El comercio mundial está cambiando en formas que preocupan a incluso los más optimistas analistas de la economía global.
Una cifra en particular aterra a mas de uno.
Como indicaba el analista Binyamin Appelbaum del diario estadounidense The New York Times este lunes, en el primer trimestre de 2016 el volumen del comercio mundial se mantuvo casi estático y cayó por 0,8% en el segundo trimestre del año.
Applebaum subraya que sólo en Estados Unidos el comercio total de la nación con el mundo se redujo en US$200.000 millones en 2015 y en otros US$470.000 millones en los primeros meses de este año.
Lo que realmente les preocupa es que es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que el comercio cae en momentos en que la economía crece.
Lo que apunta a un realineamiento más profundo en la economía mundial, en el que, por primera vez en mucho tiempo, el libre comercio ya no juega un papel tan central.
De la Gran Depresión a la Gran Recesión
En los países desarrollados, la creencia en los beneficios de la libertad de comercio ha sido un dogma de fe casi incuestionado.
En su defensa siempre se ha invocado la memoria de un tiempo traumático: el que siguió a la Gran Depresión de la década de 1930.
En ese momento, como ahora, los grandes centros mundiales de la economía en América del Norte y Europa habían sufrido una profunda crisis financiera que resultó en desempleo, inestabilidad política y zozobra.
La reacción de las grandes potencias entonces fue retraerse del libre comercio en un intento desesperado por proteger sus economías.
En Estados Unidos la tristemente célebre ley Smoot-Hawley impuso en la década de 1930 fuertes aranceles a las importaciones, situación que se replicó del otro lado del Atlántico por las naciones europeas.
Al fascismo
El consenso es que esa serie de medidas proteccionistas empeoró la crisis económica e hizo que la Gran Depresión se profundizara y alargara, con las consecuencias políticas catastróficas a las que contribuyó, incluyendo por supuesto el fascismo y la Segunda Guerra Mundial.
Por eso, al terminar el conflicto en 1945, Estados Unidos y las otras potencias victoriosas insistieron en un sistema económico internacional que debería proteger el libre comercio, pues asociaban el proteccionismo comercial con esos desastres pasados.
Hoy el mundo está nuevamente recuperándose de una profunda crisis económica, en este caso la Gran Recesión de 2008.
Después de dos décadas en las que el libre comercio se expandió al tiempo que se derrumbaba el comunismo en Europa y China, y se ampliaban las reformas neoliberales en buena parte del mundo en desarrollo, hoy ese mismo libre comercio se está deteniendo en el corazón industrializado de la economía mundial.
Y como en los años 30 del siglo pasado, empiezan a surgir movimientos políticos poderosos que aseguran que la solución al desempleo en las naciones industriales está precisamente, en retraerse de los mercados comerciales internacionales.
Desigualdad
La Gran Recesión de 2008 no ha sido tan grave como lo fue la Gran Depresión en la década de 1930, pero expertos piden no olvidar las lecciones que dejó la una, a la hora de atender las consecuencias de la otra.
"Es fácil echarle la culpa al comercio de todos los males que aquejan a un país. Pero limitar el libre comercio detendría un motor que ha generado ganancias de bienestar sin precedente alrededor del mundo por varias décadas", aseguró la directora ejecutiva del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, en un comunicado el pasado 1 de septiembre.
Uno de los problemas con este razonamiento, es que esas ganancias de bienestar que supuestamente produce el libre comercio están eludiendo a muchos grupos sociales en todos los países.
En los países desarrollados, en particular, las clases obreras han visto la pérdida de millones de empleos que han cruzado la frontera en busca de salarios más bajos, alentados por los tratados de libre comercio.
"El libre comercio, aseguran, obligó a los industriales estadounidenses a irse a países con mano de obra más barata para evitar que los competidores internacionales les ganaran la competencia. Pero al partir han dejado atrás trabajadores y comunidades que sufren", reporta la corresponsal de negocios de la BBC, Zoe Thomas.
"La ira que esas pérdidas dejan ha sido una de las fuerzas detrás de la campaña presidencial de Donald Trump. En discurso tras discurso ha criticado a las empresas que reubican sus fábricas a sitios como México. Trump incluso ha prometido renegociar (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, conocido por sus siglas en inglés como) NAFTA", asegura nuestra corresponsal.
Y en el entretanto, al amparo de la prosperidad de la globalización, ciertos grupos privilegiados han aumentado de manera dramática su riqueza, creando en esas naciones industriales niveles de desigualdad que antes eran considerados un problema exclusivo de las naciones en desarrollo.
En las políticas
Por lo que el consenso en torno a la conveniencia absoluta del libre comercio se ha deteriorado.
A tal punto que hasta el mismo Fondo Monetario Internacional, en un reciente informe de un grupo de sus investigadores, empezó a discutir la conveniencia de haber seguido sin atenuantes esa fórmula por tantos años en tantos países.
La discusión en torno a la conveniencia o no del libre comercio está muy lejos de verse zanjada en el terreno intelectual.
Pero en el campo de las políticas, los números evidencian que los dirigentes de los países más poderosos del mundo ya no se comprometen incondicionalmente con ello.
Y, por eso, no hay garantía que las cifras del libre comercio global, anémicas desde 2015, vayan a cambiar de tendencia pronto.