Por Álvaro Vargas Llosa
Trump tiene razón en una cosa: la medida de los “primeros 100 días” que se utiliza para ponderar el arranque de una gestión presidencial es ridícula. La inventó F.D. Roosevelt, en 1933, en un discurso por radio en el que ni siquiera se refería a los primeros 100 días de su gobierno sino de una sesión especial del Congreso para poner en marcha, en plena Gran Depresión, el “New Deal”.
Pero ya que se ha hecho costumbre juzgar las presidencias a los 100 días, me pongo a jugar ese juego yo también. Aquí va.
Por lo pronto, sucede algo interesante con la forma en que el público está juzgando a Trump. Su aprobación, en promedio, está en 43%; su desaprobación supera esa cifra en 10 puntos. Es la más baja aprobación que registren muchas encuestadoras. Sin embargo -y esto es lo que los asesores electorales de Trump, como Kellyane Conway, observan con la minuciosidad de un entomólogo-, el 96% de quienes votaron por él dicen aprobarlo. Hay más: si las elecciones fueran mañana, le ganaría la partida a Hillary Clinton también en el voto popular.
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