. Su marcada tendencia política se confirma con los contenidos de la Universidad Popular de Madres de Plaza de Mayo, programas financiados desde el gobierno central; la colaboración con las FARC colombianas y el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional de México y las declaraciones de admiración de Hebe de Bonafini por la ETA. Es justo poner de manifiesto que algunas madres de la línea fundadora, han manifestado disenso en muchos de estos enfoques.
También esta organización empañó su causa original cuando, altos representantes de la misma, se vieron involucrados en un caso de corrupción por desvío de fondos indebidos a la Fundación Madres de Plaza de Mayo en Sueños Compartidos, un programa de construcción de viviendas para carenciados. Esto incluyó también el escandaloso embargo de una Ferrari del entonces apoderado de la institución y mano derecha de Bonafini a propósito de la misma investigación.
No resulta irrelevante a quién tomamos como ejemplo o a quienes reconocemos como guías o próceres en nuestra historia porque, en base a los principios y valores de esos referentes, nos proponemos trazar el futuro.
