Por María Dolores Arias
El martes pasado fue un día de elecciones, en Guatemala se eligió a la próxima Junta Directiva que presidirá el Congreso durante el 2017 e inicios del 2018. En Estados Unidos, EE.UU., se eligió al próximo presidente y vicepresidente, se renovó parte de la Cámara de Representantes y Senadores así como a gobernadores de algunos estados. También durante estas elecciones algunos estados aprovecharon a poner a votación diferentes propuestas, como la aprobación del uso de la marihuana con fines recreacionales y médicos, como sucedió en California.
En Guatemala, la postulación de quiénes optarían al cargo de presidir el Congreso estuvo marcada por acusaciones, negociaciones y reuniones dentro y fuera del hemiciclo. Los candidatos eran: Mario Taracena, quien buscaba la reelección aprovechando la fuerza que tiene su partido, UNE; también surgió la candidatura de Oliverio García Rodas apoyada por el partido oficialista FCN-Nación; así como una posible tercera candidatura con Nineth Montenegro que al final no cuajó.
La injerencia , no admitida, por parte del Ejecutivo en la elección representa la vieja usanza política de ignorar la separación de poderes necesarias en una República. Si bien es cierto no es la primera vez que se hace, esto no quita lo pernicioso que resulta la falta de una separación de poderes. Aunque tengo mis serias dudas sobre que tan decisiva fue la reunión del presidente con algunos jefes de bancada en la residencia oficial de descanso y de la que al parecer surgió la única planilla que se presentó en las votaciones.
Pues bien, la elección de la Junta Directiva del Congreso es importante ya que es en éste lugar donde se pueden avanzar las “agendas” de los grupos de presión, se aprueba el dinero que gastarán los políticos el siguiente año, tal como se está discutiendo el presupuesto en estas fechas. El próximo año será por demás relevante si se llevan a cabo las consultas para las reformas constitucionales, así como la aprobación de los nada despreciables préstamos.
En este caso la forma en que se hizo dicha votación refleja mucho del fondo del sistema en que vivimos. Refleja por un lado la necesidad de transparentar los mecanismos de elección, las alianzas endebles entre partidos que apresuraron el proceso de votación al aprovechar la ausencia ¿negociada? del actual presidente que buscaba su reelección.
Dentro de los claroscuros del actual presidente se lograron cosas positivas que esperamos el nuevo presidente del Congreso, Óscar Chinchilla, continúe tales como dar a conocer la lista del personal contratado en el Congreso, la depuración de dicho personal y el reajuste salarial de los mismos.
Los retos para el presidente Chinchilla será renegociar los pactos colectivos y eliminar todas las prebendas, aumentos y plazas injustificadas negociadas tanto a sindicalistas como a diputados. Lo cual en sí mismo, será una tarea ardua debido a los intereses creados alrededor del presupuesto del Congreso, ya no digamos alrededor del Presupuesto General.
En sus primeras declaraciones como presidente electo, aseguró que no recibiría órdenes en inglés. Por su bien y el nuestro, espero que no reciba órdenes en ningún idioma y que se apegue a la Constitución. Tal vez es mucho pedir tomando en cuenta el sistema mercantilista-benefactor que rige en nuestro país pero aun así, debemos insistir en construir una República donde los pesos y contrapesos funcionen, donde el político esté limitado y el centralismo se diluya en el poder local que representa al ciudadano.
El día de las elecciones tanto en Guatemala como en EE.UU. nos dejan grandes retos a los ciudadanos. Unos para recuperar la república en la que fue fundado su país y otros para construirla con instituciones sólidas.
Por tanto, en una república Trump no podrá hacer unilateralmente lo que le venga en gana, deberá negociar con la Cámara de Representantes y el Senado. Sin embargo ¿qué tan amplio o limitado será el poder del presidente recién electo del Congreso? Esto dependerá de cuán cerca o lejos estemos de un sistema de gobierno republicano.