Por Javier Milei
Desde la óptica de un liberal resulta frustrante el análisis de la política y la economía argentina, ya que dadas las preferencias fuertemente socialistas de los agentes, los políticos siempre están inclinados a tomar rumbos en detrimento de las libertades individuales. Es más, mucho peor aún resulta que lo único rescatable del presente gobierno sea el desempeño del Banco Central, una institución que los liberales abogamos por su eliminación, o, en el más extremo de los casos, que sea sometido a una irrestricta competencia de monedas, de modo tal que sea minimizada su capacidad de daño en la economía.
Sin embargo, más allá de las preferencias, el marco institucional es el que tenemos y punto. Así, cuando uno incorpora la restricción institucional y las limitaciones políticas impuestas al inicio de la gestión, el accionar del BCRA durante estos seis meses ha sido excelente, ya que de no haber estado a la altura de las circunstancias, hoy estaríamos en una hiperinflación.
Para comprender el tamaño de la tarea, es clave explicar la relación entre el mercado monetario y el nivel de precios. En este sentido, resulta fundamental comprender que la moneda es una mercancía que sirve como medio general de intercambio y que por ende, su utilización penetra en todo el sistema económico. Al mismo tiempo, como toda mercancía, tiene su propio mercado y su poder adquisitivo (precio), el cual viene determinado por cuatro factores: (i) la demanda y (ii) oferta de bienes y servicios no monetarios que se cambian por el dinero y (iii) la demanda y (iv) oferta del propio dinero. Así, estos cuatro factores se combinan de modo conjunto para determinar el poder adquisitivo del dinero. A su vez, en cuanto a la demanda de dinero, los agentes compran el mismo mediante la venta de bienes y servicios que poseen o pueden crear. De este modo, cuanto mayor sea el nivel de precios monetarios de los restantes bienes y servicios, menor será el poder adquisitivo del dinero, lo cual implicará una mayor demanda de dinero para transacciones.
Por otra parte, y en línea con lo anterior, cuando se incrementa la cantidad de dinero ofrecida, el poder de compra de la unidad monetaria se reduce, y la cantidad de bienes que pueden obtenerse por unidad de esa moneda se reduce también. Esto es, el dinero, a lo igual que cualquier otro bien de la economía, cuando la oferta sube, su precio (poder adquisitivo) bajará. Naturalmente, cuando baja la demanda de dinero, ello implica una mayor demanda del resto de bienes y servicios del resto de la economía, por lo que al subir los precios de estos, el poder adquisitivo del dinero cae. Por último, cuando se contrae la oferta del resto de bienes y servicios del resto de la economía, sus precios deben subir, por lo que el poder adquisitivo del dinero cae.
Pasando a la cuestión empírica, al momento de abrirse el CEPO, en la economía sobraban en el equilibrio bueno (alta demanda de dinero) unos $ 200.000 millones. A su vez, la bomba de los futuros implicaba al menos un incremento de la oferta de M1 en $ 100.000 millones adicionales. En respuesta a ello, en el momento más crítico del plano monetario, la esterilización del BCRA vía LEBACs alcanzó a los $ 190.000 millones, lo que en términos de M1 implicó retirar $ 240.000 millones. Además, la devaluación de la moneda licuó la demanda de dólares en u$s 5000 millones, lo que sumado el acuerdo con importadores por otros u$s 5000 millones, redujo el exceso de oferta de pesos en otros $ 150.000 millones. Por último, la suba de tasas de interés y la migración de depósitos a la vista hacia los de plazo fijo limpiaron $ 20.000 millones, mientras que el salto inicial en el nivel de de precios aportó una licuación de $ 15.000 millones, por lo que el exceso de oferta de dinero eliminado alcanzó los
$ 425.000 millones.
Todo lo anterior significó que, el accionar del BCRA limpió un 225% del sobrante de dinero de diciembre de 2015, y a pesar de ello, la tasa de inflación de los primeros seis meses se ubicó en 25%, dando muestra de una caída en la demanda de dinero hacia el equilibrio malo. Por lo tanto, si uno computa, cuanto sería el salto en el crecimiento de la oferta de dinero por los futuros y la caída en la demanda de dinero, junto a una retracción del PIB del 2%, la inflación anualizada estaría en torno al 500%. Es cierto, terminar el año con una inflación promedio en torno al 35%-40% parece un fracaso total, sin embargo, dada el contexto enfrentado, estamos frente a un logro descomunal (LEBACs mediante) que sólo la historia podrá oportunamente valorar.