Por María Dolores Arias
El viernes pasado millones de personas en todo el mundo presenciamos el cambio de gobierno en Estados Unidos –EE.UU.-, cuna de la república moderna. Más allá de si las encuestas, que por cierto predijeron su derrota, lo mostraban como el presidente electo con el menor índice de popularidad que sus seis antecesores; o si asistió más o menos gente a la ceremonia; o si el metro de Washington reportó menos viajes hacia el National Mall. Incluso más allá de cómo vestían la ahora primera dama y la familia presidencial, varias cosas han destacado en esta transición. Empezando por el hecho que, desde que se fundó este país como república. han logrado mantener los cambios de poder preservando el orden constitucional.
Seguido por uno de los puntos más importantes, el primer discurso de Donald J. Trump como presidente de EE.UU.; es decir, ya sin la necesidad de convencer al electorado. ¿A quién le hablaría? ¿Habría más promesas? Y, particularmente ¿cuáles serían las acciones que ofrecería realizar de inmediato?
Si algo nos quedó claro durante su campaña y ahora como presidente es que, definitivamente, no es un político convencional, es alguien que sabe manejar bien su comunicación en redes, tanto así que publicó partes de su discurso en redes previo a pronunciarlo y, más tarde, el discurso completo en su página de Facebook. Además, es alguien que conoce a su público y sus necesidades, es un hombre de negocios y de acción, que no le preocupa la corrección política, entre otras cosas que se podrían agregar.
Precisamente por lo anterior, el tono y el contenido de su discurso son relevantes; así como las acciones que tome durante los primeros cien días de gobierno. En lo que respecta a su discurso, inició tratando de desmarcarse de los políticos tradicionales al asegurar que la transferencia de poder no era de una administración a otra, o de un partido a otro, sino una devolución del poder en Washington, D.C. al ciudadano, al pueblo. Con esto pareciera asegurar que es el pueblo quien gobierna sin restricción alguna, propio de una democracia y no de una república.
Parece también mandar un mensaje a la clase dirigente de su partido, que por cierto no lo apoyó aun ganando las primarias republicanas y la presidencia, al afirmar que los políticos se protegen entre ellos y que mientras este pequeño grupo prospera, el resto de país paga el costo; las fábricas cierran y los empleos se pierden. Es curioso que en este punto pareciera que Trump entiende que el problema es la interferencia de la política en los negocios y que el gobierno debería estar limitado, propio de una república y no de una democracia.
Sin embargo, más adelante cosifica a la nación estadounidense al afirmar que su dolor es “nuestro” dolor, refiriéndose a los ciudadanos estadounidenses; que sus sueños son “nuestros” sueños y va más allá al afirmar que comparten un corazón, un hogar y un glorioso destino. Estos recursos de cosificar a la nación, de crear un enemigo común, de entender al pueblo y de presentarse como salvador, es muy utilizado en el lenguaje populista de los políticos y que Trump sabe utilizar convenientemente.
El discurso de Trump fue, en resumen, la ratificación de su campaña, tal vez un poco más mesurado en su lenguaje pero igual de directo en asegurar que su prioridad será proteger los intereses de los estadounidenses, cosa que me parece correcto en el actuar de cualquier gobierno, si eso implica la protección de los derechos individuales.
Los puntos medulares de cómo Trump logrará que su país sea nuevamente grande son: ¿cuáles serán los medios que utilizará? ¿Protegerá derechos o dará más privilegios? ¿Dejará en libertad a sus conciudadanos o controlará cada aspecto de su vida? ¿Se apoyará en la república para limitar la interferencia del gobierno? ¿Cerrarse al comercio será posible sin el apoyo de las cámaras? ¿El proteccionismo, realmente, mejora o empeora la calidad de vida de las personas?
Los pesos y contrapesos propios de la república serán puestos a prueba si pretende usar la fuerza del gobierno para imponer su agenda o, por el contrario, la fortalecerá si como indican algunas de sus recientes acciones ejecutivas restringe la intervención del gobierno. ¿Republicano o demócrata? Es todavía muy temprano para saberlo. Sin embargo, debemos estar atentos y si es posible, aprender en cabeza ajena, o en este caso en bolsillos ajenos.