Por Andrés Oppenheimer
Ahora que el autócrata venezolano Nicolás Maduro ha terminado de quebrar el estado de derecho y cerrado todos los caminos posibles para una resolución pacífica de la crisis en su país, hay una sola manera de prevenir un posible baño de sangre: una ofensiva diplomática internacional para restaurar la democracia en Venezuela.
Ya no es suficiente que Estados Unidos y los países de América Latina expresen su “profunda preocupación” por las medidas autoritarias más recientes del régimen venezolano, como lo hicieron 12 países –entre ellos Argentina, Brasil, México, Colombia, Perú, Estados Unidos y Canadá– en una declaración conjunta el 22 de octubre.
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