La celebración del Día de Acción de Gracias, fenómeno cultural absolutamente estadounidense, tuvo su origen en el año 1623 en las colonias británicas de América.
¿Qué ocurrió específicamente en ese año para que los colonos sintieran la necesidad de agradecer? La respuesta es simple: hubo una cosecha espectacular.
Es interesante explorar las razones que dieron lugar a tan buenos resultados en 1623. Particularmente, porque venían de producciones desastrosas en 1621 y 1622.
La historia de esos colonos había comenzado en Inglaterra en 1608. Eran una minoría religiosa perseguida, que había decidido emigrar inicialmente a Amsterdam para buscar mejores condiciones de vida. Pero no les fue bien: tuvieron problemas para adaptarse a las costumbres y al idioma.
Decidieron entonces cruzar el Atlántico a bordo del mítico Mayflower, en 1620. Eran 102 viajeros que a partir de entonces son universalmente conocidos como los "Pilgrim Fathers". Los padres peregrinos.
Uno de ellos era William Bradford, quien al arribar fue nombrado gobernador de la nueva colonia. Bradford, además de gobernar, escribió sobre los Pilgrims en un libro titulado "Historia de la plantación Plymouth", donde señala que durante los dos primeros años de colonización, 1621 y 1622, la organización social había consistido en "compartir las cosechas, y racionar el consumo". Simulando la utopía en la cual algunos creen, pero que es totalmente incompatible con la naturaleza humana.
Los Pilgrims habían puesto en práctica, seguramente sin proponérselo, el relato del libro "Utopía", escrito en 1516 por el londinense Santo Tomás Moro. Ese tipo de experimentos sociales había fracasado reiteradamente desde la antigüedad, y como no podía ser de otra manera, volvió a fallar con los colonos del Mayflower. Sus hambrunas iniciales son fiel testimonio de ello.
Bradford sigue relatando que "a principios de 1623, y luego de mucho debate por los fracasos de 1621 y 1622, se tomó la decisión de indicarles a los hombres que debían ocuparse de sembrar maíz para su uso privado", asignando para ello a cada familia una parcela de tierra.
No es difícil imaginar que, habiéndose decretado que la cosecha sería para uso privado de cada familia, habría un incremento en el esfuerzo de la siembra, así como en el esmero para cuidar las plantaciones y cosechar la producción. Así son las cosas en este planeta.
En referencia a los buenos resultados de 1623, Bradford dice que "para el tiempo de la cosecha, en vez de hambrunas, Dios nos dio abundancia". Cabe destacar que los relatos del gobernador siguieron durante muchos años más, hasta 1647. Y nunca más hubo hambrunas. El método funcionó.
La celebración del Thanksgiving debería ser un agradecimiento por el hecho de que quienes tomaban decisiones en la colonia de los Pilgrims fueron capaces de percibir la existencia de un principio universal del comportamiento de las personas: los incentivos que innegablemente genera la existencia de la propiedad privada.
Desafortunadamente para las ideas de la libertad, algunos que se dicen liberales pero son reaccionarios de derecha, llevan este punto al extremo.
Y creen, en las acertadas palabras de Mario Vargas Llosa, "que la economía es el ámbito donde se resuelven todos los problemas, y que el mercado libre es la panacea que soluciona desde la pobreza hasta el desempleo, la marginalidad y la exclusión social. Esos liberales, verdaderos logaritmos vivientes, han hecho a veces más daño a la causa de la libertad que los propios marxistas, los primeros propagadores de esa absurda tesis según la cual la economía es el motor de la historia de las naciones y el fundamento de la civilización".
Afectos como somos los latinoamericanos a copiar las formas e ignorar el fondo de las cosas…, celebramos un evento ajeno, del cual ni siquiera conocemos su origen, y terminamos despotricando en contra del capitalismo porque torpemente lo confundimos con su miserable deformación: esa incomprensible histeria llamada Black Friday, donde algunos gastan lo que no tienen para comprar lo que no necesitan. My God.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
