Por Javier Milei
El Cronista
En un nuevo acto de profundo desprecio por los principios básicos del análisis económico, la corporación política (esta vez la facción que opera en la Cámara baja), dio media sanción al proyecto de ley que busca gravar a la renta financiera. En este sentido se gravarían los resultados generados por los intereses en los depósitos a plazo fijo, Lebacs y operaciones a futuro en moneda extranjera. En cuanto a la "justificación técnica" de dicho proyecto se sostiene que el mismo intenta compensar el costo fiscal de una reforma en el impuesto a las ganancias más generosa que la presentada por el oficialismo. A su vez, en cuanto a la justificación emocional se plantea explícitamente el castigo a lo que la corporación política define como especuladores.
Si bien la justificación emocional pareciera ser una nota de color pintoresca, en rigor, constituye la base de una montaña de calamidades económicas y sociales a las que somos sometidos los argentinos. Los especuladores son odiados, denigrados, vilipendiados, la gente odia a los especuladores, el especulador es malvado y culpable de toda clase de males. Sin embargo la economía enseña que esto es injustificado: el especulador compra barato y vende caro, es decir ahorra bienes cuando estos no hacen falta y los proporciona cuando son necesarios. Así, el especulador quita volatilidad al precio dándole mayor previsibilidad y mejora el bienestar de los individuos que son aversos al riesgo. Naturalmente, esta actividad no está exenta de riesgo (absorbe el riesgo de los consumidores) y fruto de ello, el retorno de su actividad, en caso de éxito, estará por encima del retorno libre de riesgo. Por ende, el especulador lejos de ser un villano más bien es un héroe.